Los 2/3
“Las encuestas dicen que vamos perdiendo, y sería terrible que la derecha llegara a la mayoría en la Asamblea Nacional, ya que puede acabar con todo lo que queda del proceso revolucionario.”
Ana Elisa Osorio, ex ministra chavista, Aporrea.
La unidad de análisis del Bank of America acaba de dar a conocer su visión del proceso electoral venezolano y su conclusión es lapidaria: según los más serios y objetivos sondeos de opinión, la oposición venezolana supera con mucho lo que califica de “umbral” de los dos tercios necesarios para obtener la mayoría calificada y poder proceder a cambios sustantivos en la realidad política nacional.
Corresponde matemáticamente a la percepción que se obtiene en los recorridos por las calles y mercados de cualquier ciudad o pueblo de Venezuela. Hasta ser reconocido por los capitostes del chavismo: “están perdiendo”. Ya el pueblo chavista se debate entre salir a votar por la oposición o no votar. “Por ello hay que hacer una política para quienes no quieren salir a votar” – concluye Ana Luisa Osorio, vieja ficha del chavismo. El anti maduro/cabellismo arrasa incluso entre el viejo y desencantado chavismo.
Ese rechazo a Nicolás Maduro, a Diosdado Cabello y a su gobierno supera el simple rechazo electoral y bordea el odio. No se requiere ser un experto para saber que los culpables por la monstruosa inflación, que ya diluye cualquier salario y hace agua cualquier presupuesto, son ellos y los suyos; que los responsables por la desaparición de los insumos esenciales – desde los necesarios para sostener la vida o salvarla: leche, huevos, azúcar, café, carne, medicamentos e implementos sanitarios sin olvidar el papel confort, lo que bordea el primitivismo – son ellos y los suyos. Que los administradores del hampa desatada, de los asesinatos masivos, de los descuartizamientos, son ellos y los suyos. ¿Quiénes sino unos fanáticos enloquecidos podrían querer votar por los esbirros de las pandillas que han devastado al país más rico de la región hasta convertirlo en un basural sin destino?
De esa matriz de opinión sólidamente asentada en la conciencia nacional se deduce que cualquier resultado que no alcance el umbral del que nos hablan los especialistas del Bank of America, del que están seguros hasta los niños venezolanos y del que parece aterra a quienes culpan a la oposición hasta por el deslave de Vargas, será producto de la manipulación del ministerio de asuntos electorales del régimen. Llámesele como se le llame: fraude, ocultamiento, forjamiento, engaño o cualesquiera de sus sinónimos. Cualquier resultado que no le reconozca a la oposición la mayoría calificada de la Asamblea Nacional como para sacar con vientos frescos a Diosdado Cabello, dominar todas las comisiones y tomar decisiones que impliquen la desaparición de la dictadura, nombrar una directiva del CNE que lo vuelva a la majestad que un día tuviera, intervenir en las instituciones secuestradas por el castro madurismo dictatorial y dar paso a la transición hacia la democracia y el Estado de derecho puede ser considerado como un zarpazo a la majestad ciudadana, una burla a la aplastante mayoría del descontento nacional, un atropello que no debe ser tolerado ni un segundo más.
Ese objetivo, el único que justifica la paciencia infinita, la lealtad comprobada, el acuerdo suprapartidario y la decisión de ir a depositar nuestro voto el 6 de diciembre – arrasar en las urnas como estamos arrasando en las calles y mercados del país – puede ser birlado de muchas maneras. Cual más cual menos engañosa. Una mayoría simple dejaría las cosas como están, si bien podría satisfacer a la dirigencia de la MUD. Por fin podría esa dirigencia aceptar lo que buena parte de la mejor oposición viene sosteniendo desde hace años, así los mercachifles encuestólogos lo hayan negado gracias a buenas recompensas crematísticas: que somos mayoría. ¿Pero de qué sirve una mayoría de uno o dos puntos, si no se traduce en Poder, con mayúscula? ¿De qué sirvió esa mayoría de votos con minoría de diputados del 2010?
De todos los escenarios posibles, el que mayormente corresponde a la realidad reconocida por los especialistas del Bank of America e incluso de algunos de nuestros encuestólogos, es el que menos probabilidades tiene de ser reconocido y aceptado por el régimen: la mayoría calificada. La mayoría simple, es decir: inofensiva, es la más cercana a terminar imponiéndose, pues permitiría seguir corriendo la arruga hasta el 2019. Lo que al parecer figura en los escenarios de AD, PJ y UNT, que no parecen tener ningún apuro en salir de un régimen al que hasta el día de hoy le niegan la única caracterización que da en el clavo: reconocerle su naturaleza dictatorial, castrocomunista.
La pregunta obvia es si el país se dará por satisfecho con una mayoría simple, sabiendo que se obtuvo una mayoría calificada. Para nuestro modesto entender, ese es el problema.
@sangarccs