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Marx y la mercancía

A juicio de Karl Marx, el modo de producción capitalista parte de la concepción de la mercancía; al respecto, el propio Marx dice: “…La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías y la mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía. La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos. Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción…” (El Capital, capítulo 1).

La mercancía tiene, como enfatiza Marx, dos caras o dimensiones, “…la de valor de uso y la de valor de cambio;…el trabajo expresado en el valor no presentaba los mismos caracteres que el trabajo creador de valores de uso. Nadie, hasta ahora, había puesto de relieve críticamente este doble carácter del trabajo representado por la mercancía. Y como este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política…” (El Capital, capítulo 1).

El valor de uso, a todas estas,  muestra la mercancía como un medio para satisfacer una necesidad final para quien la adquiera; el valor de uso se práctica por la vía del consumo, teniendo como propiedad propiedades físicas las cualidades objetivas de un bien que las hacen apto para satisfacer una necesidad determinada.

De este modo, el valor de uso se realiza en la relación, subjetiva, entre el hombre y las cosas; este valor encuentra su fuente en la naturaleza (objetiva) de las cosas; en cuanto al valor subjetivo de un bien para un individuo concreto es algo imposible de cuantificar y de comparar con lo que vale otro bien para el mismo individuo y con lo que vale el mismo bien para otro individuo. Para Marx, la utilidad no guarda relación inmediata con el intercambio, ya que «…el intercambio de las mercancías es evidentemente un acto caracterizado por una abstracción total del valor de uso» (El Capital, capítulo 1, p.34).

Pero en el modo capitalista de producción, los bienes no se producen para satisfacer una necesidad inmediata, sino para su venta en el mercado; por ello el capitalismo convierte los bienes producidos en mercancías, es decir, les atribuye un valor de cambio. Este razonamiento nos conduce directamente a la primera gran cuestión: ¿en qué reside la causa del valor? Si hacemos abstracción del dinero, considerado como un simple medio de cambio, el valor de cambio aparece como un tipo de cambio, es decir como la proporción según la cual se intercambian entre sí valores diferentes de uso.

Según Marx esto no es más que una impresión, que no debería llevarnos a extraer conclusiones equivocadas. Si el intercambio puede transformar en relación cuantitativa dos utilidades imposibles de medir, es porque las mercancías comparten un elemento común, y ese elemento común es cuantificable. Si dos valores de uso son cuantitativamente equivalentes, es sólo porque poseen una propiedad común susceptible de ser medida. Este elemento común cuantificable es el tiempo de trabajo.

A pesar de su diversidad, todas las mercancías comparten la propiedad de ser productos del trabajo humano y es el trabajo humano el que confiere al producto su valor de cambio. La substancia del valor de cambio, es el trabajo, y como el trabajo es cuantificable, por el tiempo, el valor de cambio es también medible.

Ahora bien, hoy día la concepción de la mercancía, siglo XXI, está influenciada por la evolución de la logística, el comportamiento del consumidor y los avances tecnológicos;   la logística ha recuperado su papel central en la cadena de suministro, siendo esencial para el movimiento de mercancías, ya que en el pasado siglo XX,  se priorizaban la calidad del producto y las estrategias de marketing, relegando a la logística a un segundo plano, en la actualidad se reconoce que sin un movimiento eficiente de mercancías no hay producto que comerciar. Las organizaciones y empresas están reestructurando sus cadenas de suministro para adaptarse a un mundo donde el consumo es más racional y donde los centros productivos se han deslocalizado hacia regiones como Asia y Europa del Este. Esto ha llevado a la creación de nuevos almacenes automatizados que permiten una gestión más eficiente y rápida de los stocks.

A diferencia del contexto que le tocó abordar a Marx, la realidad del capitalismo global es que el comportamiento del consumidor ha cambiado drásticamente, impulsado por la digitalización y el acceso a Internet; los consumidores son ahora más exigentes y buscan conveniencia, lo que ha llevado a un aumento en las compras en línea y a la necesidad de respuestas rápidas por parte de las empresas.

Hay, en el mundo de la modernidad líquida (sociedad en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos) descrita por Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico, la capacidad de anticipar y satisfacer las demandas del cliente se ha convertido en un factor crítico para el éxito comercial; las empresas que integran sus cadenas de suministro con tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial y el análisis de datos pueden mejorar significativamente su rendimiento y satisfacción del cliente.

Marx, y esto es importante puntualizarlo, concebía la mercancía, tal cual ya se ha descrito, como un objeto que satisface necesidades humanas y que tiene un valor de uso y un valor de cambio; de su abordaje aparece la categoría emergente del fetichismo de la mercancía, a partir de cuyo concepto revela cómo las relaciones sociales se transforman en relaciones entre cosas, lo que es crucial para entender el capitalismo, estableciendo en el valor de las mercancías, que es posible entender dicho valor a través del trabajo socialmente necesario para producirlas, lo que plantea una contradicción entre la producción para satisfacer necesidades sociales y la producción para obtener beneficios.

