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Las mentiras que mi padre me contó

Estamos rodeados de mentiras: el social media, las empresas, el marketing, los envases de los productos que compramos, todo el sistema legal, la política; todos los agentes institucionales, políticos, económicos y sociales tratan de vendernos algo y sólo nos dicen lo justo de lo que es “verdad” y luego lo velan lo mejor que pueden con aquello que les permita lograr “vendernos lo que quieren.”

PERO es aún mucho peor, nosotros estamos conquistados por esta “actitud” y manera de actuar y ser, lo que afecta todas las relaciones que nos importan y necesitamos. Es tan estructural en las sociedades contemporáneas, que es transparente a nuestra consciencia; sólo reaccionamos cuando “alguien” nos apunta como autores de algo que sabemos no es cierto, entonces violentamente nos indignamos y somos adalides de la verdad.

Yo pertenezco a un gremio que vive de la mentira: las ventas.

Aunque siempre he vendido y he estado en la posición de vender una idea o un producto, no siempre lo he hecho con mentiras. Cuando tenía 20 años, por primera vez fui en verdad a terapia y descubrí todas las mentiras que decía y me creía. En casa se escondían cosas, se vendía una manera sincera y honesta de ser, cuando mis padres vivían entre ellos mentiras; eso me acorraló, y cuando fui adolescente sentí una repulsión hacia ellos por las “mentiras” que vivíamos en casa. Cuando fui a terapia, comencé a descubrir que yo me molestaba porque también hacía lo mismo y era para mí más seguro culparlos a ellos de sus incongruencias, que reconocer o enfrentar las propias… entonces, bueno, me derrumbé.

Así que tomé la firme determinación de hurgar para descubrir que había detrás de cada incomodidad y “problema”… fue entonces cuando acuñé la frase:

Quisiera poder decir que esa actitud duró hasta hoy en día, pero luego de dos matrimonios fallidos, varios fracasos en mi vida y hundirme hasta el infierno mismo, reconozco que por quizás más de un par de décadas me olvidé de mi firme determinación de vivir honestamente. Aunque hace tres años me separé de mi familia y mis hijas se quedaron viviendo con su madre… y aunque entonces tomé otra vez consciencia de las mentiras que me dije, y por tal, cómo miné la relación con la que es la madre de mis hijas y fue mi esposa por 15 años; sin embargo, esa no fue la clave que me hizo hacer inventario y retomar por completo la “firme determinación” de vivir honestamente… aunque definitivamente ayudó y mucho.

La presente es la anécdota que completó mi firme determinación de no decir nada que supiera es falso, ni a mí mismo ni a los demás… ruego al cielo para que esta vez dure.

Desde hace 6 años he trabajado como agente comercial o vendedor, primero como comercial de alarmas y luego para una importante empresa transnacional. En esta última sucedió algo muy interesante. En los últimos 4 años, la empresa había adquirido 5 empresas con sus carteras, activos y empleados; su facturación había triplicado, pero su estrategia de ampliación no había contemplado que el departamento de servicios (que es la base de lo que ofrecen) tenía que recibir la inversión y estratégica atención necesaria para adecuarse a la amplitud de cartera, clientes y servicios. En los últimos 18 meses antes de yo salir, los problemas del departamento de servicios y logística se multiplicaban como hongos y, nosotros los comerciales, teníamos que continuamente dar la cara a los clientes. Claro que no podíamos decirle al cliente la verdad, hubieran cerrado la cuenta y se hubieran ido con la competencia a la primera, así que mentíamos… y eso varias veces al día todos los días, para salvarle el trasero a la empresa.

El momento crucial fue cuando una de las gerentes, con más de 25 años en la empresa y toda una vaca sagrada, durante una reunión me dijo que llamara a un cliente, yo le dije que ya lo había hecho 2 veces en la última semana y que aun no habíamos ido a hacer el servicio… ella me dijo: “pues llámala y dile lo que sea, ¿sabes decir mentiras, o no?”, yo le dije a su cara, “llámale tú”.

Verás, yo tengo una vocación de servicio incrustado en mi ADN, comenzó con mi despertar a los 20 durante terapia y en la universidad. Yo me sentía fatal mintiendo a los clientes y ser cómplice de una falta de previsión y la ambición de crecer a cualquier coste. Todo lo que se derivaba de mentir, me cocía por dentro; pero lo que me di cuenta, es que esa actitud y manera de actuar no ayudaba a la empresa tampoco, les daba buffer para no escuchar a los jefes de servicio, a los jefes de venta y a nosotros, los vendedores. Mis mentiras sostenían la mayor mentira: el slogan de la empresa, los clientes son lo más importante.

