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Lo que pasó por mi mente

Cuando me enteré por uno de esos tantos correos electrónicos informativos, que nos llegan sin pedir permiso, de la noticia de la hospitalización en Israel de Saeb Erekat, Secretario General de la Organización para la Liberación de Palestina por un cuadro de corona-virus, pasó por mi mente escribir sobre esa insólita circunstancia. Sin embargo, al tiempo que leía la noticia ya otros muchos se habían manifestado de modo aún más insólito por lo que decidí esperar y ver.

Para alguno la hospitalización en Jerusalem era simplemente una jugada política del gobierno del estado de Israel. No faltó quien considerara la solicitud de Saeb Erekat (si es que efectivamente la había formulado) como una traición; y desde luego otras opiniones que simplemente señalaron que el señor Erekat había ejercido su derecho a ser atendido como cualquiera otra persona que quedara contagiada.

Mi pensamiento derivó hacia otro nivel. El señor Erekat estaba en el estado de Israel aunque no en Jerusalem. No sé, ni me interesa saber si era un residente o una persona en tránsito, pero allí estaba cuando se detectó que estaba infectado; y su conducción a un hospital en Jerusalem aunque era un asunto de carácter médico, se convirtió en un asunto de carácter político.

Para mí el estado de Israel había sido colocado por una circunstancia ajena a él en la misma posición descrita en la parábola “Bajaba un hombre de Jerusalem a Jericó” y habiendo sido asaltado pasaron varios viajeros que ignoraron su condición hasta que un samaritano lo socorrió. Ahora un palestino ha recorrido un camino inverso, hacia Jerusalem, para ser atendido por otro “samaritano”, el estado de Israel, pero muchos comentaristas juzgarían su atención no como la obra del samaritano sino como una maniobra publicitaria del estado de Israel. Yo me pregunté ¿que se dirá si el señor Erekat fallece a pesar de las atenciones? La respuesta me vino espontáneamente. Los que hoy dicen que es una maniobra publicitaria, dirán mañana que “lo mataron”.

Ahora la noticia que llega es la del agravamiento del señor Erekat. En ese conflicto que se ha extendido por setenta años parece no haber espacio para el trato humano. No, no es verdad, si lo hay y la hospitalización de Erekat lo comprueba. Lo que ocurre es que paralelamente a una infinitud de actos que dejan evidenciada la presencia de la condición humana, hay otra infinitud de actos que dejan también en evidencia que no se ha asimilado el concepto de prójimo.

Dios quiera que el señor Erekat, por quien no siento la más mínima simpatía, pueda salir airoso de su contagio con el corona-virus. Ojalá (que es invocación musulmana hacia su Dios “Alá”) tome conciencia de que no es la aniquilación de quien piensa, cree y vive bajo reglas y principios distintos el camino constructivo. Desde luego no me hago ilusiones sobre la posibilidad de que este hecho singular e inesperado, sobre todo para sus protagonistas Erekat y el Estado de Israel, vaya a tener la trascendencia de fijar en esa convulsionada región del mundo, la fuerza determinante de un antes y un después.

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