Esas ideas de Marx han sido matizadas y adecuadas al pensamiento moderno por teóricos como el sociólogo  Manuel Ahedo, de la Universidad de Copenhague en Dinamarca,  quien argumenta que la mercantilización ha evolucionado y que hoy en día casi cualquier cosa puede convertirse en mercancía, incluyendo la fuerza de trabajo humana; las dinámicas de acumulación capitalista, resalta Ahedo, han llevado a una creciente asimetría en las relaciones laborales y a debates éticos sobre la mercantilización de aspectos como la educación y la salud; el capitalismo neoliberal ha transformado radicalmente la naturaleza de las mercancías y su circulación, aquellas dos caras de Marx, uso y cambio, se han multidimensionado.

La naturaleza de las mercancías y su circulación, a grandes rasgos, han experimentado cambios significativos, impulsados por la globalización, la digitalización y la evolución de la logística; estos cambios han redefinido no solamente cómo se producen y distribuyen los bienes, sino también cómo se perciben y utilizan en la economía moderna. Esa mercancía multidimensional aparece reflejada bajo el tamiz de objetos de valor social y cultural,  ya no como simple productos físicos, ya que los consumidores buscan más que la funcionalidad,  productos que resuenen con valores y estilos de vida donde la sostenibilidad ha llevado a los consumidores a valorar aspectos éticos en la producción de mercancías, lo que influye en sus decisiones de compra.

La logística como motor de circulación se ha venido sustentando en el marco de una economía central que le da mayor valor a la circulación eficiente de mercancías; la integración de tecnologías avanzadas, como el uso de big data, automatización y geolocalización, ha permitido a las organizaciones busquen optimizar sus cadenas de suministro, incluyendo la creación de almacenes automatizados que mejoran la gestión del inventario y reducen costos operativos; la logística moderna se enfoca en minimizar el tiempo y los costos asociados al transporte, satisfaciendo las demandas del consumidor.

A todas estas, la globalización ha transformado la producción y circulación de mercancías, facilitando un flujo constante entre centros productivos en regiones como Asia y Europa del Este hacia mercados de consumo en Occidente. Se ha venido dando la deslocalización del modo de vida civilizatorio, reduciendo los costos, y estableciendo  una dinámica de aumento en el tamaño y capacidad de los almacenes, manteniendo stocks más grandes para manejar tiempos de tránsito prolongados.

Otro elemento sustancial que al valor de uso ha dado la modernidad a la mercancía es la consolidación del transporte marítimo el cual ha evolucionado con la introducción de contenedores estandarizados, permitiendo mayor eficiencia en la carga y descarga, facilitándose el comercio internacional. Se han reemplazado los métodos de carga debido a su capacidad para manejar grandes volúmenes de mercancías de manera más rápida y económica, generando el uso del transporte intermodal, permitiendo que las mercancías se muevan sin interrupciones a través de diferentes modos de transporte.

Este asunto de la circulación que viene, como valor, a sumar un nuevo elemento práctico en la concepción del manejo de las mercancías, tuvieron una dura prueba en la pandemia del coronavirus de 2019, donde se expuso vulnerabilidades en las cadenas de suministro globales, revelando cuán dependientes se ha vuelto las economías locales del comercio internacional; e han venido eliminado obstáculos arancelarios dentro del mercado único europeo, aunque todavía persisten barreras no arancelarias que complican el libre movimiento, como la confrontaciones ideológicas entre las grandes potencias industrializadas del mundo moderno. La nueva naturaleza de las mercancías en el siglo XXI refleja una complejidad mayor que nunca antes; ahora los objetos cargados de significado cultural y social, cuya circulación está influenciada por innovaciones logísticas y dinámicas globales, están ante un comercio en continúa evolucionando, siendo crucial para abordar el manejo del capital, el fortalecimiento de las acciones competitivas en un mercado cada vez más interconectado.

Es importante resaltar que los conflictos bélicos en el siglo XXI, que han influido en el manejo de los intereses del capitalismo moderno, tienen complejos y multifacéticos orígenes, influenciados por una variedad de factores que van desde cuestiones políticas y económicas hasta dinámicas sociales y culturales. Una de las causas de los conflictos es la lucha por el autogobierno y la identidad, donde intervienen grupos étnicos o nacionales que buscan reconocimiento y derechos dentro de estados existentes;  las intervenciones externas y geopolítica de potencias extranjeras en conflictos internos ha contribuido a su internacionalización, como la guerra en Siria, donde múltiples actores internacionales, incluidos Rusia, Estados Unidos de Norteamérica e Irán, han intervenido para apoyar a diferentes facciones, exacerbando la violencia y prolongando el conflicto; a menudo surgen en contextos de desigualdad económica y falta de desarrollo, produciendo violencia en un contexto donde la correlación sugiere que la pobreza y la falta de oportunidades son factores determinantes en la aparición de conflictos.

A todas estas, el auge del extremismo religioso y los grupos terroristas ha transformado la naturaleza de muchos conflictos, marcan los nuevos principios de confrontación, donde grupos como Al Shabaab en Somalia o el Estado Islámico han aprovechado las inestabilidades locales para expandir su influencia, utilizando tácticas violentas que generan un ciclo perpetuo de violencia; estos grupos no solamente luchan contra gobiernos, sino que también atacan a civiles, lo que complica aún más los esfuerzos por lograr una paz duradera.

