Opinión Internacional

¿A quién beneficia la OPEP?

Un vapor luminiscente se levanta sobre el Medio Oeste norteamericano. Una mueca de esperanza, tan intensa y excitante como efímera. Con temperaturas cercanas a los 40 grados centígrados, en un verano no muy lejano de la media, los estados ubicados en las grandes planicies de los EEUU, desde Texas hasta Montana, reviven hoy la risueña ilusión que ofrece el oro negro desde tiempos inmemoriales.

Gracias a los denodados esfuerzos realizados desde Caracas y otras capitales menos importantes del mundo, el sector petrolero norteamericano disfruta otro de los tantos booms que caracterizan a esa industria. Altos precios implican grandes ganancias y mayor inversión; así como la oportunidad de incrementar sus mercados extendiendo su influencia sobre el terreno abandonado por otros.

Cansados de negociar y negociar durante años para garantizarse socios-proveedores confiables, la Administración Bush comienza a mirar nuevamente hacia el Oeste. Miéntras, el paisaje cambia; balancines y tanques de almacenaje se reproducen por todo Wyoming, Colorado, New Mexico, y hasta Montana. La placidez del campo se ve repentinamente atormentada por el crujido del metal de máquinas perforadoras, camiones, y por el silbido del gas que revienta en la atmósfera. El agua comienza a volverse salina en la cuenca del río Powder, en un vecindario de granjeros ubicado en el estado de Montana. El gas libera una salmuera que luego desemboca en los riachuelos de esa cuenca. Una historia que se ha repetido muchas veces, aún en nuestro país.

Curiosamente, miéntras el inesperado boom dispara las economías de la región, sus habitantes tradicionales se quejan. Históricamente, las grandes planicies de los EEUU han sido siempre el corazón agrícola del país. Buena parte de los estados ubicados en los extensos valles del Mississipi y del Missouri, tienen economías que dependen considerablemente de la actividad agropecuaria. Hay excepciones, como Texas; pero la regla es la agricultura y la ganadería.

Por ello no deber extrañar ver a los granjeros organizándose en contra de lo que creen una invasión. En realidad, no es un enfrentamiento en contra del progreso, como se pudiera creer. Mucha de esa gente está plenamente consciente de que la riqueza petrolera es tan espasmódica como pasajera. Ellos saben que una vez que los pozos se agoten o el oro negro se deprecie, lo cual siempre sucede, sus tierras estarán tan arruinadas que no habrá camino de retorno. La riqueza fácil sólo dejará desesperanza y miseria. Se necesitará mucho dinero e imaginación para recuperar lo perdido. De allí a que el Medio Oeste norteamericano está viendo lo insospechado: granjeros y ambientalistas unidos.

Sin embargo, es una lucha difícil. Gracias a los altos precios del combustible, Wyoming dispone hoy de un superávit de $695 millones de dólares en la tesorería estadal. Su tasa de desempleo está por debajo de la media del país, en momentos cuando esta última se ha visto incrementada por la difícil situación económica que afecta a los sectores manufactureros y tecnológicos norteamericanos. Lo mismo puede decirse de Colorado. Según estimaciones, la hermosa cordillera de las Montañas Rocosas ubicada en el margen occidental de Colorado, contiene unos 235 billones de pies cúbicos de gas, sólo en espera de su extracción. Por suparte, ya New Mexico es el segundo productor de gas del país. Y eso que no hemos mencionado a la remota Alaska, donde la pelea apenas comienza.

Como se ve, aunque los altos precios del petróleo han generado malestar en la mayoría de los habitantes de los EEUU, por sus efectos negativos en la inflación, para ciertos sectores de su aún poderosa economía, muchos de ellos en muy buena relación con la actual Administración, las diligencias de la OPEP han sido una bendición. Allá, altos precios implican nuevas oportunidades de negocios y mayores ganancias para algunos, aunque nuevos retos y algo de desesperanza para otros.

Aquí, en cambio, los altos precios del petróleo sólo han servido para satisfacer el ego de algunos académicos retardatarios, y para llenar los bolsillos de una nueva camada de políticos oportunistas.

Como en una suerte de pesadilla eterna, los altos precios sirven nuevamente para mantener la absurda ilusión de la riqueza que tanto daño nos ha causado siempre; para costear las extravagancias de un dictador de comiquitas, que van desde un avión super lujoso para correrías inútiles por el mundo, hasta subsidios y simonías a sátrapas caribeños. Riqueza que en manos del ogro filantrópico «revolucionario», ha generado más pobreza y desesperanza que nunca; ha reducido las expectativas de vida de la gente en manos de la delincuencia; ha financiado el ridículo y el bochorno internacionales con una diplomacia de cabaret, así como el mayor desangre de recursos y talentos que haya vivido el país en toda su historia. Sinceramente, es como si cachicamo trabajara pa’lapa.

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