La sonrisa de los Papas
En la famosa novela de Umberto Eco «El nombre de la rosa» se construye una trama de crímenes en una abadía de la edad media para impedir que se conozca el segundo libro de la poética de Aristóteles dedicado a la comedia y la risa.
Según el monje español Jorge de Burgos, el extraño personaje de esta novela, la razón de ese intento de ocultar la verdad se basaba en el peligro que representaba la risa para la fe y para el ser humano, por su naturaleza polisémica que denota el verdadero estado del alma y que deja traslucir los sentimientos. Para el muy serio monje el hombre no debe reir, porque de hacerlo, su rostro asume el aspecto grotesco de un mono, y su alma pierde el temor a Dios.
Los humanos de hoy sabemos que la sonrisa, y más aún la risa, es una expresión sana para liberar las tensiones internas que nos impone la cotidianidad y, por lo general, sentimos rechazo hacia las personas que denominamos mal encaradas, precisamente porque en sus rostros nunca se perfila una sonrisa.
Pero el tema actual es el significado que puede tener la sonrisa o su ausencia en una figura central de la política mundial. Muchos han sido los comentarios, en esta era mediática, sobre las diversas expresiones faciales del Papa Francisco en sus encuentros con algunos de los jefes de Estado con los que se ha reunido, y como todos pretenden ser expertos en semiótica, se emiten juicios de lo que podría ser una simpatía o una antipatía para ciertas formas políticas de gobierno.