María Corina, una líder formidable
Una característica típica de los líderes políticos, en su mayoría hombres todavía, es el narcisismo intransigente. La flexibilidad se suele interpretar como debilidad. La lógica parece ser: yo pienso lo que pienso y no voy a cambiarlo, a menos, supone uno, que sufra un gran varapalo en los resultados políticos. Para ver una actitud del todo distinta, basta con echar un vistazo a la vecina Venezuela. No hay en todo el vecindario una líder o un líder con el perrenque de María Corina Machado, quien arrastra multitudes a lo largo y ancho del país, además de que ha cambiado de opinión varias veces de forma muy acertada.
Pese a que está muy lejos de ser modesta, sí queda claro que lo primero que María Corina busca es entender con cuidado la situación y tomar en cuenta los detalles, para después lanzarse con todo. No por otra razón Edmundo González Urrutia encabeza hoy todas las encuestas, mientras que hasta hace un par de meses este candidato de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) era un completo desconocido. Él es él, sí, aunque también encarna la continuidad del proyecto de su promotora.
María Corina entendió que el problema consiste antes que nada en salir de Maduro. Tiro por tiro, ella ha ido varios pasos adelante del confiado dictador, al punto de que en últimas lo cogió con los pantalones abajo. Debe quedar claro que el hombre de demócrata no tiene ni el barniz, a tal punto que todavía es posible que su régimen se saque un sapo de la manga y trate de descarrilar las elecciones del 28 de julio. Ok, pero vaya que se les ha hecho cada vez más tarde. Si por alguna razón las votaciones no se llevan a cabo, el camino ofrecerá varias salidas importantes para la oposición. No es lo mismo luchar contra una dictadura que “gana” unas elecciones más o menos funcionales, a hacerlo contra otra que intenta derrumbar el tinglado o que recurre de forma masiva al fraude.
Existen incertidumbres grandes porque la transmisión de mando será en enero de 2025, casi seis meses después de ir a las urnas. Igual, si el régimen pierde, los recursos para quedarse en el poder se recortan de forma drástica. Y en caso de que el chavismo quiera usar las instituciones que controla para obstaculizar a González Urrutia una vez este asuma el poder, quedan los diversos recursos plebiscitarios, pues el nuevo régimen tendría unas mayorías muy amplias.
Quizá el antecedente más interesante de lo que hoy pasa en Venezuela sea lo que pasó en 1986 en Filipinas, donde justamente una mujer logró derrocar sin derramamiento de sangre a un dictador no muy distinto de Maduro, Ferdinand Marcos, casado con doña Imelda, la dueña de los mil pares de zapatos. Claro, las situaciones no son iguales y los países están a medio mundo de distancia, pero, según se ve, la democracia puede incluso tener más fuerza en la actual Venezuela que en las Filipinas de entonces, donde al final triunfó Corazón Aquino, viuda de Benigno Aquino, el líder asesinado por el régimen.
Se trató de la llamada Revolución EDSA, que culminó en 1986. Entonces Marcos se proclamó vencedor de las elecciones, tras realizar un inmenso fraude, y la gente salió a la calle por millones a gritarle: ¡No! El dictador pidió el aplastamiento de la resistencia y los militares no le obedecieron. ¿Algo similar podría suceder en Venezuela? Al menos yo sospecho que allí los militares tampoco van a disparar contra la multitud.
¿Ya tiene Maduro listo su plan B? Porque cada vez luce más probable que lo necesite.