Neruda en Venezuela
Es triste cuando los ostentadores del poder político, social, cultural y económico, menosprecian y subestiman a los poetas. Cuando en las Universidades venezolanas ha existido un docente o personal administrativo u obrero, con el talento de poeta, son los más valorados y cuidados, porque esos personajes le dan prestigio a las Universidades y les impulsa a reclutar nuevas generaciones inspiradas en las vivencias y trayectorias de ese poeta. Un estudiante universitario busca imitar a su docente-poeta, no a su Rector o autoridades; eso es lo grande del ser poeta que por más que traten de apagar su luz, siempre brilla y nunca perece.
El pasado martes 25 de Septiembre, en los espacios de Casacoima, en pleno centro de la ciudad de Guanare, estado Portuguesa, allí funciona hoy la Corporación de Turismo del estado Portuguesa, en el marco de actividades programadas por el Ministerio de la Cultura, en homenaje a una nueva conmemoración de la partida de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto (nacido en Chile en 1904), alias Pablo Neruda, de este plano terrenal, el 23 de septiembre de 1973, se nos ocurrió hacer una remembranza de su relación con la Venezuela de Andrés Bello, esa Venezuela que cuando él buscó apoyo, por allá a mediados de los sesenta para impulsar el proceso revolucionario en su país y en otros países del continente latinoamericano, la sintió ausente por la negativa de los Gobiernos de entonces de apoyar causas que pudieran ser progresistas y revolucionarias en el ámbito de la cultura de la libertad, la independencia y la paz. Pero esa Venezuela que le fue ausente hoy lo reivindica ante la historia, destacando esa visión en positivo que siempre tuvo Neruda de Venezuela, de su geografía, de sus héroes, de su pasado glorioso que no habla del plumaje maltrecho que se ha ido sumando a las sillas Presidenciales. Los líderes políticos que le dieron la espalda volaron, se desintegraron con el tiempo, pero Neruda año a año renace a través del sol que admiró desde Barquisimeto hasta Sabaneta, y ha trascendido del verso lírico vanguardista a la voz profunda de las cascadas del estado Bolívar donde admiró la grandeza de una naturaleza bravía, virgen y cargada de energía.
El estilo literario de Neruda era en extremo personal, sus creencias en un mundo que pudiera ser igualitario, justo y solidario con las causas de los más humildes, lo hizo un hombre resuelto hasta las últimas consecuencias, en defender aquello en lo que creía y en lo que le parecía justo a su entender; escribía centrándose en todos los sentidos: oír, oler, mirar…; buscaba la descripción de una escena o sentimiento lo más natural posible para transmitir al lector esa verdad y hacerle entrar en su poema o en su escrito; Neruda era preciso a la hora de buscar las palabras adecuadas que emocionaran al lector, sobre todo en las cosas inanimadas, aquellas más difíciles de describir. Se valía de metáforas y símiles, de la imagen, del símbolo, del ruido, para crear descripciones detalladas y emocionales sobre las personas, las cosas, la naturaleza y los sentimientos. En él hay una inmensa influencia surrealista en sus descripciones, utilizando expresiones extrañas y difíciles para describir cosas realmente sencillas, como podría ser el amor perdido, la magia de la noche, el resplandor del sol, el sonido del viento, entre otras. Ve la personificación de cosas inanimadas en su poesía cuando hace mención a creaciones que van más allá de lo simbólico-humano, se desenvuelven desde la realidad al mito, como es el caso de su poema “Un Canto para Bolívar”, o el de la muerte en “Alturas de Macchu Picchu”, o el mar en “Oda al mar”; personifica de manera superlativa las emociones, aumentado los efectos y la universalidad de su poesía, ya que Neruda daba vida, emoción, aliento, pasión, desenfreno, alegría, a todo aquello que irrumpe el mundo que le rodea.
