África y Europa
A siete años de la Cumbre de El Cairo en 2000, 66 jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea y la Unión Africana recién rubricaron en la Cumbre de Lisboa una nueva estrategia común para relanzar sus relaciones, al cumplirse 50 años del Tratado de Roma y del inicio de la Independencia del continente más pobre del mundo.
El plan de acción 2008-2010 persigue nobles objetivos en materia de democracia y derechos humanos; paz y seguridad; comercio, integración e inversión; inmigración; tecnología y sociedad de la información; energía, cambio climático y desarrollo sustentable, en condiciones de igualdad.
Se busca superar la tradicional relación donante-receptor en la que Bruselas destina €36 millardos anuales a sus ex colonias. El comercio euro-africano supera €200 millardos y aunque África cuenta con acceso preferencial al mega mercado europeo, persisten agudas barreras comerciales.
El Acuerdo de Cotonou tiene por objeto firmar a mediano plazo acuerdos de asociación y libre comercio; pero los millones de emigrantes que arriesgan sus vidas para ingresar al Viejo Continente y huir de la pobreza reclaman mucho más que las loables pero insuficientes concesiones que los eurócratas de Bruselas suelen colocar en las trilladas declaraciones conjuntas.
Justo es reconocer la buena voluntad de ambos continentes de cicatrizar las heridas del colonialismo; pero África –como América Latina- no puede esperar la tortuosa negociación de un tratado o la conclusión de la Ronda Doha de la OMC para tomar la senda de la superación de la pobreza y el sub-desarrollo, so pena de involucionar hacia experimentos radicales y fundamentalistas. Europa –como Norteamérica y Asia- puede y debe hacer mucho más.