¡Muera la inteligencia!
En su obstinación contra el saber, el civismo, la excelencia y la tolerancia, uno de los propósitos más codiciados de las mentes cuarteleras que nos gobiernan, continúa siendo el sometimiento de las universidades públicas. La autonomía universitaria se les hace un pesado estorbo para su alucinante idea de reinar en la mediocridad y arrear a una sociedad de borregos articulados por un pensamiento único.
Han utilizado viles recursos: asfixia presupuestaria, agresión física por bandas de gamberros a sueldo, terrorismo contra las autoridades académicas, bloqueo de las elecciones rectorales, entre otros. Agreden, pero también le temen a la Universidad que no capitula, a su tradición libertaria de casi tres siglos. La rebeldía de estudiantes y docentes, su libre pensar desde cualquier ideología, su expresión y la tolerancia de la desavenencia, medran como fantasmas en la mente de estos civiles y milicos resentidos. Se asemejan a aquellos seres grises que Ovidio le describía a Dante en su recorrido por los primeros círculos del infierno, condenados porque su mediocridad opacaba a su propia crueldad.
Hoy, una nueva agresión, violatoria de la Constitución y de la Ley de Universidades, decreta el asalto indiscriminado del gobierno a los cupos de inscripción y acceso a las aulas. Un hecho de incalificable populismo, que ni siquiera se corresponde con tradiciones del socialismo que preconizan. En los tiempos comunistas soviéticos, el acceso a la Lomonosov, la más importante universidad de Rusia, estaba restringido a los aspirantes más calificados. Pero quienes nos gobiernan, carentes de espesor intelectual y espiritual, ni siquiera pueden emular a sus maestros ideológicos. Su objetivo es migrar su barbarie a las universidades y desalojar la convivencia y el libre pensar. Una victima mortal será la calidad académica. Una vez más, truena la voz de Millán Astray: “¡Muera la inteligencia, Viva la muerte!”.