La repetida estrategia del fraccionalismo
“Divide et impera” o “divide et vinces”, fueron las frases acuñada por el emperador Julio César para explicar y desarrollar su estrategia de dominio y consolidación del imperio romano. Desde entonces ha sido una máxima de la política y la sociología la estrategia de dividir al adversario en la política, y al enemigo en la guerra.
Siglos más tarde Nicolás de Maquiavelo incluye esa recomendación en su manual de ciencia política, El Príncipe. Desde hace ya varios años la cúpula roja venezolana, aplicando la letra de la “ética maquiavélica” viene impulsando una política de fraccionamiento de la sociedad democrática, apelando a todos los medios disponibles, para dividir hasta el máximo posible a quienes disentimos y nos oponemos al nefasto gobierno por ellos establecido.
El fraccionalismo se ha convertido en una de las estrategias fundamentales de los sistemas autoritarios para perpetuarse en el poder. Los comunistas alemanes de la antigua “República Democrática” la utilizaron para aparentar que lo eran. Se apropiaron de los partidos conocidos en su tiempo, utilizando a militantes entregados al servicio de la jefatura del régimen para aparentar la existencia de partidos opositores, que en la realidad solo eran satélites del partido comunista. Ese falso pluralismo lo trasladaron al parlamento donde existió una supuesta representación del partido Liberal, del socialdemócrata y de la democracia cristiana. Mientras instalaban esa simulación, en la realidad. los líderes auténticos de esos partidos estaban en la cárcel, en el exilio o en el cementerio.
Esa forma de dominar diferenció al comunismo alemán del soviético. Desde los tiempos de Lenin y Stalin los soviéticos no buscaron la simulación. Establecieron de entrada el régimen de partido único. Solo existía el partido comunista, todos los demás fueron eliminados. La misma práctica aplicó el dictador cubano Fidel Castro. En Cuba solo se permitió la existencia legal del Partido Comunista. Aún se mantiene allí el régimen de partido único.
Hugo Chávez intentó tomar ese camino. La constitución se lo impedía, pero quiso tener un único partido socialista o de izquierda. Fundó el Partido Socialista Único de Venezuela (PSUV). Ante la negativa de varios sectores de la izquierda venezolana, entre otros los del partido Comunista, PCV, cambió la palabra Único por Unido. Por eso ahora se llama Partido Socialista Unido de Venezuela.
Ante la imposibilidad de recurrir a la figura de partido único, los señores de la cúpula roja optaron por la estrategia de tomar el modelo de los comunistas alemanes, es decir confiscar los partidos conocidos y promover al máximo posible la división de la sociedad democrática. Esa división no solo está dirigida a los partidos políticos, también se aplica a todo el tejido social, vale decir sindicatos, gremios, organizaciones no gubernamentales. Todas hostigadas, judicializadas, intervenidas o corrompidas por la cúpula roja en su afán de mantener su férreo control sobre el poder político y económico de la República.
La estrategia del fraccionamiento del espectro político ha llegado a límites jamás vistos en el mundo occidental en este siglo. Al perder el chavismo-madurismo el apoyo de la mayoría ciudadana han profundizado esa política. La aplicaron con éxito en las elecciones presidenciales del 2018, en las parlamentarias del 2020 y en las regionales del 2021. La cúpula roja trabaja intensamente en repetir nuevamente esos escenarios. Usan todos los resortes del poder para lograr esa división. Promueven supuestos nuevos partidos. Buscan desesperadamente candidatos que se presenten como “opositores”. El desespero de la camarilla llega al descaro de ofrecer financiamiento a los candidatos que se presenten y se presten para vender la idea de que hay una pluralidad en nuestro sistema político, pero básicamente para desanimar a los ciudadanos desprevenidos que admitan la existencia de una división de la oposición democrática. De haber prohibido el financiamiento a los partidos políticos en la actual constitución de la República, ahora pasan a ofrecer dinero a los candidatos que les ayuden a dividir.
El ejemplo más evidente y reciente de esa política fraccionalista ha sido la pésima obra de teatro montada, la semana pasada, por Jorge Rodríguez, bajo el nombre de “Diálogo Nacional” en las instalaciones del Capitolio. Una supuesta consulta para fijar el cronograma electoral le sirvió de excusa, al psiquiatra manipulador, para escenificar su ya más que conocida estrategia de división y confusión.
El documento de la burda obra de simulación terminó ofreciendo más de veinte fechas para la elección presidencial, que sólo muestra la perversidad de no querer definir el cronograma con tiempo, como es la obligación constitucional y legal del poder electoral. Al lado del actor principal de la obra concurrieron actores de reparto y extras, en un número superior a 41 supuestos partidos y organizaciones con fines políticos, con sus respectivos candidatos.
Para completar esa tarea de fraccionamiento, recientemente, uno de los rectores del CNE concurrió a una de las estaciones de TV, para afirmar que están en trámite 222 nuevos partidos políticos, entre organizaciones nacionales y regionales. ¿Qué sociedad puede tener gobernabilidad con semejante número de partidos? ¿De qué tipo de partidos estamos hablando?
Definitivamente la institución “partido político” ha sido demolida por la revolución “socialista y bolivariana”. Han logrado el mismo objetivo de Fidel y Stalin por un método diferente. Lo más triste es constatar que muchos supuestos “demócratas” han ofrecido su concurso para que la cúpula roja logre el cometido. Unos de forma deliberada, atraídos por el dinero pagado desde el poder, otros cerrando la democracia interna y/o dirimiendo sus diferencias en el Tribunal Supremo, con sus torpes pretensiones de tener los partidos bajo su férreo control, y otros por ignorantes. Todos han dado su concurso a esta situación de dispersión, división y fraccionamiento del espectro político.
Esa política ya advertida por nosotros en la última década, ha sido entendida por la ciudadanía y por factores políticos auténticamente comprometidos con el rescate democrático de la nación. Ello permitió la celebración de las elecciones primarias el pasado 22 de octubre del año 2023. La ciudadanía decretó una unidad en torno a la candidatura y al liderazgo de María Corina Machado. Esa decisión ciudadana está orientada a canalizar la participación electoral para derrotar, voto a voto, a Nicolás Maduro.
La cúpula madurista sigue hostigando, aplicando el terror, la confusión y la mentira para lograr la gran fractura de la sociedad, entre participacionistas y abstencionistas. El mandato de las primarias, con la masiva participación ciudadana, es la de asumir la ruta electoral. La ciudadanía conjuró esa primera posible fractura. Todos vamos a votar. Lo haremos por la candidatura unitaria de María Corina Machado y no por las candidaturas que financia e impulsa la dictadura. “No nos sacarán de la ruta electoral”, ha dicho una y otra vez nuestra líder democrática. De modo que todos debemos prepararnos para asistir al acto de votación, el día que lo fijen. No habrá, no puede haber abstención. La sociedad tomó esa decisión en las primarias y acataremos su mandato.