Las miserias son nuestra creación
El dolor y el sufrimiento no son lo mismo, el dolor es lo más irrefutable e irreductible sobre la experiencia humana: este dolor es mío, lo siento y no existe posibilidad de que lo niegue o desplace, me increpa con su realidad; el sufrimiento es una de mis respuestas al dolor o su posibilidad en mi vida. Igual sucede con la pobreza y la miseria, la primera es una carencia de elementos suficientes para el desarrollo mínimo de una vida en lo que se refiere a alimento, vivienda, educación, entretenimiento y oportunidad de crecimiento o desarrollo personal y social; el segundo es la capacidad que tengo de hacer mis creencias y condiciones la prisión de mi vida.
Existe una sensación a nivel mundial que todo se nos está yendo de las manos, la política, las instituciones, sean estas financieras, educativas, sociales, parecen todas no ser lo que eran; los bancos ya no son bancos, parecen ser distribuidores de todo tipo de gadgets domésticos y hasta experiencias turísticas; la política está fomentando el enfrentamiento en vez de propiciar un encuentro social y hasta las ONGs en vez de ayudar y apoyar, muchas veces parecen activistas y guerreros. Razones para cada uno hay de sobra, pero todo parece haberse salido de su marco y nuestras vidas parecen haberse complicado a tal punto que nos encontramos con la pregunta ¿para qué todo esto?
Hay ciertas ideas o tendencias que quisiera investigar a ver si damos con algunas de las miserias que nos esclavizan y nos empujan a un precipicio.
La ambición por el poder es lo que nos permite entender la historia.
El poder no es algo intrínsicamente malo. Claro, está aquello de “el poder corrompe; el poder absoluto, corrompe absolutamente”. Pero, por ejemplo, no hay nada más poderoso que el fuego, pero el fuego puede quemarnos, es peligroso; por ende, ¿la respuesta debe ser no debo nunca acercarme al fuego? Por ello los jóvenes de valía no consideran la carrera política como interesante y se decantan por otros derroteros. Así también el fuego nos sirve como luz, como agente de cocción, sin el fuego no habría computadoras, no habríamos llegado a la luna, no seríamos quienes somos. Por ello tenemos que acercarnos con respeto y humildad al poder, aprender a manipularlo. El poder es una herramienta; como tal, como sucede con herramientas capaces de hacer daño, debe ser usado sólo o con la estricta supervisión de adultos.
La idea de El Poder como vehículo conductor para entender la historia quizás fue más exitosa desde la pluma de Marx y Engels en el siglo XIX. Corrió la ola hacia la playa de Europa sobre la idea de la Muerte de Dios que Nietzsche enunció en 1884.
“Dios sigue muerto. Y lo hemos matado… ¿Quién nos limpiará esta sangre? ¿Qué agua hay para limpiarnos? ¿Qué fiestas de expiación, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No debemos convertirnos nosotros mismos en dioses simplemente para parecer dignos de ello?
En otras palabras: ¿a dónde vamos desde aquí?”
Así habló Zaratustra (1883-1885)
La ciencia, la incapacidad de la iglesia en sostener la fachada de jerarquía ética en Europa luego de 300 años de guerras protestantes, la disolución de los estados papales, las nuevas lecturas de la historia y la sociedad esgrimida por los comunistas, la irrupción de los parlamentos y como la ley comenzó a regir las sociedades… todos eventos del siglo que hicieron sentir que ya era tiempo de que el hombre tomara las riendas para dirigir las sociedades. Uno de dichos “actores” fue el socialismo, se irguió como ese nuevo dios enunciando el fin último es el bien de todos, una utopía social fallida que aun hoy vivimos y, no nos hemos querido enterar que no es el camino. A todo ello alertaba Nietzsche avisando que las consecuencias del mal ejercer ese inherente nuevo poder sería un bautismo de sangre.
