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Los desvelos de un dictador

Las estrategias se agotan y sólo se vacían entuertos. El suelo es movedizo, como gelatina de sabor agrio. Las gavetas yacen deshabitadas de ideas. Los pulmones se llenan de pánico. Un grito suena como un aullido en la memoria. Sólo ve sus manos manchadas en sus sueños repetidos. Las excusas no son atendidas por las mayorías. Quieren sacarlo, desatornillarlo con un ímpetu incorregible. No han servido todas las consejas lejanas, ni los bocadillos de distracción social o esos ritos de medianoche con polvillos mágicos. Poco ha valido el rasgar la chequera, empalmar cifras o forzar una diplomacia agonizada, cuyos representantes parecen sepultureros.

No siente culpa, aunque el temor le corroe hasta las entrañas. Es como un hilo que se sumerge en la sien y te ahoga el entendimiento. Charlas y charlas trasnochadas, pero los resultados se descuadran. La población tiene un fuelle con propia voluntad. No quiere validar sus discursos destemplados. Ahora la gente arriesga todo, sabiendo que la metralla no tiene cordura. Nada les importa a esos ciudadanos decididos. De dónde tanta valentía a estas alturas. No ha servido el enviar a los revoltosos de siempre a propiciar violencia, para culpa a los opositores de los actos vandálicos. Todo es inútil, como un picaporte sin puerta.

Ve en el reflejo del espejo, su rostro cetrino, perturbado y con ojeras prominentes. Se dice a sí mismo, mil veces, sin respiro, como un refrán desempolvado de la historia, que no lo sacarán. No celebrarán su derrota. Es cierto que los ataques internacionales ya se  han vuelto habituales. Tal vez el dinero no alcanza para comprarlos a todos. O se le acabó el condimento al sistema. Reclamos y reclamos. El manual está gastado y perdió su gracia pavorosa; su rebaño de ideas incuestionables.

Lo ven como un bufón sin risas, con sus colmillos afilados. Poco le importa los gritos desatados en las calles, estrepitosos, retumbantes, con su bufido de justicia. No habrá una nueva aurora. No está en los lineamientos. Sólo sembrar caos, desmoronamiento de sus exhalaciones, agotarlos de tristeza y preocupaciones. Ese es el esquema. Así ha funcionado, con conocimiento curtido que las dificultades se tapan con más dificultades. Pero ahora la pólvora se moja y enmudecen los argumentos. Se gastan las alternativas. Ni los aumentos disparatados de salario, ni los anuncios controvertidos les hacen torcer el rostro hacia otro horizonte. Siguen ahí. Continúan atrincherados, dispuestos a ponerle sus espuelas de rectitud y quitarlo del mando.

Posiblemente fue un error el anular a la Asamblea Nacional con tan controvertida sentencia del tribunal. Mira en lo que ha deparado. Se despertaron todos de su letargo. Debe entonces escrutar severamente en el método. Otra posibilidad. Zanjear el asunto con una polémica mayor. Algo que los desmoralice, les depaupere sus bríos.

Salta la idea como un clarín en la mesa de sus allegados: Una constituyente. Moldear todo a sus preceptos y beneficios particulares. No podrán achacarle un desapego a la ley. Por ello, se hará una nueva. La quintaesencia de un comunismo de buen provecho. El verdadero reconstituyente de la revolución. El poder electoral le dará valía. Todo con el remoquete de “comunal”, para asirlo al pueblo. No queda tiempo, pues el ambiente se encuentra al borde de un verdadero estallido social, no uno camuflado o propiciado por humaredas socialistas.

Mientras alardea de su creatividad última, espera que no le salga la carta equivocada y termine como la mayoría de los dictadores que han hartado a su pueblo; degollado por sus propios desquicios de poder.


@Joseluis5571

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