¿A quién le duele la CAN?
LA COMUNIDAD ANDINA de Naciones siempre fue un «objeto político no identificado». Así caracterizó en su momento Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995, el esfuerzo que se hacía en Europa por construir un sistema de integración efectivo para el Viejo Continente. Traigo a colación esa definición en momentos en que Venezuela se retira de la CAN mientras se celebra su XXXVII aniversario.
Sí, a veces se muere de desencanto y el difunto es el último que se entera de su fallecimiento al resentir que nadie asiste al funeral. Porque ¿a quién realmente le duele la crisis que hoy bambolea a la CAN? No parece mala pregunta. Decir que a nadie sería un exabrupto, pero que a muchos resultaría una ilusión. Porque es verdad, a la CAN siempre le ha faltado audiencia social. Más allá de los diplomáticos encargados de llevar el tema de la integración en las cancillerías y otras organizaciones públicas o privadas, los empresarios pendientes de sus negocios, los académicos a quienes nos interesa el asunto, poco trasciende este esquema de integración subregional andino. No ha salido de la circunferencia de su brújula mientras que generaciones de navegantes institucionales han paseado por ese mundo de papel que tanto se parece a América Latina.
Pero echar por la borda 37 años de esfuerzo no parece trivial. Desproporcionado sí. Porque también cuenta la forma de hacerlo. Premeditación y alevosía. Creo que la CAN padecía, padece, una crisis estructural que es preciso explicar y enfrentar, y que esta circunstancia que hoy le aqueja ofrece una oportunidad única para darle sentido y contenido político y social a sus acciones. Para que resucite en un mundo que le exige compromiso con la gente, cada día más pobre, que vive en las cinco naciones, que hasta ayer la integraban: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
Me pregunto, ¿cuánto cuesta anualmente el funcionamiento de la CAN o cuánto ha costado durante su existencia? ¿Qué beneficios reciben o han recibido sus pueblos de ese monumental esfuerzo, que lo ha sido, institucional, económico y político? ¿Esa sería una duda conveniente para evaluar la actuación de un organismo de tal naturaleza? ¿Qué costos e implicaciones tendrá para Venezuela su retiro de las instituciones que conforman la CAN? Alguien debería dar la cara y explicarlo. ¿Pero fueron realmente esas razones de falta de productividad las que llevaron a Venezuela a denunciar el Tratado y salirse de la CAN? No creo que haya prevalecido esa argumentación, aunque en verdad pudiera tener cierto peso. Lo que sí parece evidente es que el gobier no venezolano, invocando «razones geoestratégicas», ha tomado esa decisión por sus desavenencias con el gobierno norteamericano y el fulano Tratado de Libre Comercio suscrito ya por algunos de sus miembros. En conclusión, nos retiramos de la CAN, del Grupo de los Tres, nos acercamos a Mercosur y, paralelamente, nos aliamos con Cuba, China, Argelia, Libia, Irán y demás. Ahora estamos más solos, tenemos más pobres, menos aliados sinceros alrededor, en suma, andamos más aislados que nunca en una especie de autobloqueo como el que se impuso, equivocadamente, a Cuba sin petrodólares, después de la crisis de los misiles en octubre de 1962.