La violenta década de los sesenta en Venezuela
Los venezolanos llevamos a esta gente por dentro, como si fuésemos un cuerpo que genera anticuerpos contra sí mismo. Así nos dividiéramos hasta el infinito y quedáramos solos en el universo, esa realidad distinta que nuestra intolerancia genera va a estar allí, sin remedio, esta gente.Francisco Suniaga
En Venezuela, la denominada década prodigiosa fue también paradójica. Por un lado, el derrocamiento de la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez en enero del 58, significó el regreso a la ansiada libertad, combinado con la genuina esperanza de construir una sociedad asentada en una democracia perdurable; el 7 de diciembre, gracias al Estatuto promulgado por la Junta de Gobierno, se retoma el sufragio universal, directo y secreto establecido en 1946, Rómulo Betancourt resulta electo Presidente de la República, y asume la complicada y difícil tarea de liderar la consolidación de la democracia y de construir sólidas instituciones republicanas. Sin embargo, negros nubarrones de agua y sangre, comienzan a gravitar sobre la alegre y esperanzada Venezuela de los sesenta; vientos de fronda internos e importados, presagian insurrecciones, sediciones, atentados, innecesarias divisiones entre los hijos de la misma Patria venezolana.
Muy prontamente el gobierno legal y legítimo de Betancourt debe enfrentar un revanchista intento golpista liderado por un nieto del Cabito, de Ciprianito Castro: Jesús María Castro León, quien se alza desde el Táchira el 20 de abril de 1960. Recordemos que – el ahora general golpista -, el 1 de enero de 1958, participó en el levantamiento militar que se produjo en contra de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y a raíz de su derrocamiento el 23 de enero, fue ascendido a general de brigada y designado Ministro de la Defensa en el primer gabinete de la Junta de Gobierno, presidida por el contraalmirante Wolfang Larrazábal. Aunque Castro León se convirtió en un importante vocero de las Fuerzas Armadas, tuvo rápidamente importantes desacuerdos con personeros de la recién creada junta. Por tanto, en julio de 1958, tras el estallido de una crisis en el seno de las Fuerzas Armadas, Castro León optó por dimitir y decidió abandonar el país. Empero, el 20 de abril de 1960, comandó una invasión militar desde Colombia por la frontera del Táchira, obteniendo tomar la ciudad de San Cristóbal. Posteriormente, luego de unas horas el movimiento insurreccional fue derrotado, fue detenido y enjuiciado por rebelión militar, trasladado al cuartel San Carlos de Caracas, años después falleció.
Sin embargo, este alzamiento estuvo más bien marcado por la revancha y el reconcomio, a diferencia de los siguientes que tuvieron cada vez más justificaciones reivindicativas e ideológicas de izquierda-. Entre ellas tenemos:
El Barcelonazo, fue una insurrección militar llevada a cabo en el Cuartel Pedro María Freites de la ciudad de Barcelona, estado Anzoátegui, el 26 junio de 1961. Este suceso se desencadenó como consecuencia de las persecuciones, allanamientos y detenciones que efectuaron, conjuntamente, la Dirección General de Policía, DIGEPOL, y las bandas armadas de Acción Democrática contra miembros de la Cámara Agrícola de Venezuela. Ante estos hechos, los dirigentes de la mencionada cámara decidieron acudir a la vía armada, y a esos fines, planificaron, junto a un grupo de militares descontentos, un alzamiento, que debería luego extenderse a otras localidades de Venezuela, a objeto de provocar un gran movimiento cívico-militar que derrocara el Gobierno de Rómulo Betancourt. Los insurrectos instalan su centro de operaciones en el Cuartel Freites e inmediatamente el Mayor (R) Vivas le ordena a Rodríguez Mier y Terán, con cuarenta hombres, que detenga al Gobernador Rafael Solórzano en su residencia de Lecherías. y a otros oficiales les ordena tomar el cuartel de la policía Estadal y la casa de Acción Democrática, la Policía Técnica Judicial, la Emisora Radio Barcelona y el aeropuerto local. Esta intentona fue prontamente sofocada.
El Carupanazo estalló súbitamente en la medianoche del 4 de mayo de 1962 en Carúpano, estado. Sucre, en el seno del batallón de Infantería de Marina Nro. 3 y el destacamento Nro. 77 de la Guardia Nacional. Los Insurrectos comandados por el capitán de corbeta Jesús Teodoro Molina Villegas, el mayor Pedro Vegas Castejón y el teniente Héctor Fleming Mendoza, se alzaron contra el gobierno nacional, ocupando las calles y edificios de la ciudad, el aeropuerto y la emisora Radio Carúpano desde donde lanzaron un manifiesto a nombre del Movimiento de Recuperación Democrática. Al día siguiente, las tropas leales al gobierno, tomaron el control de Carúpano y sus alrededores, arrestando a más de 400 personas involucradas en la revuelta, entre ellos se encontraban militares y civiles y el diputado por el Partido Comunista Eloy Torres, así como otros miembros de ese partido y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Ante tales hechos insurreccionales, Betancourt decidió suspender las garantías constitucionales, acusó al PCV y al MIR de estar involucrados en la sedición y promulgó el decreto No.752 suspendiendo el funcionamiento de ambos partidos en todo el territorio nacional.
A diferencia del Carupanazo, el Porteñazo representó una conspiración cívico-militar de mucho mayor alcance, tanto por las fuerzas implicadas, lo agudo de la lucha y por el pavoroso saldo de heridos y muertos. En el amanecer del día 2 de junio de 1962, se produce una sublevación en la base naval de Puerto Cabello, estado Carabobo, regida por el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, el capitán de fragata Pedro Medina Silva y el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales. Prontamente el gobierno nacional envía efectivos de la Fuerza Aérea y del Ejército quienes bombardean y rodean la ciudad, produciéndose un combate frontal contra las fuerzas insurrectas. Finalmente, el día 3 de junio, el Ministerio de Relaciones Interiores anunció que – desde el amanecer -, las Fuerzas Armadas leales al gobierno habían puesto fin a la rebelión con un saldo de más de 400 muertos y 700 heridos. Tres días después, luego de la captura de los jefes del alzamiento, cae el último reducto de los insurrectos, sitos en el Fortín Solano. Posteriormente, se comprobó la participación en los acontecimientos del Porteñazo de políticos ligados al Partido Comunista de Venezuela y se inició una decidida política de depuración en el seno de las Fuerzas Armadas de aquellos oficiales ligados o sospechosos de simpatía con la izquierda.