Entonces tomé la firme determinación: no volveré a decir nada que sepa es falso, sin importar el precio que tenga que pagar. En las entrevistas de trabajo, que mantuve posteriormente, dije con claridad que yo no diría mentiras para cubrir a la empresa o vender, creo que no me ayudó en un par de ocasiones.

El infierno lo tenemos siempre cerca

En la Unión Soviética antes de la caída del muro de Berlín, y desde hacía muchas décadas, había una mentira sostenida por TODOS en ese país… “nosotros pretendemos que trabajamos y ellos pretenden que nos pagan”. Cuando una familia, una empresa, una ciudad o un país sostienen una mentira, todo va paulatinamente deslizándose hacia un más profundo y denso infierno.

¿Qué “verdad” de tu vida está escrita con mentiras?
Esa es la mentira que te sostiene. Luego la gente se pregunta, ¿Cómo llegamos aquí? ¿Yo qué hice para mecer esto?

¡Eres cómplice!

No mentir, no matar, no tomar lo que es de otro, no llamar las cosas lo que en realidad son, no desear la mujer del prójimo, honrar a tu padre y madre, reconocer que tú no eres la fuente de tu propia existencia… son simplemente los básicos para una convivencia prospera y pacífica, nada más. La palabra clave es BÁSICO.

No importa cuánto dinero entre en casa, hayas recibido en herencia, lo que poseas o la reputación que logres amasar, si no respetas los básicos de una existencia “decente”, estás destinado a hundirte sin importar lo que tengas o creas ser y contigo todo tu entorno, PUNTO.

Foto original @asqlly

Todos somos cómplices de las mentiras que desestabilizan nuestro mundo.

¡Normal! Cuando teníamos unos 2 años aprendimos a mentir; y los niños inteligentes aprenden primero. Si una de las medidas de la inteligencia es la capacidad de extrapolar un aprendizaje a nuevas experiencias, cuando fuimos pequeños teníamos muy claro dos cosas: el cielo era la ATENCIÓN de nuestros padres y cualquier opción que me evitara sentir mal o incómodo era BUENA… la fijación del conjunto de fórmulas y esquemas que, con esas dos habilidades, me “mantienen en un lugar seguro” es lo que llamamos personalidad. A medida que crecemos desplazamos de “quién esperamos la atención”, qué hacemos “para no sentirnos incómodos” y con ello fortalecemos la acartonada carátula de personalidad que forjamos… y desde muy temprano somos carnada para aquellos que utilizan a los demás para escalar una meta que les hace sentir “realizados y en poder”. Pero todo, absolutamente TODO es parte de una mentira: “todo irá mejor y nos salvaremos si buscamos el bien propio.”

Parte del porqué es una mentira, es porque definimos el “bien propio” en ignorancia, lo definimos desde nuestra personalidad que es un sustituto de quién soy en verdad. Somos parte de un todo, no somos una isla que pueda estar bien mientras todo a nuestro alrededor se derrumba… partamos de ahí.

Aún es peor, como tenemos costumbre de ver y entender todo desde el prisma que hemos forjado de nuestra personalidad, carente y pobre, ¿Cómo vamos a ver qué es Verdad? ¿Qué es Autentico y honesto? Todo eso nos incomoda, y volvemos al complejo cuadro de evitar aquello que me incomoda. Pero…

Entonces, ¿Cuál es la solución?

Si continuamente estamos pensando, diciendo y actuando en base a “yo avanzar” y “mi necesidad es la más importante”, necesitamos enfrentar esa actitud y realinear nuestra orientación, si no ¿Cómo vas a estar seguro de que a dónde vas es a dónde necesitas en realidad ir?

Una manera es no decir algo que sepas es falso, ni a los demás ni a ti mismo. No decir lo que sabes no es cierto es una aventura inmensa, te hará descubrir muchas cosas que no son y que sostienes… dejarás de escribir “tu verdad” con mentiras.

En filosofía, la mejor manera de definir algo es clarificar lo que no es hasta depurar lo que no puede “evitar” ser. No decir “lo que sabes es falso” te hará llegar a lo que es verdadero.

Pero no creas que será como si hayaras un tesoro, será un puño en la boca del estómago, con una fuerza como nunca habías experimentado… pero tú entonces podrás aguantarlo, porque estarás parado sobre tierra firme.

Próximo martes…

Aprender a escribir es aprender a pensar

Un par de tips que te ayudarán a poner temas en perspectiva.

EL PUNTO a la i

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