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Ni derechas, ni izquierda

La trampa, ser de derecha es malo, ser de izquierda es bueno, ser conservador es malo, ser liberal es bueno, mejor es ser de izquierda y vivir como le gusta a la derecha, allí esta la ecuación. Es la incoherencia entre pensamiento y acción. Pregono lo que no practico.  

Lo que referimos en líneas anteriores se refiere al terreno de política, no se trata de como funciona nuestro cerebro que nos sitúa entre ser diestros o no, que, por cierto, revisando cifras nos encontramos con que, por ejemplo, el 85 al 90 por ciento de las personas son diestras y del 10 al 15 por ciento, zurdas, o sea aproximadamente el 12% de la población mundial es “sinister”, estos 790 millones de personas. Esta categoría, como podemos concluir, es mucho más reducida que los “dexter”. En la antigüedad, se consideraba que la mano izquierda era impura o malévola, y a menudo se asociaba con la brujería o la maldad. Esto llevó a que las personas zurdas fueran marginadas, discriminadas y, en algunos casos, incluso perseguidas y castigadas. La pregunta que se hará, amigo lector, será que existe una correlación entre ambas, ser de izquierda es más mas para zurdos y ser derecha para diestros. La verdad es que seguramente algún psicólogo seguramente ya estudio esta condición. La mayoría de las personas de izquierda son zurdos, los diestros son de derecha y los de esta categoría que sean de izquierda son unos oportunistas. Vaya usted a saber si esto tiene sentido. Se lo dejamos a los científicos.

Sin embargo, en el mundo real, la proporción de personas políticamente de izquierda y los de derecha es más o menos la misma. La de izquierda es por lo general contradictoria en su posición, la derecha se aproxima a una visión de mundo por el sentido común. No elabora mucho sobre que aspira de la política. Sin duda, son maneras impropias de aproximarse a la verdad, muchas veces discordantes en la forma y el contenido. 

Las nociones de izquierda y de derecha nos encajona arbitrariamente en el espectro de colores de la política. Este posicionamiento nace según afirman historiadores en la Francia de la revolución francesa, para posteriormente al igual las ideas se extendió la nomenclatura a gran parte de los sistemas políticos del mundo. El clero y la nobleza se empezaron a asociar al término “derecha” y los representantes de la burguesía y del pueblo llano se vincularon al término “izquierda”. Unos defendían   a los aristócratas y al clero y los otros a las republica y las libertades civiles, pero, al integrar a muchos comerciantes, también el capitalismo y el libre comercio, ideas que con el tiempo se traspasaron a la derecha.

En estos tiempos los dizque izquierdistas, (abundantes en América Latina) muchos de los cuales destruyen las repúblicas y las libertades civiles han ganado en la narrativa, generando una matriz de opinión según la cual lo que pregonan es noble y la visión de derecha es innoble.   Decir que alguien es de derecha es como un insulto y poco hacen los de la derecha para contrarrestarla. La simpleza es tal que casi se llega a la noción de izquierdas buenos, los de derecho malos. Lo cierto es que ni lo uno ni lo otro. Las ideas políticas sectorializadas dan paso a una visión más pragmática y realista. La visión es totalitarismo vs Democracia. No importa de que lado de la ecuación se esta. Por ello el “centrum” se coloca en ser progresista si quieres zafarte de la tela de araña de las izquierdas y las derechas.

Me decía un amigo ¡No sé si soy derecha pero seguro que soy progresista! Al final el concepto es amplio y da para todo, hay gente de derecha muy progresista y gente de izquierda cada día menos progresistas. Veamos.

El término se lo acuñan para sí muchos que en sus prácticas y comportamientos políticos están lejos de ser personas con una visión liberal de la vida, de la política y de la economía. Partamos de dos ideas bien definidas; ser progresista es diferente a ser comunista o ser neoliberal. Por supuesto, lejano del socialismo marxista. Un progresista no se identifica con ningún tipo de autoritarismo, sea de derecha o de izquierda.

El progresista no es conservador, no le gusta el militarismo, ni los nacionalismos trasnochados. Lejos está de las dictaduras de cualquier signo. Es contrario a los liderazgos políticos que se creen que están por encima de las instituciones. Cree en la alternancia. El único imperio que exalta es el de la ley.

