Lo que opina un amigo de muchos años
Y cuando digo “muchos años”, no exagero, tanto por los años que me honro en tenerlo como un fraternal amigo, y por los muchísimos que tiene de edad. Porque Miguel Power va a cumplir 95 próximamente. Es uno de esos venezolanos excepcionales por los conocimientos que tiene, la sabiduría que rezuma, los idiomas que domina, la capacidad para la toma de decisiones acertadas y la buena fe y el entusiasmo que le pone a todo. Ya no sale mucho de casa; pero hasta hace relativamente poco, montaba a caballo y amansaba potros. Para ir desde su Barquisimeto natal hasta Caracas para estudiar en la UCV —institución de la cual obtuvo un doctorado en ingeniería— tomo el tren que iba desde aquella ciudad hasta Boca de Aroa; allí abordó un vapor que lo llevó a La Guaira, y de ahí subió a Caracas. O sea, que ¡es viejo! Pero, ¡ah, malhaya que muchísimos de nosotros tuviésemos su claridad mental! Su razonamiento es impecable, y su acervo, vastísimo.
Recientemente me envió un mail que quiero glosar para ustedes —nada más que un par de párrafos— a fin de que vean lo claro de su raciocinio lúcido de sus juicios.
En lo medular del mail, me dice: “Hoy me mueve una razón muy particular, la cual sobrepasa las barrabasadas a las que el gobernante nos tiene acostumbrados. El viaje a la China pudo tener motivaciones para desfigurar el endeudamiento mendigante; pero noticias de hoy revelan que por sobre ese propósito está algo más pernicioso, atentatorio contra nuestra formación histórica, contra nuestra formación cultural y contra las raíces de origen occidental”.
Su preocupación surge de que, entre sus muchos inventos para ponerse en la buena con nuestros asiáticos acreedores, el marido de Cilia se sacó de la manga la creación de un “Instituto Confucio para el estudio de la cultura y el idioma chinos”. Entre las muchas cosas de ese convenio que preocupan al doctor Power, es la existencia de una cláusula por la cual, el fulano instituto nos va a mandar: “empresarios junto con otros de carácter educativo”.
Al respecto, el amigo opina: “No pienso que las sabias doctrinas de Confucio, pisoteadas por la China durante muchos siglos, puedan tener algún valor didáctico frente a la tozudez e ignorancia del gobernante actual. Pero en otro sentido, creo que ese instituto, más los ‘empresarios de carácter educacional’ son apoyos, la sonda de tanteo, para permitirle a China (entre otros tantos permisos) apoyar un programa de transculturación y de penetración del pensamiento chino para que se nos haga más fácil aceptar posibles cambios de orientación de nuestros modos de vivir”.
Y sigue: “Veo con horror que mis bisnietos deban recibir enseñanzas de un “empresario educacional” chino; cultura que —si bien tiene historia y grandes valores— está muy distante de nuestro modo de ser, de nuestra idiosincrasia latina y del hábito de muy vieja data de habernos acostumbrado a ver a los chinos manifestarse honradamente tras los mostradores de bodegas, las que hoy (por su laboriosidad, añado yo) crecen al nivel de automercados”.
Tanto que el muerto viviente habló de la “soberanía”; y tanto que el ilegítimo repite la cantinela. Y cada vez tenemos menos. Cuando mucho, lo que lograron fue cambiarnos de amo. Si antes dependíamos en mucho de Estados Unidos, ahora estamos pignorados al gigante asiático, a quien le debemos hasta el modo de caminar. Eso, al mismo tiempo que somos una colonia de Cuba —un país más pobre, menos poblado y menos extenso que el nuestro, Simultáneamente, le pedimos a Vietnam ¡que nos enseñe lechería y ganadería!, después de que las “expropiaciones” en el sur del Lago de Maracaibo acabaron con las empresas lácteas y el pie de cría que las sustentaba. No olvidemos que todavía no han sido pagadas, y que: “expropiar sin pagar es robar”, como le explicó María Corina a Boves II en su cara. Y que, entretanto obreros bielorrusos peguen bloques en construcciones, desplazando a mano de obra criolla. ¿Cuándo los Estados Unidos nos perjudicaron así? ¡Nunca! Más bien, nos capacitaban en las diferentes destrezas industriales, en conocimientos gerenciales y en tecnologías de punta en medicina, computación y demás ciencias aplicadas. Las becas de “Alianza para el Progreso” y otros programas parecidos nos dejaron infinidad de profesionales de primera. Y hasta algunos rojos-rojitos que conozco resultaron favorecidos con esas asistencias a universidades norteamericanas de renombre. Nunca, a nadie, le preguntaron por sus ideas políticas. O sea, nos ayudaban a progresar, a desarrollar al país, a culturizar a la nación sin pedir nada a cambio. ¡Qué distinto ahora! Nuestros bisnietos —los ya nacidos de Miguel Power y los que algún día yo tendré— habrán de pagar las deudas que tan irresponsable y alegremente ha contraído el régimen para intentar quitarse de encima la derrota que se les viene en diciembre. Y las que le siguen…
Gracias, querido amigo, por su carta. Y termino dedicando a usted las mismas palabras con las que me alabó; usted “me proporciona la satisfacción de ubicarme en un ámbito donde encuentro sensatez, objetividad y visión político social que abren caminos para conocer la verdad de muchas cosas que apuntan al fondo de la realidad venezolana”.