Los héroes son la punta de lanza
En realidad, lo que nos permite entender la historia, desde los inicios, desde que en tribu nos reuníamos alrededor del fuego tratando de entender el camino que debíamos seguir, era sin lugar a dudas El Camino del Héroe. Entonces era escuchar y escenificar a los guerreros sus hazañas. La tribu y los jóvenes incorporaban estas proezas e identificándose con ellas, buscaban imitarlas e incorporarlas en juegos y ritos. Hoy lo hacemos inconscientemente con los films, las heroínas y héroes en ellos. Interesante además que hoy hay un espacio para que ellas, las niñas, también tengan sus heroínas con quién identificarse e imitar.
Sin lugar a duda nos cuece muy adentro tener esa creencia que los poderosos de la política o la economía son decadentes y no nos representan; de esa pólvora de nutrió la revolución francesa para luego convertirse en el Terror. Esas ideas te hacen miserable y víctima, te encalla y limita, te impulsa a juzgar y a ser influenciable por historias y tendencias en las noticias y por grupos con intereses turbios como mínimo. Deja de juzgar, pon tu fuerza en actuar y haz lo que tú sólo puedes hacer: saca de adentro lo que te hace singular y poderoso, ten la determinación de no mirar atrás o a los lados, mira adelante y arriba, hacia aquellos que admiras, vivos o muertos, e imítalos lo mejor que puedas.
Los derechos civiles y personales hay que defenderlos al coste que sea
Los derechos junto con las responsabilidades son el fundamento de los contratos sociales; no son solo los derechos. Sin responsabilidades, los derechos solos no son posible, son un espectro, no tienen cuerpo, son una ilusión. Así que, si voy a defender los derechos al precio que haga falta, es indispensable hablar de las responsabilidades que ellos comparten, y empuñarlos con la fuerza equivalentemente necesaria para sostener dichos derechos. Porque, si los derechos garantizan una teta segura para aquellos que se sienten víctimas, para poder estar echados en un sofá y tener Netflix[1] sin hacer un mínimo esfuerzo, entonces son estos los que le están robando la oportunidad a los que sin recursos han decidido responsabilizarse por sus vidas y hacer algo de sí mismos y de sus familias.
Yo soy lo que yo digo
Otro aspecto de los derechos civiles que está en tendencia es el de yo soy como me siento y todos me tienen que aceptar como yo digo que soy. En todo el mundo parece haber un frenesí sobre el asunto del Género y los derechos de las minorías, a tal punto que se ha ido fraccionando más y más dichas minorías hasta encontrar minorías absurdas, dónde además la disforia de género es un tema candente y controversial.
Para poner un poco de orden, la identidad de una persona es algo negociado entre el individuo y el entorno social. Un niño de 10 años se acerca a un grupo de compañeros en el recreo y les dice: yo ahora soy el maestro de la clase y todos me tienen que llamar profe o si no, les caerá todo el peso de mi justicia. ¿A qué se asemejaría ese niño? Rayaría en tirano, ¿o no? Yo no puedo presionar a los demás a que me acepten por lo que yo quiero. La coacción para defender los derechos de un sector sobre otro no garantiza la paz ni el bienestar de los grupos sociales y desplaza a toda la sociedad a una atmósfera de intolerancia y totalitarismo.
La identidad es algo sencillo y a la vez muy complejo, como una ecuación matemática donde a un lado del símbolo igual (=) está la persona, lo que es, proyecta, refleja con su vestimenta, actos, maneras y trato; y del otro lado del signo está cómo le perciben, le interpretan, le reconocen cómo le ven a él/ella. Ese símbolo (=) de la ecuación ES lo que nos mantiene en la línea de la cordura y salud mental. Todas las personas con las que me relaciono me envían señas que ajustan mi comportamiento, me avisan cuando me paso y me ayudan a gestionar la identidad de quién soy. Pretender que una persona puede coaccionar al resto sobre qué tiene o no que llamarle, no parece una base sólida para establecer una identidad.
Concedo, depender de los otros para establecer tu identidad es y puede ser limitante, sobre todo al sentimos en nuestro marco cómodo y los demás nos aceptan como somos (esto puede ser una tragedia); o también cuando yo, niño de 11 años en el norte de Inglaterra en un pueblo de minero de los años 80, le digo a mi padre: ¡papá quiero ser bailarín!