Hay en el siglo XXI, un retorno a la militarización del capitalismo global parecido al que se diera a finales del siglo XIX y XX;  la acumulación militarizada implica que las guerras e intervenciones son vistas como oportunidades para generar beneficios económicos significativos para ciertas élites. La guerra se ha vuelto en el siglo XXI, en una opción para diversificación del valor de uso, cambio y circulación de mercancías que se envuelven cantidades de necesidades de consumo que hace un siglo atrás no existían. Aunque los conceptos fundamentales de Marx sobre la mercancía siguen siendo relevantes, la naturaleza de las mercancías y su circulación han evolucionado significativamente en el contexto del capitalismo global contemporáneo; los consumidores buscan productos que reflejen sus valores e identidades, lo que ha llevado a una creciente mercantilización de aspectos como la educación, la salud y las relaciones personales.

Marx argumentaba que la fuerza de trabajo se convierte en mercancía bajo el capitalismo, en el siglo XXI, la mercantilización de la fuerza de trabajo ha evolucionado, con un creciente número de trabajadores en empleos precarios y a corto plazo. Esto plantea nuevos desafíos éticos sobre la naturaleza de la relación laboral en el capitalismo neoliberal. A esto se une la circulación de mercancías, caracterizada por el auge del comercio electrónico y la entrega rápida, lo que ha transformado los patrones de consumo.

Según David Harvey, geógrafo y teórico social marxista​ británico, ha dado un aporte muy significativo al capitalismo contemporáneo, partiendo su enfoque desde una cosmovisión de la geografía del capital; su argumento se basa en la concepción del capitalismo global  creado en el marco de un sistema donde las mercancías no solamente son productos físicos, sino también representaciones de relaciones sociales complejas; destaca que las mercancías están  ligadas a procesos de acumulación espacial y temporal, lo que redefine su valor en un contexto globalizado.

En este mismo tenor está la valoración que hace de Marx la socióloga, escritora y profesora neerlandesa Saskia Sassen, cuya investigación se orienta hacia el entendimiento de  cómo las dinámicas del capitalismo global afectan a las mercancías y a las relaciones sociales; propone la categoría de las ciudades globales, ilustrando cómo ciertos lugares se han convertido en nodos clave en la red de producción y consumo global, donde las mercancías adquieren significados específicos basados en su contexto geográfico y social;  esto implica que el valor de una mercancía puede variar dependiendo de su localización dentro del sistema capitalista.

Otra postura que viene a adecuar el estudio de Marx de la sociedad moderna y de los modos de producción, es la del antropólogo indio, conocido por sus investigaciones sobre modernidad y globalización, Arjun Appadurai, quien explora la idea de la vida social de las mercancías, enfatizando que las mercancías no solamente deben ser entendidas como objetos económicos, sino también como elementos que llevan significados culturales y sociales; parte de un enfoque donde muestra las mercancías bajo el rigor de ser producidas, consumidas y negociadas dentro de contextos culturales específicos, lo que añade una capa adicional al análisis económico de la sociedad moderna.

El siglo XXI, se caracteriza por la denominada Industria 4.0., la cual tiene como característica el uso de la automatización, la robótica avanzada, la sistematización y reducción operativa de los procesos productivos y de circulación de las mercancías y el Internet de las cosas están redefiniendo las operaciones logísticas. Las tecnologías permiten, a todas es una planificación más precisa y una ejecución más ágil en un entorno comercial cada vez más volátil. Además, las empresas están adoptando modelos como la Planificación Empresarial de Negocios (EBP), que utilizan datos en tiempo real para optimizar operaciones y responder rápidamente a las fluctuaciones del mercado.

Un papel importante juega en el mundo moderno de las mercancías el marketing; este ha evolucionado para convertirse en una función estratégica fundamental dentro de las organizaciones, en lugar de ser solamente una herramienta para promocionar productos, ahora se considera esencial para conectar con los consumidores y diferenciarse en un mercado competitivo.

Finalmente, la concepción moderna de la mercancía también enfrenta desafíos derivados de la globalización; la interconexión económica significa que los movimientos comerciales en un país pueden tener repercusiones globales, lo que obliga a las empresas a ser más ágiles y adaptativas ante cambios económicos internacionales, persiste la necesidad de un comercio exterior robusto es crucial para el desarrollo económico, especialmente en países en vías de desarrollo.

El principio general de la teoría marxista del valor trabajo, a todas estas,  muestra el valor determinado por el número de horas necesario para producir una mercancía, eso no ha cambiado; en la medida que aumenta la fuerza productiva del trabajo, el valor unitario de la mercancía disminuye, pero el mismo tiempo de trabajo determina la misma cantidad de valor; el valor de una mercancía varía entonces directamente en función de la cantidad de trabajo e inversamente en función de la productividad del trabajo: ahí es donde se enfatiza que hay explotación.

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