Los defensores del preso político
La excarcelación de los presos políticos, motivo de una legítima celebración por los familiares y relacionados que han bregado tanto por ellos, como el permanente encarcelamiento de muchos más, suscitando las más naturales angustias, suelen ocultar el trabajo discreto, paciente y pertinaz de sus defensores penales. Integrantes o no de alguna organización no gubernamental, versamos sobre un oficio desprendido, arriesgado y peligroso, pues, frecuentemente, el régimen apunta sus dardos hacia ellos.
Durante la vigilia en los alrededores de El Helicoide, tuvimos ocasión de observarlos en un constante ir y venir, lidiando con los agentes policiales, compartiendo una reflexión en torno a la solidaridad eficaz rompiendo peligrosa la noche. Son muchas las diligencias que realizan, más allá del estricto ámbito profesional, sin que las cámaras logren seducirlos.
Los hay extremadamente competentes, estudiosos y hábiles, que, al defender a un preso político, ya le está vedado el libre ejercicio profesional, pues, por muchas razones que le asistan, el juez no se las concederá para preservar su posición frecuentemente precaria. Algunos, suelen asesorar en juicios en los que no podrán apersonarse, pues, investigados hasta en el modo de andar, saben que el camino está lleno de emboscadas.
Un joven profesor y dirigente político, como Daniel Merchán, por ejemplo, ha dado testimonio de un solidario esfuerzo profesional al atender casos y situaciones en el difícil estado Aragua, que admiramos. Las persecuciones y aprehensiones de cuño político, lo ocupan tanto como sus alumnos, y sólo declara a los medios lo que es necesario.
Nadie pretende una versión paradisíaca del oficio, pero – ciertamente – hay un heroísmo en el abogado que sortea casos difíciles y, en dictadura, perdidos de antemano, insistiendo por la libertad e integridad personal de sus defendidos. Vaya así, nuestro modesto tributo.