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Las mentiras de Maduro

Nicolás Maduro ha insistido en la urgente necesidad que tiene de mantener, en el tiempo, la maniobra diseñada desde el mes de diciembre del año pasado para tratar de evadir su responsabilidad ante la creciente crisis nacional. Cree que, de no persistir en ese camino, difícilmente podría recuperar su disminuida popularidad y evitar una catástrofe en las próximas elecciones parlamentarias. Los elementos esenciales de esa estrategia han quedado a la vista de cualquier observador. El hilo conductor es uno sólo: tratar de responsabilizar a los demás de los graves errores políticos, económicos y sociales cometidos por el régimen chavista durante estos ya largos dieciséis años. El objetivo, tratar de destruir el liderazgo democrático con la finalidad de desmoralizar al creciente sector opositor y evitar que asista masivamente a votar en las elecciones parlamentarias. El método, la brutal represión a toda protesta popular.

Las acusaciones surgen al voleo. La primera, se produjo a principios del año 2014. La marcha pacífica, convocada por Leopoldo López, el 12 de febrero de ese año, terminó en medio de hechos violentos al ser atacados los manifestantes por miembros de la policía política del régimen (SEBIN). Esta realidad muestra claramente la responsabilidad del gobierno nacional en dichos hechos. La acusación al comisario José Ramón Perdomo por la muerte del joven Basil Da Costa, opositor, y Juan Montoya, miembro de un colectivo chavista, confirma esta verdad. De todas maneras, el único detenido fue Leopoldo López. La segunda, es la ficticia guerra económica. Ante la manifiesta escasez de productos de primera necesidad, en medio de un incremento incesante de los precios, Nicolás Maduro culpa a Fedecámaras de explotadores del pueblo. Tiempo perdido. La mayoría de los venezolanos, incluyendo al sector oficialista, conocen perfectamente las causas de la crisis económica.

Venezuela, obtuvo ingresos inimaginables, a partir del año 2002, con el incremento del precio del barril de petróleo de 8 a 150 dólares debido a circunstancias internacionales muy particulares. Equivocadamente, el régimen chavista estableció una absurda política económica que condujo a la corrupción y al despilfarro. No sólo se dilapidó el ingreso ordinario, sino que se debilitaron las reservas internacionales, se contrató una deuda externa que supera los 150.000 millones de dólares y se redujo la producción petrolera. La responsabilidad de Chávez y de Maduro es inmensa. Al comenzar la caída de los precios, en lugar de rectificar a tiempo la política petrolera, se acusó al Imperialismo por dicha caída. Era imprescindible para los Estados Unidos incrementar su producción, mediante la explotación de los esquistos, para reducir su dependencia. La única estrategia posible para preservar dicho mercado era bajar el precio. Esa fue la política impuesta por Noruega y los países árabes en la OPEP. Tienen suficientes reservas internacionales. Dolorosamente, ese no es el caso de Venezuela. Estamos sencillamente quebrados.

La tercera, el supuesto golpe de Estado. Imaginarse, como quiere hacernos ver Nicolás Maduro, que siete oficiales de muy baja graduación de la Aviación Militar iban a dar un golpe de Estado insulta la inteligencia de los venezolanos. Además, al escuchar la cadena nacional de ayer, me enteré que una supuesta proclama, anunciando el golpe de Estado, habría sido dictada por el señor Carlos Osuna Caraco, amigo personal de Antonio Ledezma, a través del SKYPE, a un oficial, que resultó ser un funcionario de inteligencia. En realidad, el montaje es demasiado burdo. Es imposible entender que un grupo de oficiales, comprometidos en un golpe de Estado, necesiten solicitar que le dicten lo que van a decir al tomar el poder. La noche anterior a la cadena, yo escuche la entrevista que le hizo CNN al capitán Héctor Noguera Figueroa. Creo que él sí dijo la verdad: “Somos un grupo de oficiales subalternos que pensábamos leer una proclama, con el rostro enmascarado, para mostrar el descontento existente en la Fuerza Armada Nacional”.

Es sorprendente, que el general Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, no haya tenido el carácter para oponerse a tan lamentable espectáculo. El conoce perfectamente bien que siete oficiales subalternos no pueden dar un golpe de Estado y que el cuento del Tucano no lo cree nadie. Tanto Maduro como el general Padrino tienen que conocer las causas del fracaso de Hugo Chávez el 4 de Febrero. Ese día se insurreccionaron, nada más ni nada menos, que la brigada de paracaidistas, la brigada blindada, el regimiento Codazzi, los grupos de artillería Monagas y Freites y el batallón misilístico Ezequiel Zamora. De todas maneras, Hugo Chávez, con todo ese poder de fuego, se rindió a las 6:30 A.M. y la situación militar fue controlada antes de las 12 M. Conocían de antemano, que sin el respaldo de un mayor porcentaje de la Fuerza Armada era imposible triunfar. En la tarde, se encontraban detenidos cerca de 400 oficiales. Con razón somos el hazmerreír del mundo. En definitiva, todo el montaje publicitario lo único que busca es justificar la detención de Antonio Ledezma. Lo inaceptable fue olvidar el honor de la Fuerza Armada. Nacional.

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@FOchoaAntich

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