La revolución de los claveles y las colonias
La República de Portugal y en su inmensa mayoría el pueblo lusitano, veía en los años 70 como el resto de Europa avanzaba y que ella permanecía inmóvil, sin perspectivas y metidos en una guerra colonial absurda, que cobraba diariamente vidas inocentes, así como buena parte de los recursos de una nación no propiamente conocida por su riquezas. Portugal que al igual que España y Grecia eran conducidos por regímenes dictatoriales siendo los únicos países de la Europa Occidental en no ser admitidos a formar parte de la que entonces conocíamos como la Europa comunitaria.
En Lisboa la dictadura del almirante Américo de Deus Rodrigues Tomás, heredero del poder dictatorial de Antonio Oliveira Salazar, quien permítanme la referencia, gobernó Portugal con mano terriblemente dura como primer ministro entre los años 1932 y 1968.
Hasta que en abril del año 1974, aquel territorio que en el 1139 el Conde Alfonso Henríquez decidió auto llamarse Rey y fundó el Reino de Portugal, vivió un proceso político conocido como la Revolución de los Claveles, liderado por el teniente coronel Otelo Saraiva de Carvalho y por el mayor Melo Antunes, proceso que culminó con la destitución del usurpador, el almirante Americo Tomas.
Fue un soleado de 25 de abril del año 1974, en Lisboa, pero también en Oporto, en Cascais así como en Coimbra que los portugueses recordarán esa histórica fecha, porque esa nación de navegantes y de insignes luchadores, le dijeron al mundo que habían recuperado la libertad, no sólo la del Portugal continental, ya que también e inmediatamente accedían con las fuerzas oposicionistas de las tres colonias en guerra independentista a conversar para que se detuviera la guerra entre fuerzas armadas irregulares y las fuerzas armadas portuguesas; situación esta, que además de las pérdidas humanas de ambos lados, para la República de Portugal esa confrontación no era otra cosa que el desangramiento del ya menguado erario público portugues.
El proceso libertario de las colonias portuguesas contrastó con lo pacifico de lo vivido en Portugal europeo, donde los habitantes de acostaron en la noche del 24 de abril del año 1974 con el dictador Tomas de presidente y se despertaron con el Teniente Coronel Otelo Saraiva de Carvalho como presidente de la junta militar democrática. Esta revolución será recordada como una toma del poder sin un disparo y en completa tranquilidad, destituyendo al dictador Tomás como presidente y el mismo día suspendiendo su rango como almirante.
Esta revolución, al cambiar de régimen, de dictadura a democracia, le abrió las puertas de la Europa comunitaria y su incorporación al espectro político, social y económico del mundo del cual estaba marginado, al ser junto con España y Grecia una de las tres últimas dictaduras gobernantes en Europa. Pero sin olvidar que este cambio estructural le permitió a esa nación, así como a las colonias portuguesas en África iniciar un complejo proceso que permitiese resolver entre ellos sus problemas.
Este cambio político estructural le abrieron las puertas al proceso de paz que pondría fin a las guerras coloniales que libraban esas tres últimas manchas del colonialismo europeo en lo más profundo de ese ancestral continente. La caída de la dictadura para los pueblos de las colonias portuguesas tuvo un final que no podríamos catalogar como eso que en inglés llaman un happy end. Las guerras intestinas y los resultados, especialmente en Angola y Mozambique, fueron, podríamos tristemente catalogar como una desgracia para la humanidad.
Mientras en buena parte del territorio africano, la frase “soplan vientos de cambio” pronunciada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica el 3 de febrero de 1960 por el primer ministro britanico de la época, Sir Harold Macmillan, confesando la convicción británica, de que los poderes coloniales tendrían grandes y crecientes dificultades para seguir controlando sus colonias. La dictadura de Oliveira y posteriormente la de Tomas no lo entendieron así, o no quisieron entender que los tiempos de las colonias, propiedad de los señores europeos habían finalizado. Este pensamiento, principalmente de británicos y franceses pocos años más tarde, el mundo vio cómo se hacía realidad y se iniciaba un profundo proceso de emancipación, mayormente en África y en menor grado en el continente asiatico.
La dictadura contra natura, como lo son todas las dictaduras, de Oliveira y sucesores, afirmaban y sin sonrojarse que sin lugar a error, sus posesiones africanas gozaban de tranquilidad y de una floreciente prosperidad poniendo como ejemplo la provincia de Angola, con 200.000 habitantes blancos, gracias al petróleo, la minería de los diamantes y el café, vivía un boom económico y, al igual que la no tan rica Mozambique, atrajo ingentes inversiones extranjeras. Las ciudades del África portuguesa figuraban como las más dinámicas del continente y Luanda, la capital angoleña, se situaba inmediatamente detrás de las metropolitanas Lisboa y Oporto.
Pero ante la decisión de las autoridades portuguesas de no acceder en los inicios de los años 60 a conversar sobre un proceso de descolonización, así como ocurría en las dos otras grandes potencias coloniales, Francia y Gran Bretaña, en las posesiones portuguesas surgieron movimientos armados independentistas. Así vemos en Angola ya desde los inicios de los años de 1960 a el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) fundado por Agostino Neto y quien posteriormente fue presidente de la república, lanza la ofensiva en 1961, seguida por otras dos organizaciones rivales “el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), movimiento comandado por el Dr Jonas Sabimbi, quien era doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Laussane en Suiza y sostenido por razones geopolíticas por el gobierno racista, para ese entonce de la República Sudafricana.
Como una nota que nos obliga a reflexionar sobre ese flagelo, tan amado históricamente por el hombre: las guerras, tengo a bien recordar que esta herencia de la dictadura de Portugal en Angola, consistió en una guerra civil que duró desde el 11 de noviembre de 1975 al 4 de abril de 2002, 26 años, 4 meses y 23 días con un el impresionante saldo de 800.000 mil víctimas.
En una próxima entrega veremos las consecuencias de la política colonialista de Portugal, la cual ha sido considerada por especialistas de la Organización de las Naciones Unidas como la que ha dejado el más pobre resultado, tanto en número de víctimas de guerras internas que luchan por el control de los recursos naturales, así como por el balance de las condiciones de desarrollo económico y humano al momento de abandonarlas oficialmente.
Concluyo recordando un ejemplo de los desaciertos de Portugal como potencia colonial y para lo cual tomo un triste ejemplo, el de la República de Mozambique, los cuales son de un tenor de tal gravedad, que ha sido considerado por el PNUD el país más pobre y con menos desarrollo humano del mundo por varios años. En 2020, cerca del 70 % de su población vivía por debajo del umbral de la pobreza extrema y el presupuesto nacional dependía aún en gran medida de la ayuda exterior.