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La universidad será el salvavidas de la patria

A propósito del editorial de analítica del 28 de mayo de 2024, bajo el título de “LA CRISIS UNIVERSITARIA”, en el cual se destaca que la cifra de profesores activos en la Universidad Central de Venezuela se ha reducido en un 25%, según datos suministrados por la Asociación de Profesores Universitarios de esa institución; en primer lugar, comparto la premisa de dicho escrito en el sentido de que la actividad docente de nuestras universidades se ha visto minada por la escasa remuneración y las pésimas condiciones de trabajo, provocando una crisis que ha incidido en la calidad de la educación superior, a pesar de los grandes esfuerzos de quienes se mantienen en las aulas sorteando las adversidades.

En segundo lugar, se debe advertir que esa deserción docente, así como la caída inmensa de la matrícula estudiantil y el deterioro de las instalaciones físicas, son el denominador común del resto de las Universidades públicas en Venezuela.

En tercer lugar, es oportuno significar que, en este momento de decadencia de la educación superior venezolana, a pesar de la tragedia colectiva, el sentido del deber y la resiliencia de la comunidad universitaria, son la esperanza de la vuelta al progreso y la prosperidad de esta Venezuela en quiebra. En efecto, al ponderar los sacrificios de profesores, estudiantes, autoridades académicas y trabajadores de nuestras universidades, renace la esperanza porque con su ejemplo animan al resto de la sociedad para luchar por lograr el cambio.

En ese panorama esperanzador, no solo se requiere abatir la crisis económica, sino que es imprescindible modificar radicalmente la educación a todos los niveles, porque en la sociedad del conocimiento del siglo XXI, el talento será el recurso que motorizará al mundo y en ese escenario las Universidades serán las herramientas para el dominio de la inteligencia artificial, la nanotecnología y la robótica.

En ese orden de ideas, es necesario entender que solo a través de un cambio sustancial en nuestro proceso educativo desde el preescolar hasta la universidad, será posible impulsar el ingreso de Venezuela a la sociedad del conocimiento que vive el mundo actual. Por lo tanto, apoyar y valorar el talento humano, formado en las casas de estudios superiores, será el foco de los países que avancen en el mundo de la sexta ola industrial.

Así las cosas, el desafío consiste en vincular a la universidad con el proceso productivo. Venezuela no puede avanzar sin revisar y sincerar la calidad de vida de los profesores, maestros e investigadores, porque son ellos nuestro capital básico. Ello requiere una política de Estado, para evitar la fuga de cerebros que hoy sufrimos como país. Este es el momento de revalorizar la educación en el imaginario colectivo venezolano, poniendo a nuestros maestros y educadores en la cima del protagonismo humano del país. Ese debe ser el norte y en ello quienes hemos dedicado nuestra vida a la enseñanza debemos trabajar arduamente cada día, desde nuestro metro cuadrado.

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