¡Mi derecho a gobernar!
A más de la incertidumbre que embarga al venezolano y su vaivén en el tobogán del tiempo, grandemente conmovido por el lapso que duró su estrambótica desidia adosada con gallineros verticales, cumbres de las Américas, jolgorios, planes y planes cargados de discordia y la gran emoción deslumbrante por el patriota salvador de Bolívar, hoy tenemos que regocijarnos por la ferviente muestra de intelectualidad de los políticos hijos y herederos de Chávez, quienes, cual barca que lleva el viento, horripilan en gramática, proezas y hasta en jurisprudencia, doctrina y derecho puro, con lo que engalanan el sortilegio surgido del ramadán gallístico y los babalaos, que nos legó el nonagenario de América.
Cuando hablamos de “perra vida”, nos referimos a la nuestra. Esa que quedó para los murciélagos y las luciérnagas, que solo aparecen en la noche, a la sombra o en las tinieblas, pero en esa perrumbe, oímos cual gacelas a los nobles socialistas, jefes o no del partido, retumbando como truenos sin relámpago, para aleccionar a la imberbe parranda de oficiosos ex chavistas remenderos, que pululan como alma que lleva el diablo, tratando de encontrar: el honor de la Guardia Nacional, la doctrina del “hombre nuevo”, las libertades forjadas por el Ejército, la constitucionalidad de la Sala, el mar de la felicidad, el mérito de los militares, la disminución del tiempo en los lapsos del CNE, las flechas del arco del Orinoco, los bolívares del Plan, la paz en el sepulcro del museo, el morral de los hermanos, las galimatías del discurso de Isturiz, el hoy de José Vicente, la razón de los colectivos, la rotura del puente de las fronteras, el Cristo y la constitución del difunto, el revólver de la mucama en Rio y pare de contar; pero lo que más nos convida a recordar el cuento del mesiánico de sabaneta, es la tortura de tratar de entender el amasijo de babosadas en que se convirtió el discurso torcido de los “socialistas”, avalados por los “magistrados express”, que a más de vividores de la democracia, vieron en su carrera del fracaso, la forma de hacer creer al pueblo, que el título de abogado sirve para todo. Inclusive, para intentar imponerse a la mayoría de los venezolanos representados en la AN, a quienes creen que pueden manipular y amedrentar con sentencias de apariencia legal, aunque choquen con la doctrina y todo el Derecho forjado en el virtuosismo que emana del poder dividido en ramas surgidas del verbo juris y de la ciencia de las leyes, pero que, desde que se implantó este “proceso”, “proyecto” o “cátedra del iluminado”, fueron muchos los que comenzaron a brillar con toga y birrete violando a la dama ciega. Todo un aparataje de cliché, que deja mucho que desear en las aulas universitarias, donde fungen como ellos, profesores que tratan de formar abogados seguidores de su práctica viciada de injusticia, iniquidad, inmoralidad, infamia y vergüenza. Muy cercanos a la cobardía, escudados en supuestos de derecho constitucionales, que solamente son supuestos sin fundamento jurídico, emanados de un Tribunal que sabe cómo violar la ley cuando es una instancia sin recurso.
Pero lo que nos llena de indignidad, es la soez y estúpida “racionalidad” política de Elias Jaua, cuando dice, que deben dejar gobernar a Maduro y a nosotros, que tenemos el “derecho a gobernar”. Una brutalidad, que pareciera emanar de un tribunal cualquiera de esta “revolución. Así, este personaje, erigido como jurista y filósofo de la piedra, quien pudiera ser el más violento de la manada, lanza al viento una de las falces defensivas, sin pie ni cabeza. ¿Quién tiene derecho a gobernar? Nadie, desde que la libertad de los pueblos dio paso a la democracia, que en consenso electoral, da poder a un mandatario para gobernar y éste designa a su equipo en el Ejecutivo, pero ese poder, dura mientras no le sea revocado. En Derecho, todos sabemos que la simple expresión del poderdante, anula ese mandato, y en un gobierno constitucional, el mandato puede ser abolido por el REFERENDO REVOCATORIO y cualquier acto que se haga para evitarlo o los subterfugios para impedirlo, retardarlo o menoscabarlo, es un acto delictivo, que jamás puede ser llamado derecho.
El gobernante, como ciudadano tiene el derecho a postularse para un proceso electoral, si cumple los requisitos y su mandato se inicia en el tiempo previsto, pero su perención también puede tener su tiempo y su acción. El derecho es de los ciudadanos a elegir y el gobernante adquiere deberes. Los derechos, solo son los privilegios que le da la Constitución para permitirle que cumpla con el mandato, pero nunca adquiere derechos para gobernar.
@Enriqueprietos