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Noticias del planeta azul

Científicos de la NASA han informado haber descubierto rastros de vida en una roca que cayó en la superficie terrestre procedente del cosmos hace 2000 años, se trata de microorganismos, bacterias fosilizadas dentro de un fragmento de roca espacial. Estas formas de vida son, por cierto, muy similares a las arqueobacterias, unos organismos unicelulares que viven en diversas formaciones del planeta, tanto en la superficie como en las profundidades del océano. Esto ha llevado a especular sobre la posibilidad de que alguna de las especies que habitan la Tierra, sin descartar al hombre, podrían ser el resultado de mutaciones de miles de millones de años de evolución de estos microorganismos que en un remoto pasado cayeron a la Tierra provenientes de alguna de los cientos de miles de estrellas de la galaxia.

Edwin Hubble anunció en 1924 que la Vía Láctea no era la única girando en el cosmos, que la nebulosa espiral Andrómeda era otra galaxia y que la nuestra era una entre decenas de millones de galaxias. Estas noticias nos colocaron en una posición menos arrogante en la escala astronómica ya que, al parecer no somos los únicos habitantes del universo. Sin embargo, esta maravillosa posibilidad, con todas sus repercusiones científicas, filosóficas y religiosas, ha pasado a un segundo plano noticioso dentro de la trivialidad generalizada de los innumerables filmes y series de ciencia ficción, donde la idea de vida extraterrestre es concebida como una legión de seres monstruosos, belicosos y despiadados que amenazan con conquistar la tierra. Vivimos en una sociedad donde el espectáculo retoma cada parcela de la realidad convirtiéndolas en productos de consumo masivo, lo que, a su vez, refuerza nuestra tendencia a percibir un mundo ilusorio. Para la sociedad del espectáculo, la incertidumbre y el miedo a lo desconocido son un jugoso negocio. 

El regreso de los ovnis

En Estados Unidos, el Pentágono ha admitido, tras años de silencio total, la existencia de numerosos “fenómenos aéreos no identificados” (UAP). Diversas instituciones y testimonios en distintos lugares del globo corroboran con objetividad dichos avistamientos. Esto ha potenciado a los guionistas de Hollywood a producir historias sobre OVNIS y conspiraciones extraterrestres que producen ganancias millonarias. Pareciera que, aparte de todos los terrores producidos por nosotros mismos, como la parálisis del mundo debido a la pandemia o la actual amenaza de Putin de lanzar una guerra atómica, estuviéramos fabricando otro miedo colectivo, esta vez proveniente del espacio infinito. La fascinación y especulación sobre temas de ficción futurista ha sido recurrente desde los inicios de la modernidad. A finales del siglo pasado, Julio Verne, en su libro De la Tierra a La Luna predijo con su estilo extravagante lo que sucedería un siglo después en la Misión Apolo 11. La Guerra de los Mundos, escrita por H.G. Wells, primera novela de ciencia ficción publicada en 1898, detalla el conflicto entre la humanidad y una raza extraterrestre de marcianos. Wells señaló que la inspiración de la trama fue el efecto catastrófico de la colonización europea sobre los aborígenes de Tasmania a comienzos de 1800. Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, Odisea Espacial: 2001 de Clarke-Kubrick entre otras obras maestras, me llevan a pensar que la ciencia ficción aparte de haber creado una nueva mitología adaptada a la sociedad industrial del siglo XX, ha sido un medio para la proyección de la ansiedad colectiva ante el futuro. Esta podría ser la razón de por qué en estos días la idea de vida extraterrestre se ha convertido en noticia sensacionalista. Debido a creencias aprendidas y a nuestra ignorancia, arrastramos una carga de prejuicios religiosos, culturales y sociales que nos hacen pensar de una manera limitada sobre el universo y hasta de nuestra propia vida. Todo aquello que no es familiar a nosotros o diferente a nuestra manera de ver el mundo lo percibimos como una amenaza. Las creencias geocéntricas de la Edad Media aun permean nuestra visión del mundo y de los fenómenos. Quizás sea por eso por lo que durante años se descartó la existencia de vida en otros planetas pues esta suposición vulneraba nuestra humana arrogancia.

Para la mayoría, la vida y el universo son campos desconocidos. La tendencia a proyectar hacia afuera la causa de nuestra ansiedad o de nuestros problemas produce miedos y hasta monstruos. La escritora Regina Barreca expresó en una oportunidad: «Nuestras pesadillas se hacen insoportables por la precisión con las cuales nosotros mismos las elaboramos. Nuestro miedo convierte nuestro mundo familiar y conocido en un paisaje apocalíptico que solo existe en nuestra imaginación» (Regina Barreca, The Uses of Fear, NorthEast. Harford Courant Sunday Magazine. Connecticut, oct. 27, 1996).

Alien, Exterminador, Depredador, Día de la independencia, X-Files, podrían simbolizar nuestras propias tendencias y acciones proyectadas en la pantalla de los cines y televisores. Hasta el momento no hay certeza de que seres extraterrestres hayan llegado a la tierra o infligido daño a alguien. Por el contrario, son terrícolas los causantes de la conquista y exterminio sistemático de las culturas indígenas de América, el genocidio de millones de judíos cometido por los Nazis, el bombardeo atómico sobre poblaciones civiles indefensas en Hiroshima y Nagasaki, los campos de exterminio del Khmer Rouge, la invasión rusa a Ucrania, los salvajes ataques terroristas contra Israel y el exterminio de los cristianos en el Medio Oriente y norte de África, sin dejar de lado la destrucción sistemática de las selvas del Amazonas y de las etnias ancestrales que allí habitan orquestadas por los gobiernos socialistas de la región asociados con el crimen organizado. La contaminación y depredación sistemática en progreso de los recursos naturales pone en peligro la vida misma sobre la Tierra, son hechos reales cuya monstruosidad supera el horror de los filmes de ciencia ficción.

El tema de la existencia de vida en otros planetas, el cual se ha prestado a tantas especulaciones y distorsiones, es abordado por el filósofo budista Daisaku Ikeda (1928-2023), cuando afirma: «En el sentido budista, los entes vivos no están limitados a los seres biológicos conocidos. El budismo considera el universo entero como la fuente que genera todas las entidades. El universo es en sí mismo un ser vivo que contiene el potencial para desarrollar vida en todas las formas. La interpretación filosófica budista nos lleva a asumir que la vida está latente en todo el universo. Todo pensamiento teórico budista parte de la idea de que el universo en su totalidad es un inmenso cuerpo viviente.  Siendo esto así, a un budista no le sorprendería en lo más mínimo la idea de que en otros planetas vivan otros seres inteligentes” (Daisaku Ikeda and Arnold Toynbee, Choose Life, A Dialogue, Oxford University Press, 1989).

En la actualidad, las únicas naves que surcan la órbita terrestre no están tripuladas por criaturas monstruosas y belicosas sino por astronautas que nos han permitido observar a nuestro pequeño y hermoso planeta azul flotando en el espacio sideral, girando como un trompo a 1.500 kilómetros por hora mientras realizar un viaje de 365 días alrededor del sol, transportando a 8.000 millones de seres humanos, a millones de especies diferentes de plantas, animales y microorganismos, cuyas poblaciones forman entre sí una vasta y dramática trama de relaciones interdependientes en frágil equilibrio.

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