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Obama no entiende por qué Raúl le muerde la mano

Raúl Castro atacó al “bloqueo”, reclamó la base de Guantánamo y pidió el fin de las transmisiones de Radio Martí. Defendió a Nicolás Maduro y a Rafael Correa. Se colocó junto a la Siria de El Assad, a Irán, a Rusia, a la independencia de Puerto Rico. Criticó la economía de mercado y cerró con broche de plomo con una cita de su hermano Fidel, gesto obligatorio dentro de la untuosa liturgia revolucionaria cubana.

Poco después, se reunió con el presidente norteamericano. Según cuenta el Washington Post, Obama le mencionó, algo decepcionado, el ignorado asunto de los derechos humanos y la democracia. No hubo el menor atisbo de apertura política.

Obama no entiende que con los Castro no existe el quid pro quo o el “toma y daca”. Para los Castro el modelo socialista (lo repiten constantemente) es perfecto, su “democracia” es la mejor del planeta, y los disidentes y las “Damas de blanco” que piden libertades civiles son sólo asalariados de la embajada yanqui inventados por los medios de comunicación que merecen ser apaleados.

El gobierno cubano nada tiene que rectificar. Que rectifique Estados Unidos, poder imperial que atropella a los pueblos. Que rectifique el capitalismo, que siembra de miseria al mundo con su mercado libre, su asquerosa competencia, sus hirientes desigualdades y su falta de conmiseración.

Para los Castro, y para su tropa de aguerridos marxistas-leninistas, indiferentes a la realidad, la solución de los males está en el colectivismo manejado por militares, con su familia en la cúspide dirigiendo el tinglado.

Raúl y Fidel, y los que los rodean, están orgullosos de haber creado en los años sesenta el mayor foco subversivo de la historia, cuando fundaron la Tricontinental y alimentaron a todos los grupos terroristas del planeta que llamaban a sus puertas o que forjaban sus propios servicios de inteligencia.

Veneran la figura del Che, muerto como consecuencia de aquellos sangrientos trajines, y recuerdan con emoción las cien guerrillas que adiestraron o lanzaron contra medio planeta, incluidas las democracias de Venezuela, Argentina, Colombia, Perú o Uruguay.

Se emocionan cuando rememoran sus hazañas africanas, realizadas con el objetivo de crear satélites para gloria de la URSS y la causa sagrada del comunismo, como en Angola, cuando consiguieron dominar a las otras guerrillas anticoloniales, y luego a sangre y fuego vencieron a los somalíes en el desierto de Ogadén, sus amigos de la víspera de la guerra, ahora enfrentados a Etiopía, el nuevo aliado de La Habana.

No sienten el menor resquemor por haber fusilado adversarios y simpatizantes, perseguido homosexuales o creyentes, confiscado bienes honradamente adquiridos, separado familias, precipitado al éxodo a miles de personas que acabaron en el fondo del océano. ¿Qué importan estos pequeños dolores individuales, ante la gesta gloriosa de “tomar el cielo por asalto” y cambiar la historia de la humanidad?

¡Qué tiempos aquellos de la guerra no-tan-fría, cuando Cuba era la punta de lanza de la revolución planetaria contra Estados Unidos y sus títeres de Occidente! Época gloriosa traicionada por Gorbachov en la que parecía que pronto el ejército rojo acamparía triunfante en las plazas de Washington.

El error de Obama es haber pensado que los diez presidentes que lo antecedieron en la Casa Blanca se equivocaron cuando decidieron enfrentar a los Castro y a su revolución, señalándolos como enemigos de Estados Unidos y de las ideas que sostienen las instituciones de la democracia y la libertad.

Obama no entiende a los Castro, ni es capaz de calibrar lo que significan, porque él no era, como fueron Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, y Bush (padre), personas fogueadas en la defensa del país frente a la muy real amenaza soviética.

Incluso Clinton, ya en la era post-soviética, quien prefirió escapar antes que pelear en Vietnam, comprendió la naturaleza del gobierno cubano y aprobó la Ley Helms-Burton para combatirlo. Bush (hijo) heredó de su padre la convicción de que a 90 millas anidaba un enemigo y así lo trató durante sus dos mandatos.

Obama era distinto. Cuando llegó a la presidencia, hacía 18 años que el Muro de Berlín había sido derribado, y para él la Guerra Fría era un fenómeno remoto y ajeno. No percibía que había sitios, como Cuba o Corea del Norte, en los que sobrevivían los viejos paradigmas.

Él era un “community organizer” en los barrios afroamericanos de Chicago, preocupado por las dificultades y la falta de oportunidades de su gente. Su batalla era de carácter doméstico y se inspiraba en el relato de la lucha por los derechos civiles. Su leitmotiv era cambiar a América, no defenderla de enemigos externos.

Como muchos liberals y radicales norteamericanos, especialmente de su generación, pensaba que la pequeña Cuba había sido víctima de la arrogancia imperial de Estados Unidos, y podía reformarse y normalizarse tan pronto su país le tendiera la mano.

Hoy es incapaz de entender por qué Raúl se la muerde en lugar de estrecharla. No sabe que los viejos estalinistas matan y mueren con los colmillos siempre afilados y dispuestos. Es parte de la naturaleza revolucionaria.

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2 comentarios

  1. El mulato sabe que no realizó lo que prometió desde su primera campaña, de manera que busca un logro más accesible e inmediato, por el poco tiempo que le queda en la Casa Blanca. Así como Nixon quedó para la Historia como el primer presidente estadounidense que visitó a la China de Mao y estableció tensas relaciones (aunque se hundió con sus tonteras en Watergate), Obama crée que alcanzará un logro similar en su restablecimiento de relaciones con algo peor que un demonio de Tasmania, que EEUU tiene a 90 millas de sus Cayos en la Florida, pero no asume 1. que está soltando a unas fieras peligrosas sin tomar precauciones, y 2. que si el próximo gobierno de EEUU es republicano, reversarán el grueso de esos acuerdos con Raúl Castro, probablemente reiniciando esas conversaciones, pero en términos más lógicos, exigiendo apertura democrática en Cuba, Win Win, no como ahora que sólo beneficia a la dictadura castrista (y al ego del mulato Obama).

  2. No es solo Obama, por estos lares no ha llegado aún la prueba de fuego y que vendrá dada por los resultados electorales del 6D y si dado un triunfo contundente – tal como se espera – , el aparato político del Estado accederá a admitir tal resultado y obrar en consecuencia. Tengamos presente que la oposición siempre ha jugado desde una posición de indefensión y que todo dependerá si la ley de los grandes números hará valer su peso – masa o si cada quien, votará y se retirará a su casa, considerando que ya ha cumplido con su deber. Es en ese ínterin donde puede actuar el régimen con una relativa impunidad e imponerse a punta de muchas triquiñuelas y una buena dosis de audacia.

    Hay es cuando veremos si son o no ineficientes los comunistas en la lucha callejera y amparados por todo el poder del Estado. Si luego de que hinquen sus colmillos en la yugular del adversario, lo van a dejar libre para que pueda luchar y defenderse. Nunca hemos visto que lo hagan y no suelen tomar prisioneros, cuando de preservar el poder se trata. Y es que hay no valen organismos internacionales ni nada de nada ; pues ya han demostrado que están dispuestos a gobernar sobre las cenizas y lo demás son ´´planes especiales´´ y mantener el control sobre la población a como de lugar. En eso son buenos y todo dependerá de hasta donde quieran llegar. Tienen con que.

    Solo esperemos el 6D y veamos de que están hechos los líderes y si de verdad tienen algo que valga la pena entre sus pantalones. Ya falta muy poco…

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