Mi candidatura a diputado
Con el inicio de la campaña para las elecciones primarias de la Mesa de la Unidad Democrática, el 31 de marzo de 2015, comienza un período que puede ser fundamental para Venezuela. Efectivamente, quienes resulten electos, conjuntamente con los seleccionados por consenso, deberán medirse con los candidatos del PSUV y sus aliados, en una cita electoral que todavía no tiene fecha estimada.
Opté por tomar parte de la justa electoral convencido de que el cambio es posible y que bien vale la pena bajarse transitoriamente de la tarima de profesor universitario que he ocupado por veinte y dos años, para dedicarme a la calle y al contacto directo con el venezolano de a píe, quien desea vivir en un país mejor y que busca hoy nuevos referentes.
Se realizarán los comicios parlamentarios en medio de una crisis sistémica, donde lo económico domina la escena. No se trata de cualquier crisis, sino más bien la de la hora postrera de un modelo económico inviable e inservible, que desperdició el mayor auge petrolero que haya tenido Venezuela desde su formación como nación y que ahora tiene al país sumido en un caos financiero de difícil resolución, bajo las actuales a políticas. Un Estado agigantado en sus rol empresarial pero disminuido como agente social es tal vez el rasgo sobresaliente de la versión del socialismo del siglo XXI, etiquetado en Venezuela. Con él floreció una burocracia manifiestamente inepta y una corrupción rampante que combinadas, volatilizaron y se apropiaron de buena parte de los ingresos petroleros.
Como signo marcador de la decadencia del modelo está el aumento vertiginoso de la pobreza después de 2012, hasta alcanzar ese indicador el 48,0% de los hogares al concluir el año 2014 y con la perspectiva de que se domicilie en la peligrosa cifra de 55,0% en 2015, como resultado de una caída vertical del ingreso nacional y una subida exponencial de la inflación, especialmente de los alimentos.
Derrotar en el campo electoral al gobierno implicaría conferirle al país una tónica diferente a partir de 2016, que abriría espacios para comenzar a rehacer al país. Ello encara un doble reto. El primero consiste en abatir las tendencias inmediatistas en el seno de la oposición democrática, de gentes de buena fe que piensan que no hay salida mediante el sufragio, pero sin proponer una opción viable para enfrentar al régimen. Debemos realizar una labor de pedagogía para afirmar la alternativa democrática e incentivar el voto, instrumento válido para cualquier cambio real y sostenible. El segundo es todavía más mayor pero al mismo tiempo motivador: ganarle las elecciones parlamentarias al gobierno, quien hará uso sin escrúpulos de todos los mecanismos habidos y por haber para desmoralizar al elector de credo democrático y procurar inhibirlo. También buscará el gobierno favorecer a sus candidatos con el uso del presupuesto nacional, puesto al servicio de un partido político, como una especie tesorería.
Los estudios de opinión confirman dos tendencias claras. Una, la caída estrepitosa de la popularidad de Maduro y con él la del PSUV y, la otra, que la intención de voto de la Unidad Democrática duplica a la del oficialismo. Pero intención no necesariamente es voto efectivo. Para que el descontento se traduzca en votos y en victoria hay que trabajar muy duro para llevar un mensaje de esperanza a un pueblo descontento y que aspira, más que críticas, a propuestas para que se vuelva a encontrar con la confianza perdida.
He recibido el apoyo de literalmente todos los partidos desde que Primero Justicia me propuso participar en las primarias en el Circuito 4 que comprende las parroquias Coche, El Valle y Santa Rosalía, en Caracas. Así, contamos con AD, VP, UNT, Copei, ABP, AP, Causa R, Vente, MPV, Movimiento Ecológico, Movimiento Laborista y una variedad de sectores sociales, estudiantiles y gremiales. También me han mostrado su respaldo Henrique Capriles, María Corina Machado, Henri Falcón, Andrés Velázquez, Roberto Enríquez y Henry Ramos Allup. Mención especial me merecen el firme sustento recibido desde la cárcel por parte de Leopoldo López y Antonio Ledezma, dos baluartes en la lucha por la democracia.
Mi compañero de fórmula es el luchador social Ismael León, quien suscribe la agenda electoral que he esbozado, contentiva de al menos tres puntos. El primero, es la ley de protección al salario, la pensión y la jubilación, encaminada a que exista una compensación efectiva a las remuneraciones de los trabajadores activos y a los pensionados y jubilados, víctimas de la inflación, cuando el alza de los precios supere determinado umbral. El segundo, es la ley de promoción a la producción nacional, dirigida ésta a incentivar a los factores productivos internos, mediante un conjunto de instrumentos modernos que causen la menor distorsión posible, y la tercera es la ley para repatriar los capitales mal habidos, fruto de la corrupción, mantenidos en Venezuela y en el exterior. Con esta herramienta se dotará al Estado venezolano de las facultades para perseguir y castigar al peculado y comenzar a higienizar la Administración Pública.
Comenzamos este recorrido hacia la victoria esperanzados en que Venezuela merece un destino promisorio para todos los venezolanos, independientemente de su filiación partidista o ideológica. Un país donde se pueda vivir con seguridad, estabilidad, con empleo de calidad y libertad política.