El EditorialOpinión

Muera la inteligencia

No queremos referirnos, en esta oportunidad, a la lamentablemente famosa expresión pronunciada por el general Millán Astray en el recinto universitario de la Universidad de Salamanca frente a su rector, el gran filósofo Don Miguel de Unamuno, quien solo atinó a responderle: podréis vencer más no convenceréis.
Queremos comentar la actitud asumida por funcionarios del régimen que han decidido -librar como tal vez su última batalla- la aniquilación de la educación privada.

Esa actitud vociferante y supuestamente principista de la igualación hacia abajo es típica de los que han mal leído algunos textos de pensadores de la izquierda del siglo XIX, porque si observasen lo ocurrido en el siglo XX, incluso en los principales países comunistas, sabrían que, si bien es cierto que en un principio acabaron con la educación privada, nunca erradicaron la necesidad de impartir la excelencia como forma de educación. De lo contrario, ¿cómo hubiese sido posible para la URSS colocar en el espacio el Sputnik?

Aquí en nuestro país, en la era democrática, convivían pacíficamente la educación pública y la privada, pero con la diferencia notable con lo que hoy ocurre es que ambas estaban en el mismo nivel de excelencia en muchos casos. Basta recordar los liceos Andrés Bello, Fermín Toro, Aplicación, por solo mencionar algunos de los mejores de Caracas, que impartían conocimientos con la misma calidad que podían hacerlo el San Ignacio, el Santiago de León o el Instituto Escuela.

Ahora la Sundee arremete contra los colegios privados con la peregrina decisión de que los salarios deben ser nivelados hacia abajo. Es decir, deben ganar lo mismo el portero que el profesor especializado que haya obtenido uno o más títulos de post grado. Por cierto, eso mismo pretenden aplicar en las universidades públicas.

Esa nivelación hacia abajo recuerda la fallida y desastrosa revolución cultural de Mao, que hoy ha sido substituida por una educación de excelencia que busca superar, en el campo universitario, a la que se imparte en las mejores universidades de los EEUU.

La mediocridad solo genera mediocridad y lo que los países requieren en el siglo XXI para poder competir en un mundo globalizado es excelencia y más excelencia educativa y parafraseando a Teng Tsiao Ping, no importa si la educación es pública o privada siempre que esta permita, no cazar ratones, sino producir talentos para el bien de la nación.

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