Les voy a contar un cuento
Dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena… pero esta no es tan ajena:
Argentina, 1982. Un año antes un militar, Leopoldo Galtieri, había sucedido a otro militar, Roberto Viola, ambos pertenecientes al Proceso de Reorganización Nacional, el nombre oficial de una dictadura militarista, corrupta e inepta instaurada por Jorge Rafael Videla. Si los gobiernos militares fueran la solución de los países, América Latina debería estar a la cabeza del mundo y no lo está… Todo lo contrario, nuestros países han prosperado solo cuando han estado bajo regímenes democráticos. Pero por desgracia, la figura del “hombre fuerte” sigue siendo un atractivo para muchos.
Pero volvamos a Argentina en 1982. La inflación anual había alcanzado el 90% , el desabastecimiento estaba generalizado y la recesión era profunda. Buena parte de la actividad económica estaba paralizada. La mayoría de las industrias habían sido expropiadas; los comercios cerraban sus puertas, apabullados por tantos impuestos, tantas multas y tantas matracas. La clase media cada día amanecía más pobre por la generalización del IVA, el brusco aumento del endeudamiento externo de las empresas y del Estado, y los salarios reales cada vez más depreciados. La pobreza de uno de los países más ricos de América del Sur, que a principios del siglo XX era una de las economías más prósperas del mundo, aumentaba “a paso de vencedores”. (Nosotros los venezolanos conocemos el ritmo y la forma de ese paso).
El descontento se reflejaba todos los días de muchas maneras. Los ciudadanos se quejaban de la escasez, de los altos precios, de la dificultad de conseguir bienes de primera necesidad. Quienes una vez creyeron en “el proceso” estaban absolutamente desengañados y desesperanzados. El régimen temía que estallara de un momento a otro una revuelta social de grandes dimensiones.
En estas circunstancias había que hacer algo. Uno de los miembros de la Junta de Gobierno, el Almirante Jorge Anaya, tuvo la idea de usar la “patria” como excusa para distraer la opinión pública de los problemas que la aquejaban. Y qué mejor que reclamando la soberanía sobre las Islas Malvinas, otrora un importante puerto ballenero, que habían sido ocupadas sucesivamente por varios países, España, Francia, Argentina y el Reino Unido, siendo éste el último. Anaya pensó que de esa manera crearía un sentimiento nacionalista y la gente se olvidaría de los problemas, cosa que logró. Reseña Wikipedia que el almirante también consideró las posibilidades de recuperar el crédito perdido entre muy amplios sectores del país que serían sensibles ante una acción de interés patriótico como ésa. Pero dentro de los cálculos de Anaya no estaba la respuesta de los británicos. De hecho, jamás pensó que responderían militarmente, porque la base que tenían en las islas había sufrido recortes presupuestarios y había enviado dos de los portaviones y varios buques a otras bases. Además calcularon que los Estados Unidos los apoyarían como país americano, pero éstos se volcaron hacia su Madre Patria.
Tan seguros estaban los argentinos de que saldrían airosos en su plan que pusieron también sobre el tapete las disputas con Chile de las islas al sur del Canal del Beagle. Públicamente hablaron de la toma militar del archipiélago. Durante la guerra, la gente reunida en la Plaza de Mayo cantaba:
Palo, palo, palo, palo bonito palo es, eh, eh, eh, que se cuide Pinochet,
eh, eh, eh, que risa que se ve, ahora que se cuide, que se cuide Pinochet.
Tero, tero, tero, tero, tero, tero, tero, tero, hoy le toca a los ingleses y mañana a los chilenos.
El 2 de abril estalló la guerra que terminó el 14 de junio con el triunfo del Reino Unido, un saldo de 649 militares argentinos, 255 británicos y 3 civiles de las islas muertos y la caída del régimen militar. En diciembre de 1983, por fortuna, volvió la democracia a Argentina.
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia…
@cjaimesb