Mucha ostentación para nada positivo
La cultura popular es sabia. Más de lo que pudiera imaginarse. La experiencia acumulada que viven los pueblos, muchas veces se convierte en conocimiento útil. Sólo que se expresa de manera trivial, sin mayores adornos semánticos o arreglos dialécticos que desvíen del propósito específico. Quizás, por eso sus verdades son diáfanas. Y con la fuerza necesaria para escurrirse entre los engorros más resistentes. Incluso, por muy blindados que parezcan o luzcan.
La idea que puede resumirse en el aforismo que intitula la presente disertación, si bien no ha resultado de ese eco de voces que se afianza en el devenir popular, de alguna manera alude un problema que con frecuencia se apodera de situaciones donde la mera retórica, arrogancia y alarde de poder, domina por encima de las determinaciones reales o posibles. Es decir, donde impera la insidiosa brecha que se da entre el discurso y la praxis. En la praxis política-partidista o política-gubernamental de estos tiempos.
La brecha entre el discurso y la praxis
“Mucho ruido y pocas nueces”, sentencia la voz del pueblo. Específicamente, cuando parafrasea la distancia que se produce entre cuando se actúa alejado de lo que se dice. Y que, generalmente, caracteriza la mundana vida de dirigentes políticos que se mueven y escalan posiciones ejecutivas. Pero siempre, sobre el esfuerzo de otros.
O que también, por demagogos lucen acomodaticios a las circunstancias o eventos aprovechándose de sus incidencias. Particularmente, como resultado de una concepción defectuosa o retorcida del mundo político en el que suscriben sus decisiones. O sea, del ejercicio político realizado.
Es exactamente el problema que está asfixiando al país. Especialmente, toda vez que las realidades se han prestado para convertirse en cruda expresión del angustioso forcejeo de la complicada red de relaciones (competitivas e indecentes) entre personeros del régimen político venezolano. Situación ésta que se ha estado asentando en el país al plagiarse o deshonrarse las promesas de forjar el desarrollo económico y social a partir del valor que comprometen las reivindicaciones sociales que buscan exaltar la ética pública y la moral política. Pero no ha sido así, sino todo lo contrario. (Gajes del oficio socialista)
Consecuencias significativas
En el decurso de tan grave problemática, el país ha vivido una profunda merma de su institucionalidad. Ejemplo de tan patética realidad, acaba de vivirse por causa del proceso de inscripción de postulados para las elecciones presidenciales a realizarse el 28 de julo de 2024. Proceso éste, además alevosamente organizado por el Consejo Nacional Electoral. Por supuesto, al amparo de engaños incitados a través de groseras propuestas oficialistas dirigidas solamente a enquistar la correspondiente clase dirigente de disfrazados de “opositores” en los núcleos de poder político.
Para lo cual, el régimen sacrifica recursos económicos y previsiones presupuestarias inexistentes para requerimientos inexcusables. Entre otros, salud, educación, vialidad, etc. Aunque igualmente cuestionable, es la inmolación que representa privar a buena parte de la ciudadanía de sus expectativas de vida democrática o de sus anhelos de realización personal, sólo por el temor de verse el régimen defenestrado del poder (en buena lid por demócratas de conciencia).
Y es lo que reproduce y multiplica el grado de deformación de la gestión del régimen. Así como también, el contenido de proyectos populistas del oficialismo toda vez que su vulgar prédica es vulgar y triste. Todo, por mostrar mucha ostentación para nada positivo.