Las falsedades de Juan Manuel Santos
Ramón Pérez-Maura
Cuesta creer la prodigalidad con la que el presidente Juan Manuel Santos ha repartido por Madrid mentiras en apenas 24 horas de visita «de despedida» ante el final de su mandato a las 15.00 horas del próximo 7 de agosto. En declaraciones a Europa Press afirmó que está dispuesto a aceptar la colaboración de España para recuperar y preservar el patrimonio arqueológico del galeón San José. Lo cual es falso, porque esa decisión está enteramente en sus manos y lleva meses negando a España la intervención en ese proceso en el que prefiere la participación de caza tesoros de la peor calaña –veremos a beneficio personal de quién–. Cuando ABC le preguntó sobre este asunto ayer en el desayuno del Foro de la Nueva Economía, Santos no contestó, que es la única forma que tiene de no mentir o no humillar a Colombia ante el mundo si dice la verdad.
Pero no es lo único. Esta vez escogió dar una entrevista al diario que ya engordó su cuenta de resultados gracias al foro sobre el Proceso de Paz que organizó en Bogotá en septiembre de 2016, semanas antes de que el pueblo colombiano votara contra el acuerdo bastardo. La entrevista no tenía preguntas incómodas. ¡Cómo iba a tenerlas! Cuestionar cómo se ha violentado la voluntad popular imponiendo el acuerdo rechazado en plebiscito debe de estar fuera de lugar.
En cambio sí se le preguntó por el comportamiento de los dirigentes de las FARC y en concreto de Jesús Santrich, que está a la espera de ser extraditado a Estados Unidos por delito de narcotráfico y con pruebas incriminatorias evidentes –si no, de qué lo iban a haber detenido–. En su respuesta Santos afirma: «Si hay alguien de las FARC que delinca después de haber firmado los acuerdos va a ser sometido a la Justicia ordinaria, pierde sus beneficios». Miente de nuevo. Cuando se publicó ayer la entrevista, Santrich lleva desde el jueves pasado fuera de reclusión, acogido en un centro del episcopado colombiano. A eso le llama Santos «perder sus beneficios». Yo más bien diría que es tener más derechos que ningún otro narcotraficante. Y la Conferencia Episcopal Colombiana, que hace el juego al presidente Santos, pide que «se entienda este gesto únicamente como un asunto humanitario y en coherencia con el principio de la Iglesia de defender la vida humana». Pero aquí la Iglesia, cuya fe profeso, ampara en una fundación eclesiástica a quien participó en masacres, secuestros, reclutó niños, conoció del abuso de mujeres, la colocación de minas en las escuelas, mutilaciones… Y éste es un gesto para defender la vida humana ¿De quién? ¿Escucharon los obispos colombianos la «condena sin escrúpulos» que hizo el Papa Francisco en Cartagena de Indias? ¿Ya se les ha olvidado? Menos mal que Rajoy ayer despachó la visita con presteza, no intentando negociar con un mentiroso.