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Lo que me enseñó un alumno sin brazos

Por Miguel R. Carpio Martínez
@carpioeconomics

Antes de comenzar, debo aclarar que lo aquí escrito fue inspirado por una persona real. Un valioso venezolano al cual tuve el honor de dar clases hace unos cuantos años. ¿Su nombre? Es irrelevante y quizás generaría un malestar innecesario en el protagonista y no tanto por hablar de su discapacidad sino porque, entre sus muchas virtudes, está la modestia.

Lo que voy a compartir con ustedes sirve para muchos ejemplos, uno de ellos la importancia de la observación y la prudencia.

Transcurrían las primeras semanas del semestre y correspondía realizar el primer parcial. Allí estaba yo con mi grupo de 50 o 60 alumnos. Repartía las hojas de examen y los folios para que los muchachos realizaran su examen. Por supuesto, también echaba un ojo allá y acá en busca de posibles triquiñuelas. Y en esa búsqueda, vi de reojo algo que en principio me molestó: un alumno se quitaba las medias y los zapatos. Lo primero que vino a mi mente fue: Se pone cómodo el amigo. ¡Ya va! Le voy a decir una vaina.

Cuando terminé de entregar todos los folios, me dirigí indignado al “alumno cómodo” y para mi sorpresa me encontré con algo que hasta el sol de hoy me sorprende y me avergüenza dada mi primera reacción.

El muchacho en cuestión no tenía brazos. Sí, así como lo leyeron, el chamo no tenía brazos. Quizás se pregunten por qué no me di cuenta antes. Pues hasta el sol de hoy me hago la misma pregunta.

En particular porque interactúo muchísimo con mis alumnos y no me quedo sentado ni parado en un solo sitio del salón. Solo puedo decir a mi favor que el muchacho tenía prótesis, las cuales no tenían movimiento ni funcionalidad, pero hacían lo suyo desde el punto de vista de la apariencia.

Pero el asombro no paró allí. El chamo escribía y borraba a la perfección, subrayaba usando una regla, usaba la calculadora. Todo con sus pies. ¿Y su caligrafía? Pues conozco personas (incluyéndome) que anhelan una caligrafía así.

Por si fuera poco, su rendimiento académico fue bueno y no sólo en el primer parcial, sino en todos los de ese semestre. Y sé de buena fuente que es de las personas que se molesta consigo misma cuando no saca 20.

La idea no es ser pesado, pero creo que no hay mejor manera de expresarme sobre la lección que me dio este chamo, que ser claro. Tengo casi 14 años como docente universitario y sólo en una oportunidad le he dado clases a una persona con una limitación de este tipo y su rendimiento estuvo por encima de otros que no tenían ningún problema.

Vivimos una situación país difícil. Dificilísima. A diario nos encontramos con personas que se quejan de lo mal que las trata la vida, de lo que les falta, que lloran por lo que la providencia les negó. Sin embargo, hay personas como el joven de esta historia que no ven atrás y luchan contra toda adversidad. No siempre salen airosos, pero se levantan y siguen luchando. Es, sin duda, el tipo de personas del que debemos aprender.

Un alumno sin brazos me enseñó que no hay excusas para fallar, que hay que salir adelante, luchar por lo que se quiere. Que cuando las metas nos hacen sudar tiene mayor significado alcanzarlas.

Nadie dijo que sería fácil reza la canción de Coldplay y mucho de lo que anhelamos tiene un sacrificio (costo de oportunidad decimos los economistas).

Con frecuencia relato esta historia a mis alumnos. Esto con el fin de que entiendan que cualquier sinsabor que experimenten es nada. Hay personas con verdaderos problemas que buscan la forma de salir adelante. Y voy más allá, no cualquiera puede ocupar un pupitre a menos que de verdad desee ser profesional, no sólo se trata de ir a la universidad, se trata de ser un estudiante universitario con todas las letras. Eso es lo que necesita Venezuela, profesionales no gente con títulos.

No quiero cerrar el escrito sin antes agradecer al estudiante que inspiró estas líneas. Tengo un tiempo sin verte en la universidad, la vida hizo lo suyo y continuaste tu rumbo. Sé que le estás poniendo ganas a lo que sea que estés emprendiendo.

Gracias por una de las lecciones más importantes que me han dado en la vida. A veces el profesor debe sentarse, observar y aprender.

*Economista
Profesor UCAB

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