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La transición energética comenzó

Participamos hace unos días en la cumbre ministerial (pública) de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la institución con sede en París que agrupa principalmente a los países industrializados consumidores de petróleo y gas. La AIE fue creada por iniciativa del entonces secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, en las postrimerías del embargo petrolero árabe a Occidente en 1973, para servir de contrapeso al poder económico adquirido entonces por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Afortunadamente, hoy la AIE y la OPEP han desarrollado diversos lazos de cooperación, como debe ser entre productores y consumidores.

40 ministros de Energía de países desarrollados y emergentes se dieron cita en la cumbre virtual, representando el 80% de la economía y el consumo energético mundiales, señaló el director ejecutivo de la organización, el economista turco, Fatih Birol. 500 mil especialistas de todo el mundo hicieron presencia virtual en la importante conferencia, dedicada a la transición energética y a las fuentes renovables de energía. Y es que entre todos los hacedores de política energética existe la convicción de que la transición de una economía global basada en los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), a una sustentada en las energías renovables (eólica, solar, hidroeléctrica, biocombustibles, etc.), ya se inició.

Los ministros expusieron las políticas públicas y acciones ejecutadas en sus países en diversos ámbitos de la industria energética: integración regional, conservación y eficiencia, infraestructuras inteligentes, sostenibilidad energética, economicidad de las fuentes renovables de energía, seguridad energética, tecnologías neutras en emisión de gases tóxicos de efecto invernadero para plantas y equipos, edificios y residencias, vehículos eléctricos, sustitución de combustibles fósiles por energías eólica o solar, investigación y desarrollo de combustibles verdes, innovación y cooperación.

Escuchamos presentaciones, entre otras, de los ministros de Energía de Canadá y Tailandia, del Comisario de Energía de la Unión Europea y del secretario de Energía de los Estados Unidos, Dan Bouillette. Todos coincidieron en señalar que la pandemia del coronavirus presenta una singular oportunidad para profundizar y acrecentar los esfuerzos nacionales y multilaterales por reducir el consumo de combustibles fósiles y forjar una economía mundial verde y descarbonizada. La Agencia Internacional de Energía estima que el pico de la demanda petrolera (peak demand) se producirá hacia el año 2033, es decir, dentro de 13 años, y ello plantea desafíos de gran magnitud para el desarrollo de las reservas de petróleo de los países con vastos recursos, como Venezuela.

Llama a reflexión la breve pero substanciosa intervención del secretario de Energía de los Estados Unidos, quien subrayó que la asignación de recursos energéticos en la economía es más eficiente, maximiza la producción y minimiza las emisiones tóxicas, cuando se permite la operación competitiva de las fuerzas del mercado. Los gobiernos, a su juicio, son más inefectivos y tienden a despilfarrar más recursos cuando recurren a medidas coercitivas en lugar de dejar que el mercado opere más eficazmente al facilitar la innovación y el desarrollo de tecnologías por parte de productores y consumidores en su libre albedrío.

El secretario Brouillette fue crítico, por ejemplo, de las decisiones multilaterales o gubernamentales que fijan metas obligatorias de reducción a cero de las emisiones tóxicas, señalando que la política de su gobierno defiende el desarrollo de todas las fuentes energéticas, fósiles o renovables, lo cual genera mayor empleo y mejor seguridad energética. Citó cómo los Estados Unidos se ha convertido en el mayor productor mundial de petróleo en menos de una década, al dejar que el sector privado y el ciudadano determinen los niveles de producción y consumo. En materia de investigación y desarrollo (R&D), el ministro estadounidense precisó las prioridades de su política energética: el despliegue de una nueva generación de plantas nucleares libres de riesgos de seguridad y de paneles solares y equipos de energía eólica y el desarrollo de sistema de transporte eléctrico.

Se puede estar de acuerdo o no con las políticas y acciones delineadas por el ministro Brouillette; pero los hechos parecen darle la razón en cuanto al incremento de la producción de todas las energías por parte de la empresa privada en los últimos dos lustros, con lo cual Norteamérica se encamina a lograr su autosuficiencia energética. La Unión Europea, cuyo consumo de petróleo es casi la mitad del estadounidense, contempla una política energética de mayor intervención estatal, orientada a reducir el consumo por medio de altos impuestos indirectos al consumo de hidrocarburos. En cualquiera de los enfoques de política energética, la transición energética ha comenzado y ahora se acelerará en el mundo pos-COVID19. Ello obliga a Venezuela a reflexionar sobre la inexorable necesidad de diversificar su economía y reducir su excesiva dependencia petrolera, antes de que sea tarde.

@lxgrisanti

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