La xenofobia calculada
Corren los asesores para buscar una solución que, dejando intactas las causas, le permita a la dictadura administrar el problema. La diáspora, en general, y el éxodo en particular, ambos masivos, se debe a la catástrofe humanitaria de un país, faltando poco, bajo censura y represión, pero – siendo motivo suficiente de vergüenza – todo está en darle la vuelta al asunto, con absoluta cara de tabla.
De sencillo diagnóstico, mal que bien, unos están establecidos más allá del charco del Atlántico o del Pacífico, siendo necesario ponerle la mano a las remesas, pues, no se entiende un régimen socialista sin ellas (para todo lo demás, plomo y candela). Y, los otros, sobre ruedas o a pie, corren peligros por cuenta enteramente propia, colapsando los servicios públicos de países a los que accedemos por la vía terrestre.
Valga otro dato, unos mercenarios por aquí y, otros, por allá, añadidos los “marielitos”, o el hampa contrabandeada, genera reacciones de importante valor político, como la xenofobia. Entonces, bien calculada esta, tenemos un doble chantaje para despejar la incógnita, hacia adentro y hacia afuera.
Ventana adentro, la dictadura es más xenofóbica como el que más y bastará calcular cuántos colombianos, portugueses, ecuatorianos, italianos, centroamericanos o españoles, habrá acá e, importando poco que ya no lo son, porque hablamos de venezolanos de varias generaciones, servirá para inculparlos de nuestro propio colapso, tener o enemigo más concreto que el espectro imperial y hasta pedir indemnización a los gobiernos de los países de origen. Ventana afuera, se le mete más presión a la región, buscando desestabilizarla políticamente, atizando la xenofobia que nos embroma, para que dejen a la dictadura en paz, con todos sus desmanes, y hasta financien el regreso a casa: para ello, idearon la misión Vuelta a la Patria que no había computado la posibilidad de una prórroga práctica de los pasaportes vencidos.
Complicado todo, los asesores trabajan sobre una reposición de la defensa de Bahía de Cochinos, con discursos y todo, pues, es algo para que debe durar, como ocurrió en Cuba. Mientras tanto, sigue la campaña de intimidación aquí y más allá, recorriendo cuanta carretera se ofrezca, por larga, riesgosa y penosa que sea.