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Ministerio de la Verdad y Fuerza Armada

«A medida que la sociedad cambia,
también cambian los militares»

Samuel P. Huntington (*)

Infaltable en el repertorio represivo del régimen, de nuevo surge una tal comisión de la verdad de las entrañas de la tal constituyente. Suponiéndose por encima de todo lo divino y humano, Miraflores la ha decidido cual ministerio orwelliano con plenas facultades inquisitoriales, incluida esa vocación por el espectáculo que recuerda la inicial puesta en escena hacia 2002.

Por supuesto, procesará la versión interesada del  poder establecido y, por mucho que contraríe las realidades,  se impondrá mediante la pólvora constante y sonante. Por ello, en reciente cadena radiotelevisiva para satisfacer nuestro “derecho a la información veraz”, Maduro Moros exaltó a la institución armada bolivariana, martiana, chavista y fidelista, mientras que Delcy Rodríguez, la sobrevenida líder de esta otra secuencia del socialismo en curso, obligada a la retórica como todo aquél que dirija una corporación, palabras más, palabras menos, dijo de una nueva forma de ejercicio espiritual de la identidad del venezolano.

Poco importa cuán grande y calamitosa sea la mentira, añadido ese artefacto verbal llamado post-verdad, porque están las armas que batirán nuestro espíritu hasta levantar – nada más y nada menos – una nueva identidad nacional. La Fuerza Armada que derrotó la violencia insurreccional de décadas anteriores, hoy ha cumplido con su rito de pasaje, rindiéndole culto al hacedor de la dictadura cubana.

Creyéndola la peor de todas nuestras crisis, en los ya remotos noventa del XX, la sociedad venezolana concibió y confió en el mesianismo militar hasta llegar a estas orillas del siglo XXI, enfrascada con un gobierno de fuerza. Aquél soldado excedido de sus funciones, por más que la letra constitucional lo ataje o diga atajarlo, ahora se muestra en carne viva por aquello de las medidas económicas estadounidenses mientras acá  hay más democracia, como cínicamente expresó Padrino López, o la tristemente célebre resolución 008610, la abierta represión de toda disidencia, la complementación más que tolerancia con los grupos paramilitares, el tal estado mayor de los alimentos para una hambruna innegable, entre otras de las facetas del sector de defensa que gobierna en nombre de la seguridad de la nación.

Por lo visto, la cúpula militar hará del kafkiano proceso inquisitorial su única verdad, respaldándola a contracorriente de los cambios que experimenta la sociedad aspirante no sólo a la libertad y a la democracia,  sino a la reinstitucionalización castrense, al ejercicio exclusivo de su misión profesional, a la realización satisfactoria de su especialidad,  completamente ajena a la política partidista, subordinada al poder civil, representada por un oficial de decoro, lealtad, consecuencia enteramente republicana y convincentemente patriótica. El país que está de regreso de lo que fue algo más que una poderosa ilusión óptica, pues, lo quebró ética y materialmente, espera del militar una urgente actualización que están muy lejos de darla los fraudulentos constituyentes del momento.

@LuisBarraganJ

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(*) «El orden político en las sociedades en cambio», Paidós, Buenos Aires,  1972: 200.

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