Según nos cuenta Guido Libetti (en su ensayo, ganador del Segundo lugar del I Concurso de Crónicas Históricas de Puerto Cabello, organizado por la Cámara de Comercio de Puerto Cabello, abril de 2016), “…Neruda visita a Venezuela en enero del año 1959. Así lo describe de una manera poética en un pequeño texto titulado En viaje de regreso a Chile Abril de 1959: Descubrí a Venezuela el 23 de enero de 1959, venía yo de australes tierras por la conducta del pacífico, insurgentes espumas, deliciosos pescados. El Reino de Venezuela brillaba a toda luz. El primer hombre que vi me regaló un relámpago. La segunda persona me regalo un arcoíris. Un tercero se me acercó con una garza de fuego, ibis escarlata o corocoro como en estas regiones lo denominan. De una a otra Venezuela era luz….Neruda visitó por un largo tiempo Venezuela…Al hacer escala en Puerto Cabello entrega los poemas al periodista Ali Brett Martínez para su publicación en El Nacional de Caracas. Aguas de Puerto que se llamara Oda a las aguas de puerto, adios a Venezuela, y Nombres de Venezuela, más tarde Oda a los nombres de Venezuela, …Este encuentro pudo darse perfectamente en el Club El Recreo, uno de los clubes más antiguos y famosos de Puerto Cabello…Aunque Neruda tenía un encantamiento particular hacia el mar en general, del cual escribe en uno de sus poemas: Necesito del mar porque me enseña/ no sé si aprendo música o conciencia/ no sé si es ola sola o ser profundo/ o sólo ronca voz o deslumbrante /suposición de peces y navíos…”
Neruda en su visita a Venezuela, fue al estado Aragua, teniendo como guía al poeta, el victoriano Luis Pastori; según aparece reseñado por Salvador Rodríguez, en la revista “Contenido”, del diario “El Periodiquito”, de Aragua: “…estudiantes que entonaron las notas del himno nacional. El poeta Luis Pastori le tocó la histórica dicha de presentarlo ante un público ansioso de escuchar a uno de los poetas de más renombre de la geografía sureña que cobijó a nuestro Andrés Bello. Después de escuchar el himno nacional, el poeta Luis Pastori expresó: con ese juego de imágenes y metáforas que caracteriza su estilo, hizo una semblanza de Neruda, destacando la validez que tiene su poesía en América y trayendo a colación la importancia que en las letras han tenido apariciones como las del insigne poeta chileno y Rubén Darío, en su tiempo”.
De aquella experiencia Neruda deja en manuscrito una nota donde refleja su sentimientos y emoción en tierras de Aragua y en su estadía en La Victoria, pueblo donde conoció de primera fuente la lucha de la juventud venezolana: “Al pueblo de La Victoria que continúe florido y victorioso! Salud! Pablo Neruda, 1959”. Un extracto de las palabras de Pastori a Neruda, muestra el impacto que causó en el poeta chileno al pueblo venezolano: “…En 1939 o 40, época de primeros versos y primeras andanzas, el escritor Ángel Raúl Villasana y yo, en una añeja y colonial pensión de Macuto, leíamos los desgarrados versos con que el poeta lloraba la muerte de Alberto Rojas Jiménez. Época de Residencia en la Tierra. En esa hora imprecisa del atardecer, los ojos se nos iban hasta el horizonte marino, hasta más allá, hasta resbalar el sueño hacia abajo, hacia donde América se ciñe el austrial cinturón de Chile. Allá estaría Neruda, en medio de su clan de símbolos extraños, sumergido dentro de su gramática salada, poniéndole urgentes telegramas a las más humanas y elementales cosas de la tierra, con su nuevo aparato de pindárica sintaxis desesperada. Allá estaría con su viento del sur y sus profundas minas, con su larga capa de olvido y su triste lluvia de Temuco sobre los hombros. Duendes imaginarios, marsupiales antiguos, signos de carbón y de ocre, zapatos vacíos, trajes sin corbata, vientos de ceniza y de hollín -la soledad, en fin, la soledad desgarradora del hombre- estarían insuflando su dinámica vigencia bajo el melampo exangüe de la noche y del trópico. Otra vez América vuelve a alzar su voz, otra vez vuelve a sonar el nombre de Darío, otra vez vuelve a sonar el nombre de América en la poesía de Neruda”.
