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No estamos solos

Venezuela ofrece un espectáculo folclórico-trágico que asombra al mundo. Una Asamblea Nacional en la que los diputados de la oposición duplican a los del gobierno, permanece bloqueada por la Sala Electoral írrita en un Tribunal Supremo de Justicia que carece de legitimidad.

El Poder Legislativo (Asamblea Nacional), según la constitución de 1999, vigente, tiene tres funciones fundamentales: Dictar leyes, ejercer el control del Ejecutivo para que se mantenga en el marco constitucional que le corresponde, y ser escenario de debates y confrontaciones políticas.

Pues bien, la Asamblea Nacional está imposibilitada de cumplir a cabalidad estas tres funciones fundamentales. Aprueba leyes pero el gobierno no les pone el ejecútese ni las publica en la Gaceta Oficial; cita a ministros y otros funcionarios públicos de alto rango para ser interpelados sobre la marcha del gobierno y ellos no concurren; la difusión de los debates se dificulta porque los medios no los transmiten y la televisora propiedad de la Asamblea Nacional no funciona porque la directiva saliente se apropió indebidamente de sus instalaciones.

No faltan quienes de buena fe, con la mejor intención, expresan el temor de que ante la inutilidad de las acciones de la Asamblea Nacional, ésta termine, si no desacreditada sí considerándola como mecanismo ineficiente en la lucha por restablecer la democracia.

Tales riesgos están siempre presentes, de manera que es obligatorio buscarle la contra. Como en política la pasividad puede resultar mortal, y como tampoco las acciones alocadas dan resultados positivos, se impone mantenerse alerta y activos para que no se pierda la esperanza.

Poderoso factor de estímulo es la solidaridad internacional. El mundo está pendiente de la anormal situación venezolana. Constantemente los medios se hacen eco de pronunciamientos de destacadas personalidades políticas del mundo entero alertando sobre la situación en Venezuela, sometida a una dictadura totalitaria.

No es común que el Sumo Pontífice, desde la plaza de San Pedro en el Vaticano, el Domingo de Resurrección pidiera que el mensaje de amor de Jesús “se proyecte cada vez más en el pueblo venezolano en las difíciles condiciones en las que vive”.

No estamos solos, desde miles de kilómetros nos acompañan. Convirtámonos en multiplicadores de la información de los hechos, superemos el mundo paralelo y de fantasía que todavía insiste en aparentar el gobierno.

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