A mis amigos españoles
A veces, hace falta tomar iniciativas que deben ser meditadas. Hoy, queremos hacer una advertencia a nuestros amigos españoles en relación al penoso incidente que sucedió en la Cumbre Iberoamericana celebrada la semana pasada en Santiago de Chile.
Nos sentimos abochornados porque quien se supone representante de un país, actúa en contra de los intereses de los venezolanos. Nos sentimos abochornados porque alguien, nacido en Venezuela, agreda a un foro de Jefes de Estado y Jefes de Gobierno al extremo de poner en segundo plano los tópicos atendidos. Nos sentimos abochornados porque alguien arremeta, absolutamente fuera de lugar y con vesania contra una persona ausente.
Celebramos que Su Majestad el Rey Juan Carlos I haya traducido su furia e indignación con un reproche absolutamente justificado y que habla perfectamente de su humanidad. Celebramos la clase de cultura y respeto que le dictó el Presidente José Luís Rodríguez Zapatero quien, con un dominio magistral, invocó el respeto a la diversidad y la importancia de la educación.
No podemos dejar de lamentar la feminidad absoluta de la Presidenta Michelle Bachelet quien lamentablemente le dio largas a la inconveniente actitud que analizamos, descuidando su función de conductora del evento y permitiendo que se llegase a la situación sucedida.
Mas la realidad es bien distinta a lo que hemos visto. La actitud del dictador está perfectamente premeditada y por razones absolutamente fortuitas fueron los amigos españoles a quienes se escogió como antagonistas de la ocasión.
El dictador requiere de un tema que distraiga el proceso de aprobación de la reforma, o mejor dicho, abolición de la Constitución de la República de Venezuela que él mismo se hizo aprobar en 1999.
El rechazo de la colectividad nacional, especialmente de su población pensante, es abrumadora y quienes tienen menos recursos están siendo sometidos a engaño, aprovechando su ignorancia y sus esperanzas.
En este sentido aplaudimos la actitud que hemos percibido a través de la televisión española que recibimos en Venezuela y en América y exhortamos a que se continúe en ella. Expuesta la exigencia de respeto y la necesidad de la libre expresión de la disidencia debe “pasarse la página” pues la confrontación no hace otra cosa que llenar los objetivos del agresor.
