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Los todo pa’ mí

El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: «Es envidiable». Jorge Luis Borges

El DRAE, que casi todo lo sabe en materia de la lengua española, define al agalludo como una persona ambiciosa, avarienta, es decir, en términos de sinonimia: codiciosa, envidiosa, avara, cicatera, roñosa, sórdida, en fin, miserable, añadimos nosotros con Unamuno, porque la “la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”.

La mejor expresión capitalista del agalludo, del avariento, es la de Rico McPato, el tío del pato Donald, quien ambiciona todo el dinero del mundo, que piensa siempre en dólares americanos y no desperdicia ni un centavo personal en pro de una causa que no sea su propio interés. El tío de marras tiene los ojos como una registradora de las viejas, que hace clin clin clin clin, cada vez que ingresa un dólar a la caja; el avaro tío disfruta retozar a sus anchas en las pacas de monedas y billetes que acumula en su bóveda.

Esta vez, quiero más bien referirme a los agalludos intelectuales, esos doctos eruditos que lo quieren todo para ellos: premios, reconocimientos, distinciones, condecoraciones, preseas, cruces, órdenes, sillones, menciones de honor, recompensas, bandas, medallas y galardones. Esos Todo Pa´Mí semejan aves de rapiña en busca del laurel faltante, del Honoris Causa, de la embajada merecida, del podio universal. Los Todo Pa’Mí sufren con el éxito ajeno, se amargan cuando el reconocimiento es para otro y no para si, están siempre dispuestos a usar la descalificación personal como forma privilegiada para negar los méritos de los demás colegas.

En primera fila están cuando se trata de cámaras, luces y flashes, son expertos en pescuezeo y en figuración. Aluden invariablemente a sus nexos de cuna, a su abolengo, a su linaje, a sus genes, a un pasado que los catapulta y predestina a ser los inevitables próceres del país. El árbol genealógico es su primer y mayor argumento, y la foto en la página social su mayor logro.

Merecedores de todo, andan por la vida, reclamando lo que por engreimiento les corresponde, se escudan en cargos y prebendas, no admiten críticas ni consejos, se aíslan, sufren, les sudan las manos, voltean la cara, cuelgan los teléfonos, apagan los celulares, se encierran y lloran solitarios y desconsolados ceñidos a sus diplomas y medallas.

¡El Otro es su enemigo real o potencial! En todo caso sigamos el proverbial consejo árabe:

Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien.

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