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No incurrir en el mismo error

El referendo revocatorio consagrado en el artículo 72 de la constitución de 1999 es una de las pocas instituciones de esa misma constitución, que hace sintonía con el artículo 5 de la misma, que aunque repite el clásico concepto según el cual “la soberanía reside en el pueblo” agregó a ese concepto el adverbio de modo “intransferiblemente”, lo que quiere decir que esa soberanía no la ejerce el pueblo únicamente “mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público”, que es la forma como continúa la redacción del artículo 5, sino que ese mismo pueblo la puede y se ha reservado el derecho de ejercerla directamente.

De lo dicho se desprende que el referendo revocatorio de los cargos y magistraturas de elección popular, incluido el del presidente, que consagra el artículo 72, no puede estar sujeto a la tutoría de los órganos y cargos que, por si fuera poco, ni siquiera son de elección popular, que es donde está depositada la soberanía, como lo son tanto el Tribunal Supremo de Justicia como el Consejo Nacional Electoral. La tutoría está a cargo de cada uno de los ciudadanos que constituyen el pueblo que es el depositario de la soberanía.

¿Puede haber otra interpretación del contenido y alcance de los dos artículos citados? ¿Acaso puede ser que una interpretación conduzca a afirmar que la única instancia visible en que la soberanía puede ser ejercida directamente por sus depositarios, ese ejercicio sería tutoreado, como si se tratara de menores de edad carentes de padres, por el TSJ y el CNE? Si así fuera, el engaño y el fraude a todo el pueblo de Venezuela cometido por la “asamblea constituyente electa en 1999” me hace a mí pensar,  que esos diputados merecerían la pena de muerte por engañar a su propio pueblo, y sé que estoy contraviniendo lo dispuesto en el artículo 43 de la constitución que proclama el derecho a la vida como inviolable. No tendría otra defensa que alegar que también Simón Bolívar dictó el decreto de “Guerra a Muerte” y le dio ejecución no pocas veces,  mientras que yo no poseo armas, jamás he disparado un tiro, pero aprendí de niño que “…es de hombres y de honradez y patriotismo, decir lo que se siente y escribir lo que se piensa…”.

No escapa a mi razón que la experiencia del referendo revocatorio de agosto de 2004 debe provocar en muchos espíritus no carentes de ánimo, una cierta incomodidad de repetir un experimento, que dejó inserto en el alma de muchos de quienes concurrieron y votaron que habían sido víctimas de un fraude en el cual la participación de la empresa proveedora de las máquinas y del programa que las máquinas operarían y cuyo nombre omito, jugó un papel fundamental en el supuesto triunfo de Chávez Frías en el referendo revocatorio, pero no voy a volver la mirada atrás, “…vivir de tristes recuerdos solo es propio de espíritus apocados y débiles… lo pasado bueno o malo ya pasó…” y sabemos que muchos años después cuando ya habían obtenido buenos ingresos, esos mismos proveedores de las máquinas y los programas hicieron público que se habían contado más de un millón de votos en la reelección de quien ahora sería revocado, que no es otro que el usurpador.

El usurpador está usurpando el cargo desde el año 2013, cuando supuestamente compitió y derrotó a Capriles, pero sin separarse del cargo (encargado de la presidencia, como vicepresidente ¿qué era?), pero ese privilegio solo es ejercible por un presidente en propiedad que compita para su reelección. No se extiende el privilegio a un encargado, lo que hacía ilegal e inconstitucional su competición y por lo tanto su elección. La usurpación viene desde el año 2013 y su reelección es otra usurpación, por lo que llegada la mitad del siguiente período que supuestamente se inició en enero de 2019, con el año nuevo de 2022 necesitamos un número no menor del 20% de los electores de la correspondiente jurisdicción que es una sola, la del país entero y no la bribonada de quienes violando la constitución, pretenden socavarle al pueblo la soberanía que radica en él de modo “intransferible”, exigiendo mayorías en cada circuito electoral, como si la elección presidencial fuera resultante de los circuitos y no del país, como una unidad. Lograremos un voto más de los que anunciaron haber obtenido, sin necesidad del descuento del millón que los proveedores de las máquinas dijeron que no sabían de donde habían salido. Para esta empresa o este arrebato solamente necesitamos lo que hace ya unos cuantos años el  fallecido Papa Juan Pablo II nos exigió “no tengáis miedo”.

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