Luis Frayle Delgado: La pacificación de Juan Luis Vives
El tema desarrollado en La Pacificación es la defensa de la paz (…)
Al principio de la obra proclama a Jesucristo como el Pacificador por excelencia (…)
puesto que con su obra redentora y salvadora ha venido a pacificarlo todo.
Ha pacificado el universo, los ángeles y los hombres con Dios y a los hombres entre sí:
Él es el modelo a seguir y el que dice a los cristianos:
Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios”
Luis Frayle Delgado
En su cabal ensayo sobre un par de textos del humanista Juan Luis Vives, nacido en 1492, en Valencia de los Edetanos, España, La pacificación con La condición de la vida de los cristianos bajo el dominio turco. Estudio preliminar, versión y notas. Trilce Ediciones, Salamanca, 2016, su autor, el también humanista Luis Frayle Delgado, afirma que: “Fue Juan Luis Vives un filósofo, el más universal de los humanistas hispanos de la segunda generación, la que siguió a la de Nebrija”.
Prolija y acuciosamente, el autor rememora la peripecia intelectual y personal del humanista valenciano a lo largo de su fructífero deambular por las más prestigiosas instituciones académicas de la Europa de su tiempo, hasta establecerse definitivamente en Brujas: “donde desarrolló una intensa labor de escritor y divulgador de las ideas del humanismo cristiano”.
En lo concerniente a las influencias que a lo largo de los años fueron decisivas para acrisolar el pensamiento de Vives, Frayle Delgado señala dos etapas de particular relevancia en la formación intelectual del humanista en ciernes. La primera de ellas, tributaria de la corriente humanista hispánica, promovida por Nebrija; y, la segunda, proveniente del humanismo europeo, especialmente de Erasmo.
En relación con el par de ensayos escritos por Vives – analizados y comentados por Frayle Delgado -, de nuestra parte, vamos a enfatizar el relacionado con el siempre vigente tema de la pacificación, – muy relevante en virtud de las tensas relaciones el mundo islámico radicalizado y Occidente; aunque no excluyamos realidades nacionales de intensos conflictos internos ya superados, como fue el caso de Irlanda del Norte, o, muy actuales, como lo registran los insensatos y cruentos conflictos fratricidas en el Medio Oriente, África y tristemente, en algunos países de América Latina, como México, Colombia o Venezuela-, confirmando la apesadumbrada realidad de que – a lo largo de la Historia de la humanidad -, el hombre ha privilegiado la Guerra por encima de la Paz.
El humanista contemporáneo revive y comunica la crítica y delicada situación que imperaba en Europa en los tiempos de Vives, caracterizada por verdaderas guerras civiles. Frayle Delgado ilustra esta situación con palabras del propio Vives:
“Las dos cabezas de mundo cristiano que hacen sin treguas tantas guerras, han arrastrado cada uno a su causa a todos los demás Reyes y Príncipes, repúblicas, pueblos y naciones de Europa entera, han sido causa y han sufrido calamidades. Se han desafiado a singular combate aquellos en cuya persona, vida y salud se sustenta la vida y salvación de tantas gentes y reinos; se han debilitado las fuerzas del orbe cristiano, hasta el punto de que no podamos hacer frente al enemigo común – el turco, acotamos nosotros -. ¿Por qué callamos ahora, porque murmuramos entre dientes?
Frayle Delgado explicita aún más los temores y advertencias del Vives de la guerrera Europa del siglo XVI, y acota: “Entre los humanistas cristianos se extiende la idea de promover activamente el llamado “rearme moral”, es decir, una reforma del cristianismo o mejor, del orden moral de los cristianos, para hacer frente así al avance del Islam”.
Finalmente, – después de recomendar la lectura y estudio de este viejo, pero muy contemporáneo texto, magistralmente comentado y anotado por nuestro muy querido amigo Luis Frayle Delgado -, vaya este angustiado excito de Juan Luis Vives, dirigido tanto a los hombres de entonces como a los de ahora, para que sean auténticos hijos de Dios: hombres de paz y para la paz.
EL OFICIO DEL PACIFICADOR
Nadie debe ser ajeno al oficio de la pacificación; es necesario que todos seamos pacificadores, puesto que es necesario que todos seamos participes de esta gran adopción y que así seamos hombres. Hay quienes pueden aportar a la pacificación de hecho, hay quienes nada tienen que aportar. Estos deben de poner su voluntad en común, y con sus votos y súplicas favorables, a veces también exhortando y estimulando, ayuden a los que trabajan por la paz.