La tragedia de PDVSA
En la era democrática (1958-1998), PDVSA ocupaba el tercer puesto en el ranking de la OPEP, y, para el último año mencionado, el país tenía la capacidad de producción de 3,4 millones de barriles de petróleo diarios. La OPEP informó que el pasado mes de octubre esa producción bajó a 1 millón 955.000 b/d. El viento se llevó el Plan Siembra Petrolera que, como prometió Chávez, elevaría para el año 2015 nuestra capacidad de producción a 4 millones 100.000 b/d, y la capacidad de refinación a 3 millones 500.000 b/d (solo se están procesando 350.000 b/d).
¿Cómo hemos llegado a ese desastre de la industria más importante de la economía venezolana? La respuesta no deja espacio para la duda: los recursos que debían dirigirse a la inversión en el negocio petrolero, se desviaron a otros destinos. Se obligó a PDVSA : 1) a financiar déficits del gasto público y fondos parafiscales; 2) a financiar las “misiones” y otros programas sociales; 3) a vender petróleo con financiamiento a largo plazo y con intereses al 1%, en virtud de acuerdos con países de la región a cambio de sus votos en la OEA y otros organismos multilaterales (la “petrodiplomacia”), y en especial a Cuba que paga, no en efectivo, sino con la prestación de servicios médicos, educacionales y deportivos; y 4) a pagar con envíos de petróleo a China, no deudas suyas, sino del gobierno nacional. Obviamente, todo lo anterior tenía que resentir el flujo de caja de PDVSA.
Hay que sumar, junto a la corrupción, la politización de PDVSA que tuvo un punto de inflexión en el despido de más de 20.000 profesionales y trabajadores de la empresa en el año 2003, con la consiguiente caída de su calidad y reputación tecnológica. Ya nadie se extraña que, por las dificultades financieras, ISDA (Asociación Internacional de Swaps y Derivados) haya decidido el 16 de este mes de noviembre que PDVSA había entrado en default y que los tenedores de sus bonos de deuda podían accionar el pago de los seguros que resguardan a deudas impagas o en mora.
Acaba de ocurrir algo igualmente grave: se pasa de la politización a la acentuación de la militarización de la industria petrolera que, parcialmente, se había iniciado cuando el 10 de enero de 2016 Maduro creó, por decreto, a Camimpeg (Compañía Anónima de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas), para encargarse de “todo lo relativo a las actividades lícitas de servicios petroleros, de gas y explotación minera en general”. Y, la joya de la corona, ahora ha nombrado a un mayor general como presidente de PDVSA y Ministro de Petróleo, y se ha anunciado, según la agencia Reuters, que se “incorporarán más militares en puestos de mando de la estatal PDVSA”. El economista Asdrúbal Oliveros ha sentenciado que “los militares toman el control de PDVSA formalmente”. ¿La convertirán en un campamento castrense?.