Ni quiere ni puede
Me refiero a Maduro. Se aferra al poder y acelera la agonía de Venezuela con más miseria y muertos. No hay argumentos que permitan pensar que el desastre puede mejorar con este régimen; prolongar la agonía no es “ganar tiempo”, sino destruir millones de vidas.
La salida incluye elecciones libres y justas con todas las garantías internacionales. Venezuela tiene una constitución elaborada en su momento por la mayoría chavista y hoy violada sistemáticamente por el chavo-madurismo. Elecciones libres y respeto a los derechos humanos y la constitución son dos irrenunciables puntos de encuentro (nacional e internacional) para la recuperación y reconstrucción de un país reconciliado. Pero Maduro ni quiere ni puede aceptarlas y dice que se puede discutir todo menos su usurpada presidencia hasta el 2025.
Es difícil encontrar civiles y militares no corruptos medianamente informados que no consideren una locura trágica la prolongación de este régimen por seis años más y la voluntad de perpetuarse totalitariamente. Es necesario que también en el mundo todas las fuerzas de presión con alguna autoridad moral rechacen esta realidad inhumana. Según los expertos las elecciones libres no podrán ser antes de diciembre de este año, pues se requiere habilitar candidatos y partidos, liberar presos y exiliados, cambiar el CNE, renovar el Registro Electoral, garantizar el voto de millones de exiliados y la libertad de los testigos, eliminar la usurpadora ANC “supraconstitucional”…
Cambio de régimen ya. Pero sería un gravísimo error y una cruel tortura contra toda la población que los dirigentes de Venezuela y el mundo se olvidasen o aplazaran el cambio inmediato del modelo económico-social reinante. La población -incluso los chavistas y los militares no corruptos que son la mayoría- sabe que el trabajo, la empresa productiva, la educación, las instituciones y los servicios públicos más esenciales… agonizan. Urge un cambio de modelo económico con freno a la hiperinflación, garantías y estímulo a la inversión y la producción y un “plan Marshall” inmediato con masiva ayuda humanitaria internacional, refinanciamiento de la deuda desbocada, con años de gracia e inversión de decenas de miles de millones de dólares. Esto no puede esperar hasta el 2020 con el nuevo gobierno electo. Es obvio que Maduro desde el poder “ni quiere ni puede” cambiar su “socialismo del Siglo XXI” y carece de toda confianza interna y externa para la reconstrucción y para recibir el apoyo internacional masivo y activar la inversión privada multimillonaria, sin los cuales Venezuela no tiene vida. Maduro ni quiere ni puede.
Venezuela entera y los líderes del mundo no pueden perder tiempo prolongando esta cruel agonía. Urge combinar con más eficacia la presión interna y externa y la negociación para lograr la salida de Maduro con la garantía de un gobierno de transición con programa, libres elecciones con condiciones y cambio inmediato de modelo, garantías jurídicas y reinstitucionalización constitucional. Gobierno de transición y elecciones donde el chavismo responsable participe de modo significativo y con pleno derecho.
Hay avances hacia el gran consenso. EE.UU ya pone en primer lugar las elecciones, también la Unión Europea y el Grupo de Lima. Los intereses de China y Rusia no están en mantener este régimen de creciente ruina económica. Al régimen cubano que tiene secuestrado a nuestro país hay que hacerle ver con hechos que le conviene más aceptar el cambio en Venezuela. Hace falta más unidad en los demócratas y mayor presión hasta ver que la salida de Maduro les beneficia más que su permanencia usurpadora.
Avances. En el prediálogo de Noruega (no ha habido diálogo) ocurrió algo muy importante, los representantes de Guaidó expresaron de manera clara y firme que la salida de Maduro es condición irrenunciable para que se inicie la negociación, pues su permanencia usurpadora significa más muerte y violación de derechos humanos. Me imagino que del lado del régimen se defendió como indispensable la permanencia de Maduro en el poder hasta el 2025. Obviamente, esta claridad de posiciones enfrentadas impidió el inicio de un falso diálogo como los del pasado. El régimen anunció que continuará la negociación y Guaidó dijo con claridad que por ahora no puede iniciarse. Luego en Suecia, en Washington y en múltiples instancias se apoya el “diálogo de Noruega”, que solo será verdadero si todos los amigos de la democracia y los DDHH en Venezuela entienden y defienden que Maduro y su equipo es dictadura y anticambio. Urge la presión para la salida negociada de Maduro y Gobierno (¿Junta de Gobierno?) de transición con claras y definidas líneas para el cambio inmediato del suicida modelo económico social y la inmediata preparación de las condiciones para unas elecciones libres y justas. Es clave la negociación sobre el papel y las garantías de las fuerzas armadas en esta transición.
Me cuesta aceptar que haya “políticos” tan ingenuos que crean que Trump va a enviar sus marines para salvarnos o que la ONU va a enviar a su Comisionado de Derechos Humanos para plantarse ante Maduro, llamarle usurpador y criminal y exigir su renuncia inmediata. Lamentablemente hay quienes parecen apostar a este imposible y tachan de vendido al presidente encargado Guaidó si no entra en ese juego. Es importante que Bachelet haya venido como enviada de la ONU, llamando protocolarmente presidente a Maduro. Su visita ha ayudado mucho para hacer más visible la tragedia de Venezuela, la persecución y la tortura política y el grave y masivo deterioro humanitario. Que el mundo y la propia ONU entiendan que esas no son acusaciones de opositores radicales carentes de objetividad, sino que aquí hay dictadura de muerte y no un «socialismo humanitario». Por la forma en que se dieron los encuentros y las evidencias y el comunicado final, esperamos que esta visita y sus consecuencias contribuyan más para que todos los países decisivos (incluso China y Rusia) sumen esfuerzos y aceleren la presión para la salida del usurpador y de un gobierno unitario de transición con la tarea muy precisa de cambiar el modelo de muerte impuesto por el régimen y preparar las elecciones democráticas. Todo esto exige de la dirigencia venezolana (trabajadores, vecinos, empresarios, iglesias partidos políticos, ONG, academias…) un propósito superior claro y unitario respetando la gran pluralidad de sus identidades y tareas específicas. Se trata de salvar cuanto antes el barco que, con la actual tripulación y rumbo, se hunde sin remedio.