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¡La procesión militar!

Nunca antes en la historia de Venezuela se había presentado una situación tan perturbada y deshonrosa, como la que sentimos actualmente los militares que vimos y vivimos momentos de crisis apolítica, en trance a una profesionalización del militar; esa que nivelamos al más alto escalafón educativo y artístico de América y del mundo, pero hoy vemos con desazón lastimoso lo que hacen nuestros herederos, con esas glorias forjadas por los hombres que hemos portado las armas de la república por la patria, después de la independencia.

Antes nos referimos a la lealtad del militar, que quedó entendida como lealtad a la patria y no “…a ninguna persona o parcialidad política…”; y luego nos referimos al honor de ese militar, que con orgullo empuñó las armas republicanas, luego de jurar defenderla ante cualquier perverso ataque a su soberanía y al interno de su territorio, hoy fragmentado por la desidia de quienes nos han gobernado por muchos años, manifestando la atrocidad de “Chávez vive, la patria sigue, viviremos y venceremos”. Prosaico lema que en boca de cualquiera pareciera un gargarismo tan petulante como soez, que no solo embadurna de excreta las palabras, sino que amplía el campo de la ruindad.

Pareciera, que un boato sin pestilencia hubiera surgido a partir del pasado 23 de enero, cuando el designado presidente de la república encargado, Juan Guaidó, con seguridad constitucional, proclamó y expuso con bombos y platillos los pasos de la estrategia política para el cambio: ¡cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres!

Nada más ni nada menos, sin pensarlo, fue como un rimbombante platillar de una banda seca, que colmó el vacío abierto sin sentido en la mente de lucha de los venezolanos por la libertad. ¡Sinceramente, incomprensible!, pero fue como el golpe más certero en la lucha que venimos enfrentando desde hace casi veinte años sin que viéramos cercana la luz al final del túnel.

Luego vino la propuesta concreta de la ¡Operación libertad!, que retumbó como los mitológicos ¡eureka! o ¡abracadabra!, encendiendo la esperada luz al final del túnel y así ha sido a nivel internacional.

No podemos olvidar el intento de ingreso de la ayuda humanitaria, que aun cuando no se completó como operación internacional, surtió el esperado descalabro en el régimen de Maduro, quien tuvo que ver sin gríngolas y sin lentes, como soldados, policías y guardias nacionales abandonaban el país refugiándose en Colombia.

Luego vinieron el 30 de abril y el 1º de mayo, dos fechas inmemoriales aunque presentes, cuando el régimen pudo percibir lo que no había querido ver, las fuerzas militares divididas con proporción mayor a favor de la oposición al régimen, quedando demostrado, que son pocos los generales que quieren seguir en la parranda que dirige Vladimir Padrino, quien ya se percató de su soledad en esta lucha desesperada por sustentar la usurpación.

Lamentablemente, hay muchos comprometidos en la corrupción y violación de los derechos humanos, temerosos de la Corte Penal Internacional, que quieren abandonar la nave, pero exigen mucho más de lo que pudieran percibir con el cambio de régimen. Saben que no tiene perdón y prefieren esperar una amnistía que los redima como siempre ha ocurrido, pero sabemos que puede haber perdón, pero nunca condonación por los delitos imprescriptibles de los que deben responder.

A todas estas, lo más favorable es que quedó claro, que en las fuerzas armadas, hay mucha vela y mucho manto, porque aún persiste la “procesión militar”, que va por dentro.

@Enriqueprietos

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