La política por dentro
Aristóteles explicaba que “el hombre es un animal político” pues como ser social, necesita de los otros para sentirse cual persona capaz de brindar el mismo apoyo que recibe para entonces saberse útil e importante. Esta vivencia le incita motivaciones para seguir creciendo como ser humano. Hasta ahí, el hombre se permite intercambiar razones que lo integran a la sociedad que lo circunscribe. O sea, sus intereses y necesidades se ven consustanciadas con las realidades que a diario vive. Por eso se dice que el hombre es un ser político.
Sin embargo, de ahí en adelante todo se complica. Porque el hombre deja contaminarse por nimiedades que resultan convirtiéndose en frivolidades, que luego adquieren forma de codicia o mezquindad lo que hace que la voracidad por detentar el poder, desde donde puede actuar sin mayor moderación, lo consuma material y moralmente.
Contradicciones injustificadas
Es, precisamente, el problema que ocurre alrededor de situaciones imbuidas por la política de ocasión, o por la política que domina alguna circunstancia fáctica. Por eso se dice que gobernar con sentido de ecuanimidad, resulta ser una tarea de mucha dificultad para quienes desconocen la complejidad que representa conciliar capacidad de gobernar, proyecto de gobierno y gobernabilidad.
Todo ello, en el marco de valores morales y de sentimientos ciudadanos que reconozcan al otro en toda su dimensión humana. De hecho, las realidades son inexorables cuando muestran que ese hombre político contaminado busca apropiarse de todo cuanto pueda valiéndose del poder que detenta.
En medio de tal situación, éste se desborda en extremos o exageraciones intentando copar todo espacio posible por el afán de retener el poder. Es cuando se dedica a hacer proselitismo. Y de la peor manera: angustiado, asustado y apresurado. Para estas personas que así se comportan, la estabilidad en el poder se garantiza haciendo el mayor gasto posible en ganar seguidores a su causa. Indistintamente que sean advenedizos, enajenados o sectarios. Lo que importa es que la labor proselitista les garantice su permanencia en el poder sin que ello pueda representar no hacer nada en materia de gobierno propiamente.
El problema en su esencia
Es el problema que han conllevado muchas naciones. Y siguen padeciéndolo. He ahí una de las razones más categóricas que explican el atraso que arrastra esos países. Sin que el ingreso generado por la movilidad económica propia, sirva para apuntalar el desarrollo económico al cual todo discurso político cargado de proselitismo, prometa. Y que, además, como promesa se emplee para para infundirle contenido fundamental a los planes de desarrollo.
Al cierre
Mientras tanto, la teoría política revela cómo la función política se devana por alcanzar realidades que comprometen el sentido de la política ejercida, existen realidades que apuntan hacia consideraciones que desmienten dichos pronunciamientos.
¿O acaso que las decisiones que se toman con base en exigencias coyunturales obedecen meras indicaciones que pautan el ejercicio sórdido de la política en manos de individuos sin virtudes? ¿Quizás por la indecencia o indolencia que caracteriza sus criterios políticos personales? ¿O será porque las realidades son determinadas por la política? Es decir que, en el fragor de situaciones dudosas así, todo resulta calculado o premeditado ¿por la política? O porque es el comportamiento propio de la política. Razón cierta para deducir que así es la política por dentro.