En 1960, se publica en Caracas, el texto “Fuego de Hermanos a Pablo Neruda”, la cual es un testimonios de la visita de Pablo Neruda a Caracas, en 1959, dispersos en periódicos o inéditos, se reúnen en este breve volumen: Mensaje del poeta a los escritores venezolanos, escrito en el mar, en el viaje de vuelta a la patria; Discurso de Juan Liscano en la Sesión Solemne, celebrada el 4 de febrero de 1959, en el Concejo Municipal de Caracas, para recibir a Neruda y declararlo Huésped de Honor de la Ciudad; Palabras de José Ramón Medina en un Recital de Pablo Neruda, y otras de Miguel Otero Silva en similar ocasión; Presentación de Luis Pastori en el Recital de Pablo Neruda en La Victoria, el 12 de febrero de 1959, Palabras de Rafael Pineda; y Respuesta de Pablo Neruda ante el Concejo Municipal de Caracas, en la ocasión de ser declarado Huésped de Honor.
Juan Liscano, escribió: “Pablo Neruda, Huésped de Honor en esta ciudad seca y polvosa, sin parques ni fuentes, sin rincones evocadores ni edificios perdurables, crecida demasiado ligero y por eso un tanto deforme, he querido mezclar con la gran resonancia de vuestro nombre, los de estos escritores venezolanos que han tenido la suerte de contar con vuestra presencia para este acto en que se les distingue merecidamente. He de decir ahora lo que puede significar para nosotros, los poetas de cualquier parte, y para los que sin ser poetas gustan de la poesía, la obra vasta, siempre igual a ella misma y siempre renovada, sin embargo, que nos habéis dado, desde Crepusculario hasta este maravilloso Estravagario que nos enseña a amar, a existir sucediendo, a vivir existiendo, a descubrir lo trascendente en lo circunstancial, lo general en lo particular, lo único, la piedra única de la belleza perpetua, la piedra filosofal, la fuente de la eterna juventud, en una sonrisa, en los ojos, en el beso de una mujer amada…”
Y luego viene José Ramón Medina, y expresa: “Pablo Neruda pertenece, afortunadamente, a esa legión señera, a esa noble raza de poetas excepcionales; lo ha proclamado más de una vez, con su conducta y con su obra, como condición insobornable que hace a su poesía más accesible y firme, más cercana al espíritu y al corazón de su gente americana, de su pueblo americano, que la comprende porque la siente…Yo estimo que no hay otra definición más certera, más sustancial, para este gran poeta que Chile ha dado a la América de habla española, como la naturaleza cambiante, como la riqueza incesante y prodigiosa, del río expresivo de su poesía. Neruda está en su ley más alta cuando responde de esta manera al imperativo primordial de la vocación lírica. Su obra toda está ceñida por esa maravillosa y contrastante realidad: es como un espejo de profusos contornos, de clamorosas dimensiones, donde la luz de este trópico nuestro quiebra su poderosa fuerza en infinitas zonas de relámpagos y sombras; su temática se nutre de un vigoroso y animado repertorio de cosas, gentes, paisajes, tierras, caminos, pueblos, amores, deberes, sudores y profesiones. Y del tiempo mismo, que es como un gran telón de fondo para la mano creadora y vigilante, que no quiere ni pide descanso…”
A todas estas, el escritor Miguel Otero Silva dijo: “El nombre de Pablo Neruda resuena en toda América como el clamor de los ríos en creciente, como el batir del mar en los acantilados, como el grito del viento entre los grandes árboles. Solamente Rubén Darío ha alcanzado igual o parecida proyección, igual o semejante estatura, en la historia de la poesía latinoamericana. Y así como de Darío nació la torrentera del modernismo, de Neruda se desprende una más nueva poesía americana y española, derribadora de reductos formales por una parte, y por la otra buscadora obstinada del corazón de los oprimidos y de los despojados, flameadora implacable del estandarte de la justicia. Muy escasos, entre los grandes poetas de la humanidad, han escrito tantos versos y sobre tantas cosas como lo ha hecho ya Pablo Neruda, todavía en cincuenta y cinco años y en plena faena creadora, todavía en magnífica e irreductible juventud. De su corpachón apacible y pausado fluye la poesía como fluye la lluvia de las nubes o el fuego de los pajonales secos…”
A todas estas, el poeta Rafael Pineda expresó: “Pablo Neruda…viene a definir la poesía como esencia y presencia de América y no como decoración gratuita o festiva alusión folklórica. América va a ser en su poesía la fuerza avasalladora, genésica, que le insuflará vida al día de la creación de la literatura continental, y la motivación central que iluminará con su luz propia a la poesía. Un universo tan vasto como el que canta, la poesía de Neruda no desechará la más mínima de sus manifestaciones, míticas o reales, pasadas o presentes, en un recaudo portentoso que sólo puede parangonarse con la capacidad territorial de absorción y visión multitudinaria de Walt Whitman. Por eso Neruda procura, por una parte, la gloria de las leyendas palpitantes como la sangre de los dioses de la tierra que los engendraron; y por la otra echa a andar, como lo describe en la bellísima imagen de uno de los poemas de Canto General, el árbol del pueblo, cuyo follaje nutre a un mismo tiempo los misterios precolombinos, el huracán de la Conquista y de la Independencia, y el impulso civilizador trabado por la anarquía y la barbarie; impulso en que, no obstante, ha persistido el hombre americano aun en medio de la más sangrienta expoliación de sus pretendidos amos. De ese árbol del pueblo se desprenden los frutos y las lágrimas, el viento y los destellos esperanzados que rigen a las contingencias del Nuevo Mundo. Pero la obra de Neruda no sólo es importante porque liquida el período de poesía subyugada a Europa, sino porque la realización de esa prodigiosa empresa de definición de personalidad lírica no admitirá en el futuro otra alianza que no sea la de la misma libertad —libertad de acción, de pensamiento, de sentimiento— cuya doctrina resume los propósitos del código universal del gran poeta”.