Los progresistas no aceptan autoridades que son tan conservadoras que se quieren perpetuar en el poder. Los progresistas no son estáticos con las ideas, por lo general promueven cambios diáfanos en lo económico y político. El progresista cree en el sector privado y respeta a los individuos. Reconoce la importancia del Estado como garante de la cohesión social.

En el espectro político puedes estar en centro izquierda o centro derecha y tienden siempre hacia el centro que es la zona de confort para las negociaciones y el logro de los consensos.

El progresista siempre estará del lado de la solidaridad social, de la democracia política, del equilibrio político, defenderá la justicia y luchará contra la discriminación de cualquier género. Promueve la integración y reconoce las ventajas de la globalización.

En el plano internacional debe ser ambientalista y defensor de la economía verde. Entiende la importancia de limitar a las trasnacionales y apoya las causas nobles de los países en desarrollo. Cree en el multilateralismo y se alinea con las naciones que tiene como vocación el respeto a los derechos humanos, la protección del ambiente y la negociación como medio para solventar las disputas.

Una nación que sea intolerante al diálogo, que no respete la diversidad, que discrimine por razones religiosas o ideológicas, margine a los que difieren de su visión de mundo, quienes debiliten el sistema de justicia y utilicen la amenaza para lograr objetivos nacionales no están del lado de los progresistas. El progresista más que un revolucionario es un reformista. Entiende que la violencia siempre está del lado de los que no tienen la razón. Aunque puede añorar una revolución, entiende que la humanidad de estos tiempos no está para cambios bruscos sino consensuados. Su actuación primaria es el respeto al otro y a la tolerancia. Así es que muchos de los que pregonan gobiernos “progre” o progresistas se están adjudicando posturas que no se corresponden con su actuación por una parte y con una esencia del progresista gobiernos transparentes, responsables y fundamentalmente democráticos.

Lo cierto es y tal como me recordaba el politólogo Gonzalo González, ya el escritor Argentino Jorge Fernández Díaz (Zendalibros) había acuñado la frase “falsos progresistas” para caracterizar a aquellos grupos o personas que se autoproclaman progresistas y su praxis va en sentido contrario.

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Un comentario

  1. Interesante artículo. En mi más reciente libro, “Mitos de nuestra humanidad”, presento un argumento similar con el fundamento básico de que tanto la “derecha” como la “izquierda” son necesarias para que exista democracia. Como menciona el artículo, el origen de esos términos se remonta a la revolución francesa, y revela la pugna entre los derechos a la propiedad en un polo y en el otro los derechos a la oportunidad. Este constante enfrentamiento y su (des)equilibrio es el mayor creador bienestar social, demostrado históricamente. Precisamente por estar asociada la izquierda clásica con la oportunidad, es atractiva para la juventud, la cual se encuentra en la etapa de vida de búsqueda de nuevas oportunidades, y en Latinoamérica la demografía es mayoritariamente joven. Por estar la derecha asociada con la propiedad, es natural que personas con trayectoria, carrera y activos acumulados, se parcialicen en defender sus derechos a la propiedad. Nuevamente, en Latinoamérica. La gran desigualdad económica, sumada a una percepción de falta de oportunidades, favorece a la izquierda en este sentido.
    Quiero hacer salvedad con parte del ensayo que hace la equivalencia de conservadores con derechistas, una falacia común, aunque frecuentemente están asociados. Los conservadores en esencia consideran que vivimos en el mejor de los mundos posibles e intentar cambiarlo es tratar de destruir ese mundo. Bajo esta definición, por supuesto, el régimen venezolano es conservador. El conservadurismo rechaza el progreso y el cambio, y por eso también se le asocia a la religión (de cualquier signo), puesto que, si dios creó al mundo, ¿por qué pretende el hombre “mejorarlo”? De aquí, por ejemplo, se origina la Inquisición, con monjes, tribunales y carceleros utilizando intimidación y tortura para preservar (conservar) el dogma.
    Me gustó mucho la reflexión de OHB. Contribuye a deshacer la mitología detrás de la etimología engañosa “derecha/izquierda” mal utilizada por tantos con ánimo autoritario conservador.

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