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Malas-pagas

Delsy Eloína, en días pasados, cometió la avilantez (y la estupidez) de afirmar oficialmente ante el Consejo Permanente de la OEA que en Venezuela no hay “crisis de escasez ni desabastecimiento de alimentos”.  Y, porque cree que los embajadores de los demás países se chupan el dedo, agregó, muy campante que: “las imágenes de supermercados vacíos son falsas”, y que en Venezuela se han importado alimentos para alimentar a tres países del tamaño del nuestro” (¡Ojo!, la cacofonía es de ella).  Reconozco que esto último es verdad, han traído contenedor tras contenedor lleno de comida.  Pero no tanto por matar el hambre de nuestros paisanos como para llenar aún más los bolsillos de los funcionarios encargados de esas importaciones.  ¿Que lo que traen está vencido y hasta podrido?  ¡Qué les importa!  Lo verdaderamente importante para ellos son los pingües negocios que han hecho.  Y, en passant, como decimos los franchutes, arruinar a los productores venezolanos porque ese fue el objetivo perenne del difunto fallecido.

En fin, que la mujercita, como nunca ha tenido que hacer cola en un supermercado—a los aparatchniky les llega a sus puertas todo lo que necesitan, y a ella, además, le mandan por valija diplomática sus antojos— tuvo los riñones de decir esa bobada.  La verdad verdadera es que no solo están vacíos los anaqueles, sino que ahora los pasillos de esos comercios ¡son más anchos!

Por cierto, y cometo una digresión.  La hermana de Jorgito, utilizó dos veces el término “índole”.  Y lo empleó mal, como si fuese masculino: dijo “de índole financiero” y “de índole mediático”.  Al oírlo, exclamé: “¡Dios, cómo puede ser canciller alguien que no domina ni su propio idioma!”  E inmediatamente recapacité: “¡Ah, pero es que el indocumentado también fue canciller!”  Es que en la Venezuela actual no se requiere saber hablar y escribir para ser ministro.

Pero regresemos a lo que estábamos: el “discurso” de la señora que usa las gafas del Mr. Magoo.  Cuando los representantes de los otros países recuperaron el habla después del asombro de escuchar tanto dislate y tanto desatino juntos, el representante de los Estados Unidos ripostó, palabras más, palabras menos: “Pues si no hay crisis en Venezuela, ¿por qué no pagan las deudas que tienen con la OEA?”  ¡Túquiti!  ¡Bien por el gringuito!  Aunque le faltó algo; debió añadir: la ONU, Celac, Unicef, FAO, etc.  Le deben plata a cuanto organismo pertenecemos por convenios internacionales.  Son malas-pagas.  Excepción hecha de Unasur; a esa sí se le bajan de la mula puntualmente.  Pero es porque allí es donde cobra Ernestico Samper —el implicado en el Proceso 8000 por recibir dinero del narcotráfico—, su cómplice en cuanta marramuncia contra la oposición venezolana se cocine en esos foros que debieran representar a las naciones pero que se han convertido en clubes para la defensa mutua de presidentes.

En todo caso, la robolución solo les paga bien a los tenedores de la deuda pública.  Unos inanes la llaman “deuda soberana”, aunque a este sintagma nominal habría que moverle el sustantivo: lo que tenemos es una “soberana deuda”.  Con todo el mundo.  Le estamos debiendo una vela a cada santo.  Repito, solo se les cancela las deudas, en la fecha del vencimiento, puntualmente, a los que adquirieron bonos, sean de Pdvsa o del BCV.  Pero es comprensible: la mayoría de los tenedores son ellos mismos, los boliburgueses que han medrado como nadie del Tesoro Público, los funcionarios ladrones que se roban hasta un hueco.  Y después vienen a llevarse el hoyo que quedó…

Y que le deban a la Odebretch, pase.  Sería el caso de “ladrón que roba ladrón”…  Por cierto, la rubia platinada de la Fiscalía no ha tomado conocimiento oficial de que en Brasil están haciendo juicio a esa empresa por corromper funcionarios de otros países, entre ellos, de Venezuela.  Ella está muy ocupada sirviendo de sayona en contra de cualquiera que ose opinar diferente de como exige el régimen.  Pero, ¿y los otros que cumplieron contratos con nuestro país y nada que les pagan?  Ahí están los italianos de Impregilo SpA, quienes tuvieron que parar la construcción del ferrocarril Pto. Cabello-Cúa; obra que, por cierto, el muerto en mala hora (porque se murió muy tarde) prometió para el 2007.  Y como esa empresa, las muchas otras que, creyendo en lo firmado en contratos solemnes, aportaron capitales para el desarrollo de la faja petrolífera, la construcción de viviendas (contratados como si necesitásemos de gente y empresas para ese cometido), el transporte aéreo internacional, la venta de alimentos y fármacos, etc.  Muchas asumieron sus pérdidas por haber contratado con malandros y abandonaron el país; otras nos tienen agarrados por las joyas de la familia en juicios internacionales, que vamos a perder, segurito…

Especial mención hay que hacer de los miles de venezolanos de a pie que han sido estafados por los malas-pagas.  Me refiero a quienes pasaron por la crujía de anotarse para hacerles llegar divisas a sus familiares en el exterior —una lista en la cual no debe estar la hija del pitecántropo barinés que disfruta de una canonjía en nuestra embajada en la ONU—, a esa gente que mes a mes le pagó al Cencoex lo que ese organismo exigía pero que, aun así, habiendo cancelado puntualmente desde septiembre del año pasado, sus familiares no han podido recibir ni un solo dólar.  Eso, clama al Cielo…

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