Opinión Internacional

Adán y Evo

(%=Image(6206898,»L»)%)Buenos Aires (AIPE)- El presidente boliviano aseguró que quería «refundar Bolivia» (¿será refundir?), algo así como volver a las raíces indígenas, «de forma democrática y pacífica». Curiosa paz y democracia, invadiendo campos petroleros con fuerzas militares.

Bolivia está entre las naciones del mundo con más pobres, 67% de la población. Mientras el 10% más rico recibe el 32% de los ingresos del país, al 10% más pobre le llega apenas el 1,3%. El 79% de la fuerza laboral se dedica a la agricultura de subsistencia.

Evo logrará más y retrotraerá a Bolivia, no a la era precolombina, sino al principio de la humanidad. Cuenta la Biblia que el hombre vivía en armonía con la naturaleza, respetando el orden de las cosas, el orden natural. Pero vino Eva y le dijo a Adán que, si comían del «árbol de la sabiduría», serían como Dios, podrían ordenar la vida desoyendo a Dios. Podría, la «razón humana» (el racionalismo, la soberbia) imponer sus diseños por encima del orden natural. A partir de entonces se impondría coactivamente el orden del mandamás de turno, el Evo del momento. Ya no era el orden natural el que gobernaba a la sociedad, a través del libre albedrío de cada persona, sino la «razón» humana.

Después de «nacionalizar» los hidrocarburos, Evo dio un «ultimátum» ridículo al banco español BBVA y al grupo Zurich, exigiendo que «devuelvan, sin compensación», al Estado las acciones de empresas petroleras que gestionan a través de un fondo colectivo de pensiones. Pero ni el BBVA ni Zurich pretendían la propiedad de las mismas, que representan unos 700 millones de los 1.600 millones de dólares que tiene el fondo, que siguen perteneciendo a los pensionados bolivianos y del Estado, con independencia del lugar donde están depositadas.

Luego, el gobierno de Evo anunció la «reforma agraria» que significa confiscar entre 11 y 14 millones de hectáreas, 11% del territorio nacional. En el oriente boliviano, los indígenas guarayos se declararon en emergencia, temiendo que el gobierno afecte sus tierras, 1,5 millones de hectáreas. Por el contrario, alentados por la violencia estatal, unos indígenas de la región más próspera, Santa Cruz, incitaron a tomar las tierras de un empresario local.

Las medidas «tienen la finalidad de revertir al Estado las tierras que no cumplen una función social o cuyos títulos de propiedad hayan sido obtenidos de forma fraudulenta», para luego distribuirlas entre «los campesinos sin tierra», unos 2,5 millones de personas. Se trata de la misma fórmula que aplica Hugo Chávez en la nueva Venezuela socialista.

Lo primero que se haría para «recuperar la soberanía nacional» en Bolivia es expulsar a los propietarios extranjeros «ilegales» que, a pesar de la prohibición constitucional, se instalaron a menos de 50 kilómetros de la frontera, lo que afectará a muchos brasileños.

Bolivia es uno de los países del continente con mayor concentración en la propiedad de las tierras: los campesinos tienen el 13% de las tierras productivas y el 87% restante pertenece a terratenientes. La mayor parte está sin cultivar porque ya hubo una «reforma agraria» en 1953, bajo la «revolución» nacionalista de Víctor Paz Estenssoro (1952-1956). Siempre sucede que las intervenciones coactivas del Estado en el mercado hacen antieconómicas las pequeñas propiedades, las cuales terminan siendo vendidas a los grandes propietarios a precios irrisorios. Contrario a lo que prometen, el socialismo beneficia a unos pocos cercanos al poder y hace la vida miserable para las mayorías.

La principal medida propuesta ahora consiste en la entrega inmediata de 2 a 4,5 millones de hectáreas a comunidades de campesinos e indígenas, «ya que la primera reforma agraria no les benefició». Efectivamente, el gobierno reconoce que el 95% de las tierras distribuidas por Paz Estenssoro terminaron en manos de terratenientes, quienes acumularon 32 millones de hectáreas, mientras que los campesinos recibieron menos de 2 millones.

El problema no es de tierras, algo que en Latinoamérica sobra, sino que la carga impositiva, las leyes laborales rurales y demás regulaciones estatales hacen inviables los pequeños emprendimientos. La verdadera reforma debiera ser la disminución del peso y la injerencia coactiva estatal, para que el mercado pueda evolucionar naturalmente y los pequeños campesinos prosperen y compitan, llevando a los terratenientes a explotar eficientemente sus tierras o a venderlas, como sucede en los mercados abiertos.

Esperemos que Bolivia se entere de esa realidad económica, antes de terminar viviendo de los recursos naturales, en el estado primitivo.

___* Analista político argentino.

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