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LIMA: Una ciudad para envidiar
Regreso – después de más de 20 años- fisicamente a Lima, a la que nunca abandoné desde mis tiempos parisinos de los años 70, cuando con el Coco Ordoñez y otros patas latinomericanos intercambiamos vehementes y emotivas opiniones sobre nuestros disimiles y semejantes países; ya Lima se presentaba como una ciudad mayor e incuestionable en lla historia y la liteatura latinoamericana. La visité por vez primera en un aciago septiembre de 1973, cuando después de dictar algunas conferencias en la Escuela de Administración Pública, fui instruido por la Cancilleria venezolana para continuar viaje a Chile a fin de contribuir con la liberación de los numerosos compatriotas presos en el sanguinario golpe contra Allende.
Después estuve varias veces participando en las negociaciones del sector sidérurgico nacional dentro el Pacto Andino, lideradas por ese magnifico diplomático llamado Sebastián Allegrett. Regreso ahora gentilmnte invitado por mi amigo Jorge Ordoñez Ortiz para constatar y apaludir el decidido avance que el país y la ciudad han realizado, a pesar de los errores reiterados de Velasco Avarado y del abominable Sendero Luminoso, que decisivamente la sociedad peruana ha podido remontar exitosamente, para ejemplo ajeno.
Lima es hoy una ciudad que asume sin prejuicios su modernidad, que reconcilia pasado y presente, donde se respira democracia y confrontación entre los poderes constitucionales; sin ningún empacho para denunciar la corrupción e imputar a los presuntos culpables de actos de corrupción. Abierta al mundo de la tecnología y las finanzas, cualquier transacción es fácil de realizar en soles o dolares americano; el control de cambio es cosa de un pasado aberrante y sin sentido.
En el siglo XXI – sus dirigentes de todo cuño entienden que la emprenduderia, la productividad y la innovació – asentadas sobre la base de una inmensa reseva de recursos naturales y humanos – son base suficiente para obtener un puesto protagónico en el concierto de los países emergentes del Pacifico.
Por cierto, en el limpio y ordenado aeropuerto limeño no nos recibe la imagen de Humala, como si lo hace le Comandante Supremo en Caracas, advirtiéndonos que todo está controlado y supervisado, y que a nadie se le ocurra una vaina distinta al disparado Socialismo del Siglo XXI, porque ya verá las consecuencias en Ramo Verde.
¡VIVA EL PERÚ! ¡CARAJO!