Y en este compendio que mostró una visita emocional y cargada de afectos y pasión humana, promueve en la voz del poeta Pablo Neruda una pincelada de su voz: “…Al bajar de las cumbres y contemplar la palpitante belleza de la ciudad que ahora me confiere el honor de ser su amigo, pensé en la destrucción que nos amenaza. Que amenaza a todo lo creado por el hombre y persigue con estigma maldito a sus descendientes, por eso pensé que así como los cabildos americanos fueron la cuna de nuestra libertad, pueden en el presente o en el futuro elevar la advertencia contra la muerte nuclear, y proteger así no sólo nuestra ciudad sino todas las ciudades, no sólo nuestra vida sino la existencia del hombre sobre la tierra. Una vez más agradezco la fraternidad con que me recibe el Concejo Municipal de la ciudad de Caracas. Gracias, porque así me siento autorizado para continua/ mi camino defendiendo el amor, la claridad, la justicia, la alegría y la paz, es decir, la poesía…”
Sin duda, la presencia de Neruda en Venezuela ha estado siempre vital, desde su obra inmensa y profunda, hasta las observaciones directas que fue dejando en sus esporádicas visitas a la tierra de Bolívar. Neruda, a juicio de Alberto Rodríguez Carucci, de la Universidad de Los Andes, Instituto de investigaciones literarias, “…estuvo varias veces en Venezuela acompañado de Miguel Otero Silva con quien sostuvo una larga amistad desde los tiempos de la Guerra Civil Española. Tanto en su poesía como en su prosa, se refirió a su paso por nuestro país: en Un canto para Bolívar (1941), en el Canto general (1950) y en Para nacer he nacido (1978), sus memorias póstumas, se hallan los textos donde se dan percepciones nerudianas de Venezuela, las cuales pueden ordenarse en tres niveles básicos: la naturaleza, la humanidad (con sus figuras históricas y su sociedad actual), y la ciudad (Caracas)… Como en el tratamiento de las representaciones de América en el Canto general, Pablo Neruda dejó también una serie selectiva de estampas que sintetizaron las transformaciones históricas de Venezuela, destacando sus cambios cualitativos fundamentales a través de nuestra evolución. Sin recurrir a la saturación de datos, ni a los procedimientos operativos de la historiografía científica –después de Un canto a Bolívar-, Neruda se propuso diseñar una poesía épica abarcante, de pretensiones totalizadoras, moderna, urdida y orientada por sus observaciones particulares y sus perspectivas críticas ante la historia glorificadora y ejemplarizante de ascendencia romántica…El resultado fue, en su momento, una propuesta novedosa para la comunicación poética que, en medio de la polémica, se abrió a nuevas posibilidades expresivas y a otras funciones alternativas, que –a través del manejo de imágenes verbales e ingeniosas estrategias de asociaciones semánticas– podrían cooperar en la lectura y comprensión crítica de la historia americana moderna, urdida y orientada por sus observaciones particulares y sus perspectivas críticas ante la historia glorificadora y ejemplarizante de ascendencia romántica…”