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Mientras El Ávila esté Verde y el Cielo esté Azul

Estamos ya finalizando el primer trimestre del año 2025. Entre llantos y risas, seguimos avanzando en un  año que se mueve de prisa, trayendo tristezas y alegrías. Muchas familias venezolanas siguen separadas.  Los padres aquí con los hijos afuera.  Los abuelos aquí, con los hijos y los nietos en países distantes.  Gracias a la tecnología, podemos mantenernos unidos a pesar de la distancia física, pero igual, la ausencia pega.  Lo veo en el estado de ánimo de muchas de las personas que conozco.  Hay incertidumbre, desasosiego, preocupación, ansiedad…Y no obstante todo ello, sigo percibiendo la esperanza.  La esperanza que permanece viva en muchos corazones.  Esa esperanza que nos permite seguir a pesar de todos los inconvenientes que podamos encontrar en el camino, sabiendo que, en cualquier momento, después de la oscura noche, amanecerá.

Cada uno sigue procurando vivir de la mejor manera posible, apoyando a otros, colaborando en lo que se puede y disfrutando de los bellos momentos que cada día nos ofrece.  Tomar un café con una amiga, un intercambio interesante de ideas y pensamientos, una flor que se abre y nos deleita con su aroma, una sonrisa, un abrazo de esos que se dan en Venezuela, sentidos, fuertes, con un cariño especial. Nada ni nadie nos puede quitar esos momentos.  Hay quienes se preguntan que, por qué, teniendo la opción de salir del país y vivir en otro lugar, muchos deciden seguir aquí.  Me pareció muy especial una respuesta que le oí decir a un hombre joven, caraqueño, hace apenas unos meses.  Él dijo: “Mientras El Ávila esté verde y el cielo esté azul, yo me quedo aquí”.  Me encantó su afirmación, aunque a algunos les pueda parecer simplista. Muchas cosas pueden cambiar, muchas cosas pueden afectarnos, pero nuestra maravillosa montaña permanece y nuestro cielo, casi todos los días, nos brinda su color azul permitiéndonos disfrutar de un clima espectacular en esta ciudad que es la ciudad de muchos. Igual que los caraqueños amamos  nuestra ciudad y  nuestro país, cada región tienen su encanto. Ese algo especial que nos hace sentirnos en casa, a pesar de las dificultades y de los tropiezos. Los venezolanos, en general, somos amistosos, positivos, abiertos, simpáticos, directos, generosos y familiares.  Por lo menos, así lo siento yo. Y mientras El Ávila esté verde y el cielo azul, yo también me quedo aquí. En este país que recibió a mis padres con sus brazos abiertos y que me vió nacer. En este bello y maravilloso país que me sorprende cada día con algún regalo especial y donde crece cualquier matica en el lugar menos pensado. Me quedo aquí para devolver algo de lo recibido y, cada día, agradezco a la vida todo el aprendizaje que me ha brindado.

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