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Nuestro pueblo pasa hambre y la Fuerza Armada se rearma

Nicolás Maduro, de manera sorprendente, anunció el 28 de diciembre de 2016 en un desfile militar en el campo de Carabobo, que había autorizado “suficientes recursos financieros” para equipar a la Fuerza Armada Nacional con el más moderno armamento. Agregó, que dicha adquisición se realizaría como consecuencia de la negociación y firma de dos convenios militares con Rusia y China, para lo cual enviaría a Moscú y a Pekín al general Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa. Esa decisión, en medio de la grave crisis económica que enfrenta el gobierno nacional, obliga a evaluar la situación geopolítica de Venezuela para determinar si se justifica o no. Antes que nada deseo resaltar el negativo impacto que dicha noticia tuvo en la opinión pública, al no entender cómo el presidente Maduro, responsable de la caótica situación que padecen los venezolanos víctimas del hambre y de la inseguridad por falta de productos de primera necesidad, medicinas, atención médica y cuerpos de seguridad honestos y eficientes, se atreva a despilfarrar millones de dólares en un material de guerra que, por lo menos, no parece ser de obligante y urgente adquisición.

Su inexplicable decisión sólo podría entenderse si se relaciona con la posición crítica mantenida por el gobierno nacional  a la firma del acuerdo militar entre la OTAN y Colombia. Sin embargo, ese acuerdo, según lo expresado por Luis Carlos Villegas, ministro de la Defensa colombiano, sólo busca fortalecer “una mayor capacidad de cooperación con la OTAN para acceder a tecnologías de punta e información en la lucha contra el crimen organizado y el fortalecimiento de la ciberseguridad. Simplemente es cooperación para tener unas fuerzas militares modernas, transparentes, respetuosas de los derechos humanos y bien informadas en nuevas tecnologías, similar a la que hemos establecido con la Unión Europea, Naciones Unidas, Estados Unidos, China o Brasil”. El presidente Juan Manuel Santos mantuvo: “acepté el acuerdo de cooperación militar con la OTAN con el objeto de gestionar el postconflicto, tras el acuerdo firmado con las FARC”. El estudio que el Alto Mando Militar venezolano debió realizar, antes de plantear un nuevo endeudamiento, tenía que concluir, para poder justificar la decisión del presidente Maduro, que la firma del  mencionado acuerdo  representaba una ruptura del equilibrio estratégico entre Colombia y Venezuela de tal gravedad que transformaba de inmediato a Colombia en una real amenaza a nuestra seguridad nacional. En verdad, no lo creo.

El equilibrio estratégico entre Colombia y Venezuela se perdió a partir de 1989, como consecuencia de la esquizofrénica política exterior establecida por Hugo Chávez en su absurda ambición de liderazgo mundial, sin entender que Venezuela sólo puede ser una potencia media de la América Latina. Sus intemperantes posiciones, entre ellas su permanente ataque a los Estados Unidos y su constante búsqueda  de alianzas con Estados forajidos,  anularon progresivamente la inteligente y discreta política exterior de nuestra democracia. Venezuela mantuvo una estrecha alianza comercial con los Estados Unidos y el mundo occidental, como seguro y permanente proveedor petrolero en cualquier circunstancia, como lo fueron la Segunda Guerra Mundial y las guerras árabe–israelíes. Esta realidad nos permitía tener una absoluta independencia en nuestras relaciones internacionales. Vale recordar nuestro apoyo a Argentina durante la Guerra de las Malvinas o al general Omar Torrijos en su lucha por recuperar la soberanía de Panamá sobre el canal transoceánico. Al contrario, Colombia, para lograr la neutralidad de los Estados Unidos en caso de un conflicto con Venezuela, requería mantenerse, en cualquier circunstancia, como un permanente aliado político de los Estados Unidos.

Además, para poder determinar si la firma de ese acuerdo representa una real amenaza de Colombia sobre Venezuela es necesario analizar con detalle la nueva orientación que ha venido manteniendo la OTAN desde hace varios años y la situación interna de Colombia. La OTAN planteó en su Concepto Estratégico de 2010 la necesidad de incrementar la cooperación con otros países en el actual marco geoestratégico. Superaba la tradicional visión de invitar a países a formar parte de la Alianza, que sólo tomaba en cuenta su ubicación geográfica y la misión de la Otan: defender a Europa ante la amenaza del Pacto de Varsovia. Por ese motivo, se ha vuelto prioritaria para la OTAN la política de asociación. De esta manera permite que algunos países se comprometan con la Alianza en la medida de sus intereses y necesidades, desde el simple diálogo político hasta la identificación de áreas de interés común que permitan ampliar la cooperación entre la Alianza y un determinado país. Operativamente facilita que otros países puedan participar de una manera u otra en operaciones lideradas por la OTAN, y mejorar su interoperabilidad con las fuerzas armadas aliadas. La idea de la asociación con otros países también significa una mayor aceptación, legitimidad y efectividad de las operaciones OTAN. Además, es un espaldarazo a los valores que comparten los aliados.

Los investigadores Carlos Malamud y Carlota García Encino sostienen en un trascendente artículo que: “desde el año 2008, una delegación de oficiales militares y de la Policía Nacional colombianas viajó a Afganistán para ver de qué manera su experiencia nacional podía servir en actividades de desminado, operaciones especiales, lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la erradicación de cultivos ilícitos. Al mismo tiempo, en este período ha ido aumentando la presencia de altos mandos militares colombianos en las conferencias de la OTAN y existen equipos militares de enlace de Colombia en la sede de la Alianza”. A mi criterio, el acuerdo se justifica por el interés común existente en la OTAN y en Colombia en fortalecer el combate contra el narcotráfico. Sólo con pensar lo que significaría una eficiente integración de los cuerpos de inteligencia permite justificar el acuerdo. También hay que señalar que otros países latinoamericanos han empezado a tener importantes relaciones con la OTAN, entre ellos Brasil y Argentina.  De todas maneras, perspicaz como me he vuelto, llego a pensar que esa descabellada e irresponsable decisión, que niega la posibilidad que existan recursos imprescindibles para paliar las penurias de los venezolanos, no obedece a ninguna amenaza en contra de nuestra seguridad nacional, sino a  la necesidad de Maduro de desprestigiar aún más a la Fuerza Armada Nacional exponiéndola al escarnio público para descalificarla como un importante y casi irremplazable grupo de presión que puede, en un momento determinado, cuestionar su desastroso gobierno.

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