Adolescencia: construcción de la identidad
La etapa de adolescente en nuestros jóvenes es la fase de definición de identidad por excelencia. Los niños emergen dependientes de sus mayores, donde por fuerza estaban sujetos a aceptar al mundo en los términos que les marcan los adultos. De manera súbita, en un espacio muy corto variando entre las edades de 11 y 13, las hormonas comienzan a explotar en el cuerpo de estos pequeños y a la vez cientos de cambios comienzan a impulsar una transformación corporal, mental y psicológica.
Es una fase análoga a cuando los emergentes bebés comienzan a moverse por sí solos, su cuerpo comienza a tener suficiente fuerza para conectar con el mundo que les rodea, gatear, poder agarrar objetos; investigar, probar y descubrir se tornan el epicentro de la experiencia de vida entre los 2 y 3 años. La adolescencia es exactamente lo mismo a un nivel más amplio y complejo, cuando arriba el momento, los jóvenes buscan definir su relación con el mundo, los límites de lo que pueden hacer. Etapa donde comienzan las mentiras trascendentes, el reto a la autoridad, la búsqueda de la aceptación de los compañeros, cambios radicales de estética o vestimenta… están buscando su nicho y definir quienes son. Cuando vives al lado de un adolescente, te sientes que empujan todo al límite, sobre pasando los acuerdos más básicos de convivencia.
Juguemos, ¿Qué genero sientes que eres?
¿Qué crees que va a hacer esta pregunta a una persona que está en medio de definir su identidad? Es un arma de destrucción masiva, se lo lleva todo por medio, especialmente cuando, si eres chico, tienes problemas para descubrir cómo abordar a las chicas o el descomunal peso y terror del rechazo de ellas; si eres chica, la presión desmesurada por la competencia con las otras chicas, “¿soy suficientemente bonita? ¿Soy muy delgada o gruesa? ¿Me aceptarán?” …todo ello exponencialmente descolocado por los canales de social media. La pregunta ¿Qué genero te sientes? Es una puerta abierta a evadir el dolor de la adolescencia. Si no lo recuerdas, ser adolescente era doloroso e incómodo; aun cuando defendías a muerte tus creencias, en el fondo no estabas seguro si tenías razón.
La mamá de una amiga de mi hija de 7 años dio a luz un precioso niño. Cuando por primera vez lo trajo al colegio, yo no sabía que había dado a luz y vi el precioso bebé en un lindo cochecito, la felicité mientras me acerqué a ver el bebé. ¿Sabes que cuando son recién nacidos no puedes apreciar si son nenas o nenes? Pues dije, “qué bella, ¿cómo se llama?”. Su mamá me respondió, “es niño, se llama Luis” – en el acto se corrigió – “bueno, ya veremos que decide ser”, aludiendo a si se sentirá niño o niña cuando crezca. ¡Qué peso para ese niño!
Nuestra sociedad ha perdido su norte, no es algo que podamos de manera social recuperar, el trabajo es nuclear… ¡individuo y familia! Hay que volver a lo básico, vivir es un plato servido con los cinco sabores: dulce, amargo, ácido, salado y picante. Podemos empezar a escarbar el plato y separar los que no nos gustan o no queremos paladear… una recomendación, adiestra tu paladar a todos los sabores de la vida, porque nunca estarás a salvo de que por un largo tiempo tengas que comer un solo sabor.
Próximo martes…
El Riesgo de Buscar la Luz
Las tendencias de Crecimiento o Desarrollo Personal al igual que los métodos de visualización y afirmación para alcanzar las metas o la realización personal, menoscaban una gran verdad… cuando buscas la Luz, ¡prepárate para la Oscuridad!
[1] una nota sobre esta imagen del sofá y Netflix, cuando trabajé en los barrios pobres (favelas) de Petare-Caracas, visité más de un rancho que para acceder no había ni esclera en el cerro, había que subir por la montaña, donde tenían una tabla por puerta y el suelo era de tierra, pero tenían antenas parabólicas y DIRECT TV (el Netflix de entonces).