Las armas en el socialismo rentístico
La corporación castrense ha experimentado una significativa transformación de su naturaleza, en los últimos años, al intentar colocarse en el circuito rentístico del socialismo, acaso como la inevitable contrasprestación por el soporte y los servicios que le concede en el decisivo ámbito político. A mediados de la década anterior, fácil de apreciar por las correspondientes Memorias y Cuentas ministeriales y las autorizaciones de los créditos adicionales que gestionó ante el parlamento, surgieron numerosas firmas mercantiles de adscripción al despacho de Defensa.
Rubricando la tendencia, en febrero del presente año fue creada la C. A. Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Caminpeg), la cual – demasiado obvio – interna resueltamente al sector militar en el ámbito económico marcando una clara competencia, si vale el término, con PDVSA. Harto diferente es la situación a la del general retirado Rafael Alfonso Ravard, a quien – gozando de una amplia y probada trayectoria gerencial – le tocó presidir exitosamente la empresa petrolera, por cierto, fundada en agosto de 1975, convirtiéndola en una de las transnacionales más importantes del mundo, respetuoso de la especialidad y del profesionalismo de la industria.
Es muy poco de lo que se ha sabido de la novísima empresa militar, después de formalizada y anunciada, aunque – la presumimos – de una complejidad a la que adicionalmente obliga el lento reacomodo de los intereses corporativos para afrontar el desafío de lo que equivale, en última instancia, a un reconocimiento de la debacle petrolera del país. Por cierto, si mal no recordamos, habría que revisar el viejo y clásico texto de Mario Esteban Carranza de finales de los ’70 del XX (“Fuerzas Armadas y Estado de Excepción en América Latina”), fundado en las elaboraciones teóricas de Nicos Poulantzas, por lo menos, para atisbar las fracciones de clase representadas en tamaña incursión. O, vale decir, indagar – desde la perspectiva ideológica gubernamental – si le aporta alguna novedad universal al modelo socialista que tiene más de castro-guevarismo que del leninismo profesado en otras latitudes del socialismo real, delimitándolo como una asombrosa experiencia de la premodernidad que haría reír a Marx.
Luego, otras son las armas en la Venezuela incómoda con el siglo XXI, pues, a las adquisiciones privilegiadas en el ramo estrictamente militar, las de una opacidad que contrasta dramática y hasta paradójicamente con las superpotencias nucleares, se suman tareas, ventajas y privilegios en un mercado de tan interesada precariedad, favorable al estatismo estrangulador de la vida económica. Literalmente, de las armas de guerra se encarga la Fuerza Armada, así no palidezca ante la delincuencia común que exhibe las suyas, pero – algo más que una metáfora – las otras, en los más variados renglones, también estarán orientadas a la destrucción del enemigo que la compita o pretenda competirla, en materia minera, petrolera y de gas, o en la bancaria, las telecomunicaciones, la construcción u otras, pues, por lo demás, tendiendo siempre a ser amplio el objeto social de las firmas mercantiles, no es otro el aprendizaje y entrenamiento recibido.
Una rara lógica económica podemos atisbar, ya que en ninguna parte Maduro Moros y los voceros del mundo militar que gustan de opinar públicamente sobre la vida política, tuvieron ni tienen la gentileza de explicarla. A corto plazo, consagrará a la Fuerza Armada como un Estado dentro del Estado, mientras que, en una mayor perspectiva, contribuirá a su autodestrucción.
@LuisBarraganJ