Manuel Reyero: Arquitecto post-modernista clásico
Coincidí de forma plena con una aseveración de una preferencia que me hizo el gran escritor catalán Terenci Moix, a quien traté durante mi larga estancia en Barcelona, a comienzos de los años noventa. El autor de «Terenci del Nilo» sintió siempre la necesidad de vivir rodeado de muros que tuvieran siglos levantados, en un entorno histórico de relevancia.
Y digo también que coincidí de inmediato con quien veneró Alejandría en sueños, porque desde los trece años, sin mucho uso de razón intelectual, comencé a admirar la belleza contenida en los estilos arquitectónicos de las ciudades que fui visitando, primero en México, en los viajes con mi padre, empeñado en inculcarme gustos e historia, y luego, en los periplos para residir que fui emprendiendo gracias a mis obligaciones diplomáticas, por países de los cuatro continentes en los que me ha tocado vivir.
Ese largo trayecto, en mi tiempo y espacio personales, que dura ya 40 años, me ha permitido andar y desandar los centros históricos de una docena de capitales con prosapia antigua y de artístico raigambre, de Barcelona a Nueva Delhi y Katmandú, y de El Cairo a Roma.
El placer de conocer y reconocer paredes milenarias también me ha permitido evaluar, sin equivocación, cuando un arquitecto lo es de gran valía para mis cánones -los que pretendo universales, después de haber tratado de cerca a genios de la talla de Niemeyer y Charles Correa-.
Es por ello que me quito toda chistera posible frente a la obra de un artista en la disciplina de Miguel Ángel, como Manuel Reyero, autor de obras de extrema singularidad. Sin embargo, quiero concentrarme en uno de los trabajos de quien fuera representante del gran arquitecto futurista, R. Buckminster Fuller.
El extraordinario bagaje del Arquitecto Manuel Reyero (quien tuvo la fortuna de estar cerca de Ludwig Mies van der Rohe y de Luis Barragán) le ha llevado a concebir, diseñar, dirigir y construir un edificio único, en un enclave insuperable, la casona de La Guardesa, surgida en la muy noble y leal Ciudad de los Palacios.
La Guardesa es un amplio y numeroso conjunto de estancias distribuidas en un edificio de poderosas líneas armónicas y de estricto rigor estético que se ha afincado y conjugado con rigor antropométrico en una de las mas bellas estampas paisajísticas vivas de la ciudad de México. Su edificación respeta la dimensión ecológica que exige un entorno conformado por dos cañadas históricas donde florecen especies vegetales preservadas y donde reina una rica fauna.
En el panorama urbano del Distrito Federal, la singularidad de La Guardesa no tiene parangón; el solo hecho de contemplar el conjunto que la caracteriza, provoca al gusto por lo bello, definición del arte en lenguaje Aristotélico y conduce a sentimientos de admiración por lo que se alcanza cuando el talento y la mano de los hombres se une a la fuerza de los materiales y a la exigencia mas alta en la perfección de los oficios -artesanía y arte-.
La Guardesa sustenta un avanzado, refinado concepto estético que protege y alberga en muros, techos, y pisos, valiosas colecciones, dispuestas para su disfrute con la mas alta sofisticación museográfica.
La Guardesa dentro de su programa arquitectónico preserva y presenta piezas representativas de excelsos momentos de la arqueología de nuestra antigua civilización; mobiliario autentico con ribetes históricos; escultura, colecciones bibliográficas y pintura perteneciente a escuelas y corrientes mexicanas de la talla de los grandes muralistas, y obras de numerosos pintores latinoamericanos, europeos y mexicanos como Diego Rivera, Siqueiros, Orozco, Gironella, Toledo, Cuevas, Soulages, y Botero, por citar solamente a unos cuantos artistas plásticos de renombre universal.
La Guardesa, provoca honda sorpresa estética y admiración en todos aquellos que la visitan. Muy pocos ejemplos podríamos encontrar en la consecución de un espacio y contenido patrimonial que rinde culto, dentro del posmodernismo clásico, a las variadas y ricas corrientes de la edificación mexicana de varios siglos, preservando el espíritu creativo de un pueblo tan vigoroso como el mexicano.
La unanimidad en la emoción que despierta el conjunto arquitectónico, en su privilegiado emplazamiento, y la riqueza de las colecciones que encierra, caracteriza a La Guardesa como una empresa de la imaginación y del rigor académico universal. En pocas palabras, se trata de una iniciativa que respeta los valores propios, introduciendo innovaciones técnicas constructivas.
Con el paso de los años La Guardesa de Reyero se irá convirtiendo en uno de los monumentos artísticos que plasmarán una huella significativa en la historia de la arquitectura de nuestro país, y que seguirá aportando elementos poderosos en el debate de las ideas, las corrientes y los estilos de la arquitectura contemporánea que respeta los valores irrecusables del pasado.