Margarita: el fin de la diplomacia chavista
La Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en Margarita fue un fracaso, tal como se había pronosticado. El Gobierno constató el aislamiento y desprestigio internacional en el que se encuentra. Solo unos cuantos presidentes y jefes de Estado, algunos de ellos dictadores que dan vergüenza, verbigracia Robert Mugabe (quien durmió como un lirón) y Raúl Castro, atendieron la invitación de Nicolás Maduro. Comparada con la cumbre anterior, en Teherán, la de Margarita fue un espectáculo penoso. La reunión no llegó a ser ni siquiera nostálgica. No tuvo el tono de un evento en el que se encuentran viejos amigos para recordar momentos memorables del pasado. Fue un aquelarre catártico que sirvió para que, por ejemplo, el representante de Corea del Norte, régimen demencial condenado por todas las democracias del mundo y numerosas organizaciones defensoras de los derechos humanos, atacara a los Estados Unidos por violador del principio de autodeterminación de los pueblos. Las palabras fueron aplaudidas por Castro, desde luego.
El descalabro de Porlamar se suma a la expulsión en los hechos de Venezuela de la presidencia de Mercosur, al declive de la ALBA y Petrocaribe, a la atrofia prematura de la Celac, organización que a pesar de haber sido creada en 2010, todavía no ha dado sus primeros pininos. Fue concebida por Hugo Chávez para demoler la OEA. Ya vemos lo que ha pasado.
Esta larga cadena de fiascos resultaba inevitable tratándose de una diplomacia improvisada y de una visión geoestratégica errónea, a partir de la cuales se pretendió consolidar en América Latina y el resto del mundo un mundo multipolar, no para que surgieran referencias internacionales que equilibraran el inmenso poder económico y militar de Estados Unidos, sino para minar las bases de la primera potencia mundial e impulsar su decadencia. Para lograr este utópico fin, el régimen contó con una generosa chequera petrolera que manejó de forma irresponsable. Mientras Chávez dispuso de ingentes recursos financieros promovió organismos multilaterales, financió al Movimiento de los Sin Tierra y a las Madres de la Plaza de Mayo, recorrió el mundo entero hablando del nacimiento de una nueva era y una nueva democracia, más allá del capitalismo y la democracia burguesa. Algunos líderes mundiales, varios ya desaparecidos, entre ellos Gadafi y Hussein, le prestaron atención porque resultaba atractivo un personaje pintoresco que se creía la reencarnación de Simón Bolívar y Fidel Castro. La altisonancia de su discurso antiimperialista venía acompañada de montañas de petrodólares.
El panorama cambió con la muerte de Chávez y la caída de los precios del crudo. Venezuela perdió su estatus de mecenas. Ahora está situada varios peldaños por debajo del promedio de los países de la región. El avance indetenible de la globalización en Latinoamérica obliga a los países a ser más competitivos, más innovadores, atraer más capitales y brindar mayor seguridad jurídica a los inversionistas. El capital productivo hay que disputárselo entre numerosos demandantes. El lenguaje antinorteamericano pertenece a una época pretérita. Hay que moderarlo. Usarlo solo en oportunidades en las que rindan algún beneficio político.
De esta recomposición del mundo y del continente no se han enterado ni Maduro, ni sus más estrechos camaradas. Viven en el mundo de las cavernas. La ignorancia los llevó a nombrar Canciller a Delcy Rodríguez, anclada en el más remoto pasado. Se considera la Che Guevara del escenario internacional. Su estilo destemplado, pendenciero, frontal, podía aceptarse a regañadientes cuando Venezuela recibía cien mil millones de dólares al año. Ahora, con Pdvsa arruinada y el país hipotecado, se requiere de una diplomacia profesional que conserve los espacios conquistados con base en la persuasión e incluso la fascinación de los potenciales aliados, sean estos gobiernos, foros multilaterales o empresas multinacionales.
Nada de eso ocurre. La moderación no es el signo de estos tiempos. La ministra, junto a su jefe, se mueve en el mundo de las aventuras épicas trasnochadas. Sus palabras invitan siempre a la confrontación y la violencia. Parece un tren desbocado. Se comporta como si sus palabras tuviesen el poder de una carga de petrodólares.
Maduro y Delcy fracasaron en Mercosur y en Margarita, y seguirán pasando roncha mientras no entiendan que la petrodiplomacia llegó a su fin. Lo peor de esta ceguera es que todo el país pierde.
@